CIUDAD DEL VATICANO, sábado 24 marzo 2012 (ZENIT.org).- Este viernes 23 de marzo por la mañana, durante el viaje aéreo desde Roma a León, México, Benedicto XVI se encontró con los periodistas del vuelo papal. Publicamos la trsncripción de la entrevista concedida por el papa a los informadores.
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–Padre Lombardi: Santidad, gracias por estar con nosotros, en el inicio de este viaje tan bello e importante. Como ve, nuestra asamblea viajera es numerosa: hay más de setenta periodistas que le siguen con atención, y el grupo más importante –aparte de los italianos- son, naturalmente, los mexicanos, que son un buen grupo: hay al menos catorce; los representantes de las televisiones mexicanas que seguirán y cubrirán todo el viaje. Está también un buen grupo de Estados Unidos, un buen grupo de Francia, de otros países. He aquí por tanto que somos un poco representantes de todo el mundo. Como es costumbre, hemos recogido, en días pasados, varias preguntas de los periodistas y hemos elegido cinco, que son expresión, un poco, de la expectativa general. Y esta vez, dado que tenemos más espacio y un poco más de tiempo, no las hago yo, sino que las hacen los mismos periodistas que las han formulado o que nos hemos distribuido entre nosotros para hacerlas. Entonces, empezamos con una pregunta que le hace la señora Maria Collins para la televisión Univisión, que es una de las televisiones que sigue este viaje; es una señora mexicana que nos hará la pregunta en español y luego yo la repetiré en italiano para todos.
Santo Padre, México y Cuba han sido tierras en las que los viajes de su predecesor hicieron historia. ¿Con qué ánimo y con qué esperanzas se pone hoy sobre sus huellas?
–Santo Padre: Queridos amigos, ante todo querría decir: bienvenidos y gracias por vuestro acompañamiento en este viaje, que esperamos sea bendecido por el Señor. Yo, en este viaje, me siento totalmente en continuidad con el papa Juan Pablo II. Recuerdo muy bien su primer viaje a México, que fue realmente histórico. En una situación jurídica aún muy confusa, abrió las puertas, empezó una nueva fase de la colaboración entre Iglesia, sociedad y Estado. Y recuerdo bien también su viaje histórico a Cuba. Por tanto, trato de andar sobre sus huellas y continuar lo que él comenzó. Para mí había, desde el principio, un deseo de visitar México. De cardenal estuve en México, con óptimos recuerdos, y cada miércoles oigo el aplauso, la alegría de los mexicanos. Estar ahora como papa, aquí, para mí es una gran alegría y responde a un deseo que he tenido desde hace mucho tiempo. Para decir que sentimientos me embargan, me vienen a la mente las palabras del Vaticano II: gaudium et spes, luctus et angor, alegría y esperanza, pero también luto y angustia. Comparto las alegrías y las esperanzas, pero comparto también el luto y las dificultades de este gran país. Voy a animar y a aprender, a confortar en la fe, en la esperanza y en la caridad, y a confortar en el empeño por el bien y en el empeño por la lucha contra el mal. ¡Esperamos que el Señor nos ayude!
–P. Lombardi: Gracias, santidad. Y ahora damos la palabra Javier Alatorre Soria, que representa a una de las grandes televisiones mexicanas que nos seguirán en estos días.
Santidad, México es un país con recursos y posibilidades maravillosas, pero en estos años sabemos que es también tierra de violencia por el problema del narcotráfico. Se habla de 50.000 muertos en los últimos cinco años. ¿Cómo afronta la Iglesia católica esta situación? ¿Tendrá palabras para los responsables, y para los traficantes que a veces se profesan católicos o incluso benefactores de la Iglesia?
