CHASCOMÚS, lunes 26 de septiembre de 2011 (ZENIT.org) En Argentina la Comisión de Legislación Penal iba a tratar mañana martes siete proyectos a favor del aborto. Sin embargo, este debate fue aplazado para el 1 de noviembre.
Los líderes de algunas confesiones cristianas han querido unirse para pronunciarse a favor de la vida con el documento titulado “Compromiso por la vida”.
ZENIT entrevistó, a propósito del tema a monseñor Carlos Humberto Malfa, obispo de Chascomús y presidente de la Comisión de Ecumenismo, Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones de la Conferencia Episcopal Argentina de la Iglesia Católica.
- ¿Cómo surgió la iniciativa de que se unieran los pastores cristianos en defensa de la vida?
Monseñor Malfa: Una de las dimensiones del camino de la búsqueda de la unidad es el testimonio común en el que los cristianos podemos y debemos dar juntos “razón de la esperanza que hay en nosotros”. La dignidad de la persona humana hecha a imagen y semejanza de Dios, redimida por Cristo, nos impulsa a dar testimonio de la sacralidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
La Iglesia católica siempre debe promover el diálogo y por eso desde la Comisión Episcopal que circunstancialmente presido invitamos cordialmente a obispos ortodoxos, pastores evangélicos, pentecostales, a encontrarnos y testimoniar el respeto y amor común por la vida, como creyentes y en diálogo con la ciencia y con el gozo de servir a la sociedad y a la verdad sobre el hombre.
- Antes de esta iniciativa, ¿los líderes de diversos credos en Argentina han tenido otros diálogos ecuménicos?
Monseñor Malfa: Desde luego. En Argentina desde el Concilio Vaticano II se profundizó un trabajo por la oración, el diálogo y el testimonio común de todos los que creemos en Cristo. En la última década la Iglesia católica en la Argentina ha encontrado la posibilidad de relacionarse con comunidades evangélicas libres, bautistas y pentecostales, con algunos de cuyos grupos se han realizado encuentros de oración en torno a la Palabra de Dios. La relación es muy fraterna y cálida con los obispos ortodoxos del Patriarcado Ecuménico, Antioquía, Moscú, los de las antiguas iglesias orientales, el obispo siro-ortodoxo de Antioquía y de la Iglesia apostólica armenia.
- ¿Cree que esto representa un paso adelante en el proceso de diálogo y acercamiento con otros credos?
Monseñor Malfa: El documento “Compromiso por la Vida” que comentamos, ha requerido la docilidad de todos a la acción del Espíritu, encontrarse, dialogar, escucharse, coordinar esfuerzos, y en ese proceso nos hemos sentido muy cercanos, trabajando como hermanos, sí, se han fortalecido lazos de comunión. Hemos recibido significativas adhesiones posteriores y otras llegarán aún. Como católicos nos alegra el camino realizado con bautistas y pentecostales que firman también el documento.
- ¿Y todos los convocados aceptaron la propuesta?
Mons. Malfa: Hay interlocutores de la relación ecuménica que no han podido o han preferido no participar de la elaboración del documento, sea por razones internas, sea por posiciones que no podemos compartir. Aún así seguimos siendo interlocutores, estamos atentos a sus tiempos, creemos en el diálogo verdadero que no oculta ingenuamente las diferencias ni calla los desacuerdos, manifestamos la disponibilidad para estar y caminar juntos incluso en las diferencias no superadas, porque la escucha humilde y recíproca en la diversidad nos ayuda más que una unidad superficial.
Puedo decir también que en la última reunión surgió la propuesta de mantener un espacio abierto e informal de reflexión, lo que resume el clima de fraternidad que caracterizó estos encuentros de elaboración del texto.
- ¿Cómo ve en general la situación de diálogo interreligioso en Argentina?
Monseñor Malfa: Estamos agradecidos y esperanzados de lo logrado en la relación con el judaísmo y en el diálogo interreligioso, en particular con los musulmanes. Esta relación de amistad y fraternidad se reproduce en una cantidad de lugares de la Argentina, país pluralista en su composición aunque mayoritariamente católico, por la riqueza del aporte de la inmigración, de distintas religiones y procedencias, así el diálogo de la vida en la convivencia cotidiana precedió y abrió casi naturalmente el diálogo entre culturas y religiones.
