Meditación para el octavo día de la Semana por la Unidad de los Cristianos

Llamados al servicio de la reconciliación

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 24 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario a los textos bíblicos y de oración escogidos para el octavo día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 25 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos. La base del texto ha sido redactada por un equipo de representantes ecuménicos de Jerusalén.

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Día octavo – Llamados al servicio de la reconciliación

Lecturas

Génesis 33, 1-4

Esaú corrió al encuentro de Jacob y lo abrazó, y lloraron

Salmo 96, 1-13

Decid a las naciones: “el Señor es rey”

2 Corintios 5, 17-21

Dios hizo la paz con el mundo por medio de Cristo y a nosotros nos ha confiado este mensaje de paz

Mateo 5, 21-26

Deja tu ofrenda delante del altar, y ve primero a reconciliarte 
con tu hermano…

Comentario

Las oraciones de esta semana nos han llevado a hacer un planteamiento común. Guiados por las Escrituras, somos llamados a volver a nuestros orígenes cristianos, los de la Iglesia apostólica de Jerusalén. Vimos su asiduidad en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y las oraciones. Al término de nuestras reflexiones sobre la comunidad cristiana ideal presentada en los Hechos 2,42, volvemos de nuevo a los contextos que son nuestros: realidades de divisiones, de insatisfacciones, de decepciones y de injusticias. Y allí, la Iglesia de Jerusalén nos plantea la siguiente cuestión: ¿a qué somos llamados, aquí y ahora, cuando terminamos esta Semana de oración por la unidad de los cristianos?

Los cristianos de Jerusalén de hoy nos sugieren una respuesta: somos llamados sobre todo al servicio de la reconciliación. Tal llamada se refiere a la reconciliación sobre los planes, y en toda una complejidad de divisiones. Oramos por la unidad de los cristianos para que la Iglesia sea signo e instrumento de curación de las divisiones e injusticias políticas y estructurales; para una coexistencia justa y pacífica entre judíos, cristianos y musulmanes; para que crezca la comprensión entre las personas de todas las creencias e increencias. En nuestras vidas personales y familiares, la llamada a la reconciliación debe también encontrar una respuesta.

Jacob y Esaú, en el texto del Génesis, son hermanos y sin embargo extranjeros uno del otro. Su reconciliación se produce mientras se podía esperar un conflicto. La violencia y las prácticas de ira se dejan de lado mientras que los hermanos se encuentran y lloran juntos.

El reconocimiento ante Dios de nuestra unidad como cristianos, y también como seres humanos, nos conduce al gran canto de alabanza del salmo hacia el Señor que gobierna el mundo con justicia y amor. En Cristo, Dios busca reconciliarse con todos los pueblos. San Pablo, que lo describe en nuestra segunda lectura, celebra esta vida de reconciliación como “una nueva creación”. La llamada a reconciliarse es una llamada a dejar actuar en nosotros la fuerza de Dios para hacer nuevas todas las cosas.

Una vez más, sabemos que esta “buena noticia” nos invita a modificar nuestra manera de vivir. Como san Mateo lo relata, Jesús nos exhorta con determinación: no podemos seguir presentando nuestras ofrendas en el altar sabiendo que somos responsables de las divisiones y de las injusticias. La llamada a la oración por la unidad de los cristianos es una llamada a la reconciliación. La llamada a la reconciliación es una llamada a actuar, incluso si fuere para interrumpir nuestras actividades eclesiales.

Oración

Dios de la paz, te damos gracias por enviarnos a Jesús para reconciliarnos en Él contigo. Danos la gracia de ser verdaderos servidores de reconciliación en nuestras Iglesias. Ayúdanos así a ponernos al servicio de la reconciliación de todos los pueblos, en particular en tu Tierra Santa, el lugar donde quieres abatir el muro de separación entre los pueblos, y reunir a cada uno en el Cuerpo de Cristo, ofrecido en sacrificio en el Calvario. Llénanos de amor a unos y a otros, para que nuestra unidad sirva a la reconciliación que deseas para toda la creación. Te lo pedimos en la fuerza del Espíritu. Amén.

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ZENIT Staff

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