MIAO, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org). – Cuando George Palliparampil, hoy obispo de Miao, comenzó su ministerio en la esquina nordeste de la India, su labor misionera era ilegal y tuvo que sufrir interrogatorios por parte de la policía.
A pesar de los obstáculos actuales, el hogar misionero de monseñor Palliparampil es el lugar en el que la Iglesia católica ha crecido más en los últimos 30 años, con más de 10.000 bautismos de adultos cada año a pesar de la prohibición a las conversiones.
Hoy cerca del 40% de los aproximadamente 900.000 habitantes de Arunachal Pradesh son católicos y su número crece con rapidez. En esta entrevsita el obispo Palliparampil, de 56 años, revela los desafíos de la evangelización entre las poblaciones tribales indias.
– Excelencia, hablamos de la esquina nordeste de la India, una región muy montañosa con tribus, que hace 60 años eran cazadores de cabezas con una cultura pagana. ¿Cuántas tribus viven hoy en esa zona?
Monseñor Palliparampil: Hay 26 grandes tribus, que pueden dividirse, no estoy seguro, en más de 120 sub-tribus y cada una de estas sub-tribus tienen sus propios dialectos y cultura específica.
– ¿Estas tribus eran paganas?
Monseñor Palliparampil: Querría aclarar la palabra pagano diciendo que se trata de gente que no tiene una religión organizada. Adoran los poderes de la naturaleza. La palabra “animismo” los describiría muy bien. Todo tiene que ver con los espíritus, tanto buenos como malos. Si ocurre algo bueno es porque hay un espíritu bueno. Si ocurre algo malo es que hay un espíritu malo y este espíritu malo lo ha propiciado. Se tiene que hacer un sacrificio propiciatorio para apaciguar a este espíritu malo.
– ¿Existe el concepto de un Dios?
Monseñor Palliparampil: Sí. Por ejemplo, el pueblo Tani cree en un ancestro común. He estudiado su cultura y es muy similar a lo que leemos en el libro del Génesis. Creen en un solo Dios. El sol y la luna son los dos ojos de Dios, a través de los que Dios nos ve. El Abotani – el primer padre – tuvo sólo dos hijos como Caín y Abel, y así continúa el relato.
– ¿Así que cuando el cristianismo llegó había una apertura hacia él?
Monseñor Palliparampil: La había y la hay. De hecho ellos se percatan de que están encontrando el cumplimiento de algo, que ellos poseían de modo parcial. Los grupos Tani se dan cuenta de que son parte de una religión mundial. Los Tangsa descubren un cumplimiento de sus relatos. O tenemos la famosa cruz Mishmi. Hay algunos grupos de Mishmis que se tatúan una cruz en sus cuerpos pero nadie sabe nada del origen de este tatuaje.
– La aceptación del cristianismo en esta zona está cargada de desafíos. Hay obstáculos impuestos no sólo por la cultura pagana sino también por las restricciones puestas por el gobierno indio que, hasta hace muy poco, no permitía a los cristianos ejercer su ministerio en esta zona de Arunachal Pradesh. ¿Cuándo fue la primera vez que fue a Arunachal Pradesh?
Monseñor Palliparampil: Mi primera visita fue a una aldea llamada Pappu nala, en la que 400 personas se reunieron para celebrar la Navidad. Cuando llegamos a la zona la encontramos rodeada por la policía y tuvimos que irnos. En el camino, nos apresaron a mí y a otro sacerdote y fuimos detenidos hasta la 1,30 de la madrugada. Nos interrogaron, pero, en vez de asustarme, me dio la determinación de que algo debía hacerse allí al haber encontrado a la gente tan hambrienta de fe, de tener culto – todo lo que no podían tener.
– Los políticos no querían que entraran los cristianos, no querían que los cristianos evangelizaran, y le arrestarían y deportarían. ¿Pero cuál fue la reacción de la gente?
Monseñor Palliparampil: Quieren que alguien les ame – esta es mi experiencia. He encontrado una aceptación del 100% y para que vea que esto es cierto, en el momento en que la gente de la aldea de Pappu nala oyó que habíamos sido detenidos, 300 de ellos se presentaron en la comisaría de policía con dagas, espadas y antorchas, y la rodearon. No se iban a mover hasta que nos soltaran. A las 11:30 de la noche, el oficial de policía nos pidió: “Por favor digan a la gente que se vaya. Estarán aquí la noche y les llevaremos a su casa”. Yo insistí: “No, no se lo pediremos”. Y el jefe de la aldea dijo: “No nos iremos de aquí”. Finalmente, a las 12:30 de la noche, consiguieron un camión del ejército para llevarnos de nuevo a Assam pero la gente insistía: “No nos iremos porque no confiamos en el gobierno”. Se subieron al camión todos los que pudieron y todos nos escoltaron de vuelta a la misión, y sólo entonces se fueron. Esta es la reacción de la gente. He estado allí todos estos años, primero de paso y después, desde 1992 en adelante, permaneciendo allí y diría que soy uno de ellos.
– De hecho, ahora el gobierno piensa cada vez más en la Iglesia como protectora de la cultura local. ¿Cómo intentan proteger la cultura local y cómo lo logran frente a la globalización y la secularización?
Monseñor Palliparampil: Exactamente. Esto es lo primero que tenemos que tener en mente: la comprensión errónea que muchos tienen de la cultura. Algunos piensan que la cultura es algo muy estático – una forma tradicional de vestir y vivir quizás en chozas tradicionales. Eso por separado no es cultura. La cultura es lo que hace a un hombre; es lo que le da su identidad, su forma de pensar, su sistema de valores. Al convertirse en cristiano o vivir una vida cristiana en una sociedad moderna globalizada, un miembro de una tribu no deja por eso de pertenecer menos a su tribu.
– En su diócesis hay 70.000 católicos y su número crece con rapidez. ¿Cuál diría usted que ha sido el mejor instrumento de evangelización, que ha animado el crecimiento de la fe en Arunachal Pradesh?
Monseñor Palliparampil: Creo que el mayor éxito, si se puede llamar así, es que la gente ha sentido que en la Iglesia encontraba algo que iba con ellos. No es algo que viene y que les da algunas planes o proyectos y les dice: “Haced esto y creceréis” o “tenemos sumas disponibles para que podáis hacer lo que queráis con ellas” o “rezad así y os salvaréis” No. Lo que ellos han visto es a alguien que se implica en cada aspecto de sus vidas y ellos lo aceptan.
Puedo citar al oficial de policía que nos detuvo en 1980. Decía muy claramente: “No hay aldea a las que no hayan llegado estos misioneros cristianos. Han dormido en las casas tribales. Han comido con los miembros de las tribus. Y ellos pueden entrar en sus casas en cualquier momento. Sus hijos van a sus escuelas por toda la India y, a la gente que está enferma, la acogen para darle tratamiento – no sólo en los hospitales del nordeste sino hasta en Chennai, Apollo y Velur, y no para convertirlo sino sólo por motivos meramente humanitarios. Cuando esta gente (los misioneros cristianos) llegan, tengo que aceptar que los miembros de las tribus quieran formar parte del cristianismo”. Y esto es lo que está ocurriendo de verdad. No es una conversión impuesta como algunos intentan decir. Simplemente lo aceptan.
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Esta entrevista fue realizada por Marie-Pauline Meyer para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Más información en: www.ain-es.org, www.aischile.cl