–Santo Padre: Conocemos bien todas las bellezas de México, pero también este gran problema del narcotráfico y de la violencia. Es ciertamente una gran responsabilidad para la Iglesia católica en un país con el 80% de católicos. Debemos hacer lo posible contra este mal destructivo de la humanidad y de nuestra juventud. Diría que el primer acto es anunciar a Dios: Dios es el juez, Dios que nos ama, pero nos ama para atraernos al bien, a la verdad contra el mal. Por tanto, es gran responsabilidad de la Iglesia educar las conciencias, educar en la responsabilidad moral y desenmascarar el mal, desenmascarar esta idolatría del dinero, que esclaviza a los hombres sólo por esta cosa; desenmascarar también las falsas promesas, la mentira, la estafa, que está detrás de la droga. Debemos ver que el hombre necesita el infinito. Si Dios no está, el infinito se crea sus propios paraísos, una apariencia de infinitudes que puede ser solo una mentira. Por esto es tan importante que Dios esté presente, accesible; es una gran responsabilidad ante el Dios juez que nos guía, nos atrae a la verdad y al bien, y en este sentido la Iglesia debe desenmascarar al mal, hacer presente la bondad de Dios, hacer presente su verdad, el verdadero infinito del que tenemos sed. Es el gran deber de la Iglesia. Hagamos todos juntos lo posible, cada vez más.
–P. Lombardi: Santidad, la tercera pregunta la hace Valentina Alazraki de Televisa, una de las veteranas de nuestros viajes, que usted bien conoce y que está tan contenta de que finalmente usted pueda ir también a su país.
Santo Padre, desde México usted ha dicho querer dirigirse a toda América Latina en el bicentenario de la independencia. América Latina, a pesar del desarrollo, sigue siendo una región de contrastes sociales, donde se ecuentran los más ricos junto a los más pobres. A veces parece que la Iglesia católica no sea suficientemente animada a empeñarse en este campo. ¿Se puede seguir hablando de «teología de la liberación» en un modo positivo, después de que ciertos excesos –sobre el marxismo o la violencia- hayan sido corregidos?
–Santo Padre: Naturalmente la Iglesia debe siempre preguntarse si se hace lo suficiente por la justicia social en este gran continente. Esta es una cuestión de conciencia que debemos hacernos siempre. Preguntar: qué puede y debe hacer la Iglesia, qué no puede y no debe hacer. La Iglesia no es un poder político, no es un partido, sino que es una realidad moral, un poder moral. En cuanto la política fundamentalmente debe ser una realidad moral, la Iglesia, sobre este carril, tiene fundamentalmente que ver con la política. Repito lo que ya había dicho: el primer pensamiento de la Iglesia es educar las conciencias y así crear la responsabilidad necesaria; educar las conciencias tanto en la ética individual, como en la ética pública. Y aquí quizá hay una falta. Se ve, en América Latina pero también en otras partes, en no pocos católicos, una cierta esquizofrenia entre moral individual y pública: personalmente en la esfera individual, son católicos, creyentes, pero en la vida pública siguen otros caminos que corresponden a los grandes valores del Evangelio, que son necesarios para la fundación de una sociedad justa. Por tanto, hay que educar en superar esta esquizofrenia, educar no sólo en una moral individual sino en una moral pública, y esto tratamos de hacerlo con la Doctrina Social de la Iglesia, porque, naturalmente, esta moral pública debe ser una moral razonable, compartida y compartible tambien por no creyentes, una moral de la razón. Ciertamente, nosotros a la luz de la fe podemos mejor ver tantas cosas que también la razón puede ver, pero justo la fe sirve también para liberar a la razón de los intereses falsos y de los ensombrecimientos de los intereses, y así crear en la doctrina social, los modelos sustanciales para una colaboración política, sobre todo para la superación de esta división social, antisocial, que por desgracia existe. Queremos trabajar en este sentido. No se si la palabra «teología de la liberación», que se puede también interpretar muy bien, nos ayudaría mucho. Es importante la común racionalidad a la cual la Iglesia ofrece una aportació
n fundamental y debe siempre ayudar en la educación de las conciencias, tanto para la vida pública, como para la vida privada.
–P. Lombardi: La cuarta pregunta la hace una de nuestras «decanas» de estos viajes, pero siempre joven, Paloma Paloma Gómez Borrero, que representa también a España en este viaje, que naturalmente tiene un gran interés para los españoles.
Santidad, miramos a Cuba. Todos recordamos las famosas palabras de Juan Pablo II: «Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba». Han pasado 14 años, pero parece que estas palabras sean todavía actuales. Como usted sabe, durante la espera de su viaje, muchas voces de opositores y de defensores de los derechos humanos se han hecho oir. Santidad, ¿piensa retomar el mensaje de Juan Pablo II, pensando tanto en la situación interna de Cuba como en la internacional?
