MIAMI, lunes 28 mayo 2012 (ZENIT.org).- En el marco de los festejos organizados entre la comunidad argentina residente en Estados Unidos, para conmemorar el 202 aniversario de la Revolución de Mayo, el domingo 27 de mayo, solemnidad de Pentecostés, el arzobispo de Miami, monseñor Thomas G. Wenski, celebró la Misa solemne en español en la catedral metropolitana de Santa María oportunidad en la que se rezó por la patria y también se honró a Nuestra Señora de Luján.
Asistieron a la celebración el cónsul general de la República Argentina en Miami, embajador Miguel Talento, funcionarios consulares y miembros de la comunidad argentina en Miami. El arzobispo Wenski centró su homilía en el misterio de la Iglesia, manifestado a las naciones en Pentecostés y la relación que existe entre Iglesia y Estado que, afirmó, son dos realidades distintas que no están divorciadas.
Al abordar la misión de la Iglesia, el arzobispo de Miami afirmó que “la Iglesia existe para evangelizar, esto es para llevar a los hombres a Dios”, mientras que “las instituciones del estado existen, como lo señala con tanta lucidez y elocuencia el preámbulo de la Constitución Argentina, para consolidar la unión, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros para nuestra posteridad y para todos los hombres.” Recordó que ambas necesitan del auxilio de la gracia para llevar adelante la misión que les es propia.
Monseñor Wenski se refirió también al contencioso que mantiene la Iglesia con el gobierno de los Estados Unidos por el mandato de la Secretaría de Salud que pretende obligar a las instituciones católicas a “cooperar con el mal en la provisión de fármacos abortivos, esterilizaciones y anticonceptivos” al que calificó de “atropello” que “menoscaba la libertad religiosa que tanto contribuyó al progreso de esta nación.” Afirmó que esta iniciativa del gobierno del presidente Obama e “iniciativas similares que erosionan o suprimen la libertad religiosa o que buscan desterrar a Dios y a los creyentes de la vida pública, lejos de contribuir al desarrollo institucional de una nación, lo socavan”.
Destacó que el “materialismo teórico y práctico que excluye de manera radical la presencia y la acción del Espíritu en el mundo empobrece a la sociedad civil porque la aísla de la cercanía de Dios y opone resistencia a la acción de la gracia que dinamiza la historia,” y que en consecuencia “sólo es capaz de generar signos y señales de muerte.” Entre estos signos de muerte enumeró “la grave crisis económica producto del desenfreno en el consumo y la avaricia; la generalizada hostilidad hacia el otro, especialmente si es inmigrante; el desprecio por los derechos humanos fundamentales, como es el derecho a la vida; la desintegración de la familia; la confusión profunda sobre el sentido de nuestros cuerpos y nuestra sexualidad.” El arzobispo lamentó que éstos hayan encontrado “eco en sentencias judiciales, proyectos y leyes injustas sancionadas por instituciones democráticas de varios países incluyendo los Estados Unidos y la República Argentina”.
Recurriendo una vez más a la Constitución Argentina, el prelado afirmó que “cuando se legisla o se gobierna con menoscabo de la Ley natural inscrita en el corazón del hombre, se atenta contra las mismas instituciones que se procura construir, se oscurece la razón y se debilita la justicia, pues como lo señala con gran lucidez el preámbulo, Dios es “fuente de toda razón y justicia”.
Citando al papa Benedicto XVI en su homilía en Santiago de Cuba, agregó “cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de la creación de ser espacio para la alianza, para el ‘sí’ del amor entre Dios y la humanidad que le responde”.
Al concluir, el arzobispo de Miami recordó que a pesar del presente preocupante “el amor de Dios sigue derramándose abundantemente sobre la humanidad para ser presencia y consuelo”, exhortó a abrir los corazones a la acción del Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad e invocó la intercesión de la Virgen María ‘esposa del Espíritu Santo’, ‘mujer de la esperanza’, que, según él, así como quiso quedarse junto al Río Luján para acompañar la historia del pueblo argentino, nos acompaña hacia la consumación de nuestra historia individual y colectiva en Cristo.