Cardenal Bagnasco: la cuestión moral en política “es grave y urgente”

En el Santuario de la Virgen de la Guardia durante el aniversario de la primera aparición

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GÉNOVA, jueves 1 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- “La cuestión moral en política, como en los demás ámbitos de la vida pública y privada, es grave y urgente, y no tiene que ver tanto con las personas sino con las estructuras y los sistemas”. Es lo que dijo, el pasado lunes, el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, durante la misa en el Santuario de la Virgen de la Guardia que conmemoraba el aniversario de la primera aparición sucedida en 1940.

“Hay necesidad -dijo durante la homilía, en el santuario que tan querido es para los genoveses- de una gran conversión cultural y social, y aquellos que tienen responsabilidades concretas con respecto a la vida pública, de cualquier forma y a cualquier nivel, así como los que tienen poder e intereses económicos, tienen el urgente deber, mayor que el de los demás, sabiendo que, a través de sus acciones, proponen modelos culturales destinados a convertirse en dominantes”.

“Nadie -admitió- puede negar el compromiso generoso y la límpida rectitud de tantas personas que trabajan en el mundo de la política y de la administración pública, de la economía, de las finanzas y de la empresa; a ellos se les renueva la estima y la confianza”, prosiguió el purpurado.

“Sin embargo -destacó después-, la cuestión afecta a todos como un problema no sólo político, sino también cultural y educativo. No se trata, en primer lugar, de actuar diversamente, sino de pensar diversamente, de una forma más noble y veraz si se quiere purificar el aire, y así no envenenar el espíritu de nuestros jóvenes”.

“Sé bien que el trabajo es difícil porque afecta a costumbres e intereses antiguos -dijo después sin esconder las dificultades-, estilos y prácticas lejanas de lo esencial y de la transparencia, del sacrificio y del deber, pero es posible ya que la gente lo pide y porque es justo”.

Por esto, “quien tiene responsabilidades públicas hoy y mañana, tiene este deber primario y este honor: poner en movimiento decisiones puntuales y valerosas para que ‘la cultura de la vida fácil y egoísta’ ceda el paso a la ‘cultura de la seriedad’”.

“Toda la sociedad debe ser educadora, un horizonte de modelos, un clima respirable de valores” para poder transmitírselos a los jóvenes. Y precisamente estos, como los dos millones que se reunieron en Madrid durante la Jornada Mundial de la Juventud, al reconocer al Papa como “punto fidedigno y veraz, son “la única buena noticia de nuestro tiempo”.

Los jóvenes que no ceden a la rabia y que, además, encuentran la esperanza en Cristo, los jóvenes que “no quieren ser engañados” -añadió el cardenal Bagnasco- que saben que la vida no es de quien la disfruta, sino que el camino de la realización y de la alegría es el del deber, del sacrificio y de la familia estable y fecunda”.

“Por desgracia -concluyó- los mensajes, que llegan al alma de los jóvenes de una forma prepotente e insistente, así como a la de los adultos, dejan huella, provocan reacciones y fragilidades emotivas, miedos, ilusiones y rencores”.

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ZENIT Staff

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