–Santo Padre: Como ya he dicho, me siento en absoluta continuidad con las palabras del santo padre Juan Pablo II, que son todavía actualísimas. Esta visita del papa inauguró un camino de colaboración y de diálogo constructivo; un camino que es largo y que exige paciencia, pero va adelante. Hoy es evidente que la ideología marxista como estaba concebida, no responde ya a la relidad: así no se puede ya responder y construir una sociedad; deben encontrarse nuevos modelos, con paciencia y en modo constructivo. En este proceso, que exige paciencia pero también decisión, queremos ayudar en espíritu de diálogo, para evitar traumas y para ayudar en el camino hacia una sociedad fraterna y justa como la deseamos para todo el mundo y queremos colaborar en este sentido. Es obvio que la Iglesia esá siempre de la parte de la libertad: libertad de conciencia, libertad de religión. En tal sentido, contribuimos, contribuyen también los simples fieles en este camino adelante.
–P. Lombardi: Damos la palabra a un francés, porque hay también otros pueblos aquí que están presentes. Jean-Louis de La Vaissière es el corresponsal de France Press en Roma.
Santidad, tras la Conferencia de Aparecida se habla de «misión continental» de la Iglesia en América Latina; dentro de pocos meses será el Sínodo sobre la nueva evangelización y empezará el Año de la Fe. También en América Latina están los desafíos de la secularización, de las sectas. En Cuba, están las consecuencias de una larga propaganda del ateísmo, la religiosidad afrocubana está muy difundida. ¿Piensa que este viaje es una animación a la «nueva evangelización» y cuáles son los puntos en los que más piensa en esta perpectiva?
–Santo Padre: El periodo de la nueva evangelización empezó con el Concilio; esta era fundamentalmente la intención del papa Juan XXIII; fue muy subrayada por el papa Juan Pablo II y su necesidad, en un mundo que está en gran transformación, se hace cada vez más evidente. Necesidad en el sentido de que el Evangelio debe expresarse en modos nuevos; necesidad también en el otro sentido, de que el mundo necesita una palabra en la confusión, en la difiucltad de orientarse hoy. Hay una situación común en el mundo, la secularización, la ausencia de Dios, la dificultad de encontrar acceso, verlo como una realidad que concierne a mi vida. Y por otra parte están los contextos específicos; usted ha aludido a los de Cuba con el sincretimos afrocubano, con tantas otras dificultades, pero cada país tiene su situación cultural específica. Y por una parte debemos partir del problema común: cómo hoy, en este contexto de nuestra moderna racionalidad, podemos de nuevo redescubrir a Dios como la orientación fundamental de nuestra vida, la esperanza fundamental de nuestra vida, el fundamento de los valores que realmente construyen una sociedad, y cómo podemos tener en cuenta la especificidad de las situaciones diversas. El primero me parece muy importante: anunciar un Dios que responde a nuestra razón, porque vemos la racionalidad del cosmos, vemos que hay algo detrás, pero no vemos cómo es cercano este Dios, cómo me concierne y esta síntesis del Dios grande y majestuoso y del Dios pequeños que está cercano a mí, me orienta, me muestra los valores de mi vida es el núcleo de la evangelización. Por tanto un Cristianismo esencializado, donde se encuentra realmente el núcleo fundamental para vivir hoy con todos los problemas de nuestro tiempo. Y por otra parte, tener en cuenta la realidad concreta. En América Latina, en general, es muy importante que el Cristianismo no sea nunca tanto una cosa de la razón sino del corazón. La Virgen de Guadalupe es reconocida y amada por todos, porque comprenden que es una Madre para todos y está presente desde el inicio de esta nueva América Latina, tras la llegada de los europeos. E incluso en Cuba tenemos a la Virgen del Cobre, que toca los corazones y todos sabemos intuitivamente que es verdad, que esta Señora nos ayuda, que existe, nos ama y nos ayuda. Pero esta intuición del corazón debe conectarse con la racionalidad de la fe y con la profundidad de la fe que va más allá de la razón. Debemos tratar de no perder el corazón, sino conectar corazón y razón, de manera que cooperen, porque sólo así el hombre está completo y puede realmente ayudar y trabajar por un futuro mejor.
Traducido del italiano por Nieves San Martín