Nuestra Comisión Episcopal, por ejemplo, incluye en su título las Relaciones con el Judaísmo, el Islam y las Religiones, signo de la amplitud de nuestro compromiso, que se reflejará el 11 de octubre cuando, en el claustro del histórico Convento de San Francisco, nos reunamos para conmemorar con espíritu de “Peregrinos de la Verdad, Peregrinos de la Paz”, los 25 años de la profética e histórica Jornada de Asís convocada por el inolvidable Beato Juan Pablo II en 1986.
- ¿Cree que con otras iglesias cristianas existan otros puntos en común sobre los cuales se pueda seguir dialogando?
Monseñor Malfa: Antes de concluir su misión como presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal Kasper, que visitó la Argentina en tres oportunidades, publicó el libro “Cosechar los frutos”, en el que se recogen los frutos del esfuerzo de cuatro décadas del diálogo de la Iglesia católica con la comunión anglicana, luteranos, metodistas y reformados, con el compromiso de proseguir el diálogo con esas y las otras confesiones, con el acento puesto en el ecumenismo espiritual, alma de todo el movimiento ecuménico: sin conversión del corazón, sin oración, sin purificación de la memoria, no estaríamos sembrando en tierra buena.
- ¿Y cuáles son esos puntos?
Monseñor Malfa: Lo primero y fundamental es anunciar a Cristo, nuestro Señor y Salvador en un mundo tentado del olvido de Dios, de pérdida de valores y sentido de la vida. La Palabra de Dios es lugar de encuentro de los cristianos como se manifestó en el último Sínodo y la posterior Exhortación Apostólica “Verbum Domini”, examinarnos juntos en nuestra fidelidad a la Palabra abre al diálogo de la caridad y de la verdad.
- ¿Qué avances ha visto en los últimos años en su país en materia de diálogo interreligioso?
Monseñor Malfa: Quisiera recordar que en la Argentina, en 1989 se firmó una declaración de reconocimiento mutuo del Bautismo que fue aprobada por la Conferencia Episcopal Argentina y los sínodos de las Iglesias Evangélica Luterana Unida y Evangélica del Rio de la Plata.
Por esos años surgió la CEICA (Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas en la Argentina), en Córdoba el COMIPAZ, de carácter interrelgioso, del que participa esa arquidiócesis, con evangélicos, judíos y musulmanes, y Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo – CRECES. Todos los años tenemos el Encuentro Nacional de Delegados de Ecumenismo, hay una peregrinación ecuménica anual al Santuario de Luján, están los Encuentros Ecuménicos de la Palabra, y muchas otras iniciativas así como grupos comprometidos en el diálogo ecuménico o interconfesional].
Nuestra confianza esta puesta en la acción del Espíritu Santo, no en nuestras solas fuerzas, siendo pacientes y respetuosos de los tiempos de los demás, como expresión del amor, porque al mundo hay que repetirle incansablemente “Dios es amor”, expresión clave de San Juan y tema de la primera encíclica del Santo Padre que nos indica el camino a seguir.
- ¿De qué otras maneras los líderes religiosos pueden en Argentina seguir luchando contra las manifestaciones de la “cultura de muerte”?
Monseñor Malfa: Me remito a la Declaración “No una vida sino dos”, de la Comisión Permane nte del Episcopado Argentino del 18 de agosto pasado. Se proclama allí que la vida es un regalo maravilloso que recibimos de Dios, y que hace posible todos los otros bienes humanos.
Más adelante leemos: “Una decisión legislativa que favoreciera la despenalización del aborto tendría consecuencias jurídicas, culturales y éticas. Las leyes van configurando la cultura de los pueblos y una legislación que no protege la vida favorece una cultura de la muerte. La ley, en cuanto base de un ordenamiento jurídico, tiene un sentido pedagógico para la vida de la sociedad”.
Luego dicen los Obispos: “Invitamos a nuestros fieles laicos y a todos los ciudadanos reflexionar y expresarse con claridad a favor del derecho a la vida humana”. Y en el párrafo conclusivo: “Lejos estamos de desear que este debate provoque más divisiones en la sociedad argentina. Solicitamos, por ello, que las expresiones vertidas sobre este tema se realicen con el máximo respeto, eliminando toda forma de violencia y de agresividad, ya que estas actitudes no están a la altura del valor y de la dignidad que promovemos”.
Para terminar le diría que: Como discípulos de Cristo, católicos y cristianos de otras confesiones tenemos una buena noticia que transmitir que proviene del mismo Dios y que Él sembró en todos los corazones: “El Evangelio de la Vida”.
Por Carmen Elena Villa