ROMA, lunes 2 abril 2012 (ZENIT.org).- En un país al que la Organización Mundial de la Salud clasifica en el puesto 190 (de 191), un sacerdote católico de la archidiócesis de Mandalay, abrió una clínica para ofrecer cuidados gratuitos a los más desfavorecidos, con la ayuda de un monje budista.
En Birmania, los católicos son minoría, el 1,45% de la población, y en Mandalay en el corazón del país, apenas se cuenta el 0,2% de los católicos.
Puesto en contacto telefónico con la agencia Eglises d’Asie, el padre Jonh Aye Kyaw, sacerdote católico de la catedral del Sagrado Corazón de Mandalay, explica el comienzo de su proyecto. Procedente de una parroquia rural muy aislada, siendo párroco, siempre estaba buscando medicamentos para ayudar a curar a los pueblos de alrededor. «En Birmania, precisa, la gente no muere de hambre, sino que el país tiene dos males principales: la fragilidad del sistema educativo y los fallos sorprendentes del sistema de salud».
Con el 3% del PIB que el gobierno birmano dedica a la salud, es una de las más débiles, sino la más débil del mundo. La mortalidad infantil es del orden del 10% y la mayor parte muere de enfermedades curables. El paludismo es la primera causa de mortalidad de los niños menores de 5 años. La tuberculosis continúa propagándose. La tasa de prevalencia del vih es la más elevada de Asia.
Nombrado hace un año por su arzobispo en Mandalay, el padre Jonh reunió un «grupo caritativo interreligioso» que reúne a budistas, protestantes, católicos y musulmanes. El verano pasado con ocasión de las festividades del final del Ramadán, los miembros del grupo fueron invitados a la Mezquita de Mandalay. Algunos meses más tarde se encontraban en el Arzobispado para una comida navideña «preparada por los musulmanes con el fin de que ellos mismos puedan unirse respetando sus prohibiciones alimentarias».
Así es como hemos aprendido a conocernos y a apreciarnos. Un monje me ha confiado que antes cuando veía un crucifijo de una iglesia cristiana, tenía ganas de tirarle piedras, pero que desde ahora en adelante, sabe que tiene allí amigos» explica el padre John.
Nacido en 1959 en Mandalay, el sacerdote católico tenía deseos de «hacer algo» por los habitantes de su ciudad natal. En Mandalay hay hospitales públicos y clínicas privadas, los primeros están desbordados y minados por la corrupción y los segundos son carísimos.
«Había que hacer algo para curar a los pobres», pensé en otro centro de curas más, no tenía terrenos, confié mi proyecto a uno de los monjes que participaba en nuestro grupo caritativo interreligioso y fué él quién nos encontró una casa en el recinto de una pagoda budista, idealmente situada en las cercanías del rio Irradwaddy, cuenta el padre John.
Miembro de Light of Asia Foundation, una ONG situada en Sri Lanka cuyo objetivo es la difusión del budismo a través del mundo, el monje en cuestión el venerable Seinnita estaba ya comprometido en diferentes proyectos caritativos. Fue él quién arregló la disposición de la casa que una vez renovada hace las veces de clínica de día. Abierta a comienzos de este mes de marzo la clínica se compone de un equipo de 15 médicos y varias enfermeras, todos voluntarios y acoge una media de 50 a 60 pacientes al día.
Desde el punto de vista financiero, el sacerdote católico explica haber aportado una suma equivalente a 7.400 dólares con el fin de renovar y equipar la clínica. Los donantes han añadido otros 1.350 dólares. Después el padre John continúa financiando la compra de medicamentos. Precisa que en el curso de los años se ha constituido una red de bienhechores que le hacen pasar el dinero y medicinas a través de turistas de paso (las transferencias internacionales son imposibles). Anglófono, habla el italiano y un poco de francés el sacerdote aborda a los turistas y les pide que le ayuden «algunos años después los turistas continúan haciéndome pasar los paquetes a través de los visitantes que pasan», se entusiasma.
Según el venerable Seinnita, la clínica responde a una necesidad «vital» de los habitantes de Mandalay, «necesitaríamos más iniciativas de este tipo en Mandalay, pero también en los pueblos» declaró a la agencia Ucanews, añadiendo que estaba orgulloso de que «las religiones hayan podido trabajar juntas en la realización» de tal proyecto.
Para el padre John, haber trabajado en estrecha colaboración con los budistas, representa «una experiencia interesante». De hecho de la relación que hemos contraído, el venerable Seinnita y yo, nos consideramos como hermanos (…) es necesario que trabajemos juntos por el bien de la humanidad sin segundas intenciones políticas, explica.
Traducido del francés por Raquel Anillo