La relación entre San Gregorio en el Celio y Canterbury

La iglesia donde se encontraron Benedicto XVI y el primado Rowan Williams

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Por H. Sergio Mora

ROMA, domingo 11 marzo 2012 (ZENIT.org).- En una de las siete colinas de Roma, el Celio, se encuentra la iglesia de San Gregorio que hoy pertenece a una comunidad de monjes camaldulensess. Allí Benedicto XVI encontró este sábado al arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, en donde se celebraron las vísperas con la participación de los monjes camaldulensess, y las voces del coro de la Capilla Pontificia Sixtina.

Es el tercer encuentro en la historia de la Iglesia entre un papa y un arzobispo anglicano de Canterbury. El primero fue entre Juan Pablo II y el arzobispo Robert Ramsey el 29 de mayo de 1982, y veinte años después, el 21 de junio del 2002, el beato Wojtyla encontró al arzobispo George Carey.

“La relación entre San Gregorio en el Celio y Canterbury es antiquísima”, explicó a ZENIT el actual rector de los camaldulenses, padre Peter Huges, que indicó que “San Gregorio en el Celio es un lugar en el cual los anglicanos que peregrinan a Roma vienen para celebrar a los misioneros que desde aquí envió para evangelizar Inglaterra, y para rezar por la unidad de los cristianos”.

Lo sabe bien el padre Huges, que era presbítero anglicano y haciendo una experiencia monástica en los camaldulensess de Arezzo, en un cierto momento tuvo la inspiración de quedarse en esta orden, y que en el 2002 entró en la religión católica y que este año fue ordenado sacerdote.

“Desde aquí Gregorio Magno cuando fue elegido papa –recordó con emoción el padre Huges- envió a Inglaterra al entonces prior Agustino y cuarenta monjes como respuesta a un pedido del rey de Kent, Edelberto, para que fuera predicado el evangelio. La reina era ya cristiana y después su marido se convirtió. Estaban en la parte de Inglaterra en donde está Canterbury y allí se estableció el primer monasterio de Agustín”.

Una historia cuenta que antes del envío de los misioneros, san Gregorio bajando de su convento en el Celio encontró en el mercado algunos jóvenes esclavos británicos expuestos para la venta, los cuales eran muy bellos aunque paganos. Entonces dijo que deberían ser llamados No angli ma angeli. Sobre este hecho el padre Huges comenta: “Dicen que sea verdad, lo importante es que estas cosas quedan en la tradición para enseñarnos algo de muy profundo y muy bello. Porque los ángeles llegan desde orígenes sorprendentes”.

“Hoy aquí –prosiguió el padre Huges- está una casa de nuestro orden benedictino camaldulenses. Es la orden benedictina reformada por san Romualdo hacia final del primer milenio y el inicio del segundo.

En 1571, los camaldulensess regresaron aquí para reconstruir la comunidad monástica. Y este año nuestra casa madre en Arezzo, la última fundación del san Romualdo, la única que quedó continuamente, festeja sus mil años”.

El rector recuerda que en San Gregorio en el Celio “los monjes siguen la regla de san Benito, en un día con momentos de oración, trabajo y estudio”.

Pero también con una dimensión pastoral apostólica en la que “nos ponemos en contacto con el mundo externo y hacemos conferencias. Hay un camino que realizamos como las semanas ‘camaldoli’. Por ejemplo tenemos un programa rico en conferencias, encuentros y retiros espirituales, que permiten un importante intercambio entre las personas del exterior con la comunidad”

Los monjes y monjas camaldulenses forman parte de la congregación benedictina camaldulense, que toma el nombre de la localidad de Camaldoli, en la provincia italiana de Arezzo.

“En el silencio y en la belleza de los bosques del Casentino, san Romualdo, con espíritu creativo y fecundo puso las bases para una nueva síntesis de la vida monástica, en el surco y en la tradición de la regla benedictina y con el aporte de elementos de la tradición monástica del oriente cristiano” se lee en el sitio camaldolesiromani.it.

San Gregorio Magno

San Gregorio, una vez que se convirtió a la vida monástica en el 574-575, trasformó la casa paterna en el Celio en un monasterio, dedicándolo a San Andrés apóstol, en donde hoy surge el monasterio de San Gregorio en el Celio.

Poco después el papa Pelagio II lo envió en el 579 como apocrisario a la corte de Constantinopla, dónde se quedó por seis años y se ganó la estima del emperador Mauricio I y bautizó a su hijo. Después volvió a Roma pero en el monasterio del Celio vivió poco, pues el 3 de septiembre de 590 fue elegido papa y como el 64 obispo de Roma reinó hasta su muerte el 12 de marzo de 604.

Reorganizó a fondo la liturgia romana, ordenó las fuentes litúrgicas anteriores, compuso nuevos textos y promovió el canto gregoriano que de él tomó su nombre.

Otro hecho popularmente conocido de la vida de san Gregorio es que cuando Roma sufría una epidemia, para implorar la ayuda divina hizo ir al pueblo en procesión por tres días consecutivos a la basílica de Santa María la Mayor y que, durante la misma, se había aparecido sobre la mole Adriana, el arcángel Miguel que reponía su espada en la funda anunciando así que las oraciones de los fieles habían sido escuchadas. Desde entonces la tumba de Adriano fue llamada Castel Sant’Angelo y una estatua del ángel pasó a coronarla.

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ZENIT Staff

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