Italia: La 'Palabra' que triunfa sobre las 'Palabras'

El cardenal Ravasi en la misa de la Renovación en el Espíritu de Rimini

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Por Luca Marcolivio

RIMINI, miércoles 2 mayo 2012 (ZENIT.org).- El cardenal Gianfranco Ravasi es ya un viejo conocido de la Renovación en el Espíritu (RnS). Ya presente en la Convocatoria nacional de 1998, el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura presidió el 30 de abril la santa misa en la plataforma principal de la Feria de Rímini. La celebración eucarística fue precedida por un discurso catequético por parte del mismo Ravasi.

El purpurado empezó recordando su amistad con el difunto Dino Foglio, coordinador nacional del RnS durante cerca de tres decenios, que en 1998 dirigió a Ravasi una profecía: «Yo querría que participaras en la Convocatoria y te invitaré otra vez cuando seas cardenal».

Punto de partida de la reflexión del purpurado fue el siguiente pasaje paulino: «Nosotros hablamos con palabras no sugerifas por la sabiduría humana, sino enseñadas por el Espíritu, expresando cosas espirituales de modo espiritual» (1Cor 2,13).

El contexto al que san Pablo se dirige es el de una Corinto inserta en una gran metrópoli cosmopolita y, al mismo tiempo, corrupta y decadente, por tanto bastante similar a la civilización occidental de hoy.

Más que «termostatos» que, con su calor, irradiaban la fe, los corintios eran «termómetros» que se limitaban a registrar la temperatura espiritual de su ambiente, adecuándose pasivamente y camaleónicamente a las tendencias, para nada virtuosas de su tiempo.

La Palabra, sin embargo, es mucho más grande que las palabras que trasciende. estas últimas, como se suele decir, son piedras y pueden pesar mucho en las relaciones humanas, y sin embargo es sorprendente y paradójica su fragilidad y fugacidad, junto a nuestra inclinación a olvidarlas.

Diversa es la Palabra de Dios –explicó Ravasi- por El revelada, de extraordinaria potencia, contrapuesta al significado que se daba de palabra en el original griego, equivalente a poco más que una «charla».

Hay todavía una segunda «estrella polar» que el cardenal indica en una experiencia cristiana no reducible a «un sistema de pensamientos» o a un «conjunto de teoremas a demostrar». En la huella de Pascal es por tanto posible proclamar que «el último paso de la razón es reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan».

En tercer lugar, la experiencia del Señor es algo concreto, su conocimiento es posible; la fe, igualmente, se abre a la visión y a la contemplación, va más allá de nuestros proyectos y esquemas.

El ejemplo vivo que despunta en el Antiguo Testamento es Job, cuando, vuelto a Dios, admite: «Te conocía de oídas» (Job 42,5).

La trascendencia es elemento imprescindible del conocimiento de Dios pero es ya presente en la relacionabilidad humana. El enamoramiento es el jemplo más evidente de este fenómeno: cuando un hombre ama a una mujer, no observará ya su rostro con mirada analítica o «científica» sino con mirada estética y sentimental.

El Espíritu Santo es siempre el papel de tornasol de la presencia de Dios en el Cosmos y en la Historia, de su diálogo con el hombre.

Como afirmaba el teólogo ortodoxo Ignatius Hazim, “sin el Espíritu Santo, Dios está lejano; Cristo queda en el pasado; el Evangelio es letra muerta; la Iglesia una simple organización; la autoridad un dominio; la misión una propaganda; el culto una reevocación y la acción cristiana un moralismo. Con El en cambio: el cosmos se eleva y gime pero en dolores de parto, Cristo resucitado está presente, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa comunión trinitaria, la autoridad es servicio liberador, la misión es Pentencostés, la liturgia es memorial y profecía, la acción humana es deificada».

El cardenal Ravasi exhortó a los miembros de la Renovación en el Espíritu con estas palabras: «Abrid, demoled las fronteras construidas por la sociedad, la política, la economía y otras estructuras, haced en modo que el Espíritu pueda pasar de allí también a través de vuestra voz». Al Espíritu Santo, en efecto, «no le gusta ser encerrado en una urna, es viento y agua».

El purpurado ha hecho referencia al Atrio de los Gentiles, el instrumento cultural que el papa Benedicto XVI le ha encargado guiar. El Atrio es una realidad que «me permito confiaros: ¡querría que formara parte de vuestro compromiso!».

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ZENIT Staff

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