SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 10 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).-Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título “Cientos contra millones”.
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Estamos 85 obispos en Monterrey, en un curso de formación permanente sobre temas de bioética. Al decidir realizarlo en esta ciudad, que últimamente ha sufrido terribles embates del crimen organizado, hemos querido expresar nuestra solidaridad con las víctimas y con la sociedad en general, que vive en angustia y miedo. En el país, los victimarios son cientos de jóvenes, víctimas ellos mismos de sus poderosos y despiadados jefes. Por otro lado, los casi dos millones de jóvenes en la reciente Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, indican que hay otra juventud sana, positiva, constructora de una nueva humanidad.
Se han presentado los resultados de la llamada “Iniciativa México”, con casi 57,000 proyectos, servicios, organizaciones e ideas renovadoras, que nos muestran una juventud y una sociedad diferente, solidaria, generosa, trabajadora, digna de todo elogio y que nos alienta también en la esperanza. Es el otro México, que no se resalta en los medios informativos. Son más los jóvenes buenos y las personas positivas, que aquellos que han sido encadenados por el mal.
JUZGAR
Decía el Papa al inicio de dicha Jornada: “Si los jóvenes de hoy no encuentran perspectivas en su vida, también nuestro hoy está equivocado, está mal”. Y enumeraba algunas dificultades que sufren: “La justicia y el altísimo valor de la persona humana se doblegan fácilmente a intereses egoístas, materiales e ideológicos. No siempre se respeta como es debido el medio ambiente y la naturaleza, que Dios ha creado con tanto amor. Muchos jóvenes miran con preocupación el futuro ante la dificultad de encontrar un empleo digno, o bien por haberlo perdido o tenerlo muy precario e inseguro. Hay otros que precisan de prevención para no caer en la red de la droga, o de ayuda eficaz, si por desgracia ya cayeron en ella. No pocos, por causa de su fe en Cristo, sufren en sí mismos la discriminación, que lleva al desprecio y a la persecución abierta o larvada que padecen en determinadas regiones y países. Se les acosa queriendo apartarlos de Él, privándolos de los signos de su presencia en la vida pública, y silenciando hasta su santo Nombre”.
¿Qué les ofreció el Papa, y que les ofrecemos nosotros? No dinero, no un trabajo, no formar una organización social o política, sino lo que tenemos: “Llego como Sucesor de Pedro para confirmar a todos en la fe. Para anunciar que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros. Para exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos… Este descubrimiento del Dios vivo alienta a los jóvenes y abre sus ojos a los desafíos del mundo en que viven, con sus posibilidades y limitaciones. Ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos y ser verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar, no deteniéndose ya ante sus más altos ideales, que motivarán su generoso compromiso por construir una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad real”.
ACTUAR
El Papa concluía diciendo algo que nos marca una pauta de acción: “Vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado. En este contexto, es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús a permanecer firmes en la fe y a asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla abiertamente con su propia vida. Un testimonio valiente y lleno de amor al hombre hermano, decidido y prudente a la vez, sin ocultar su propia identidad cristiana, en un clima de respetuosa convivencia con otras legítimas opciones y exigiendo al mismo tiempo el debido respeto a las propias” (18-VIII-2011).
Acompañemos pastoralmente a los millones de jóvenes sedientos de verdad y de vida, y busquemos caminos de rescatar a los cientos que han sido esclavizados por el dinero, la droga y el placer, o han caído en esas redes por falta de un trabajo digno y de una familia integrada.