ROMA, viernes 1 junio 2012 (ZENIT.org).- Partiendo de una cita de Jean Vanier («Cuanto más pobre es la gente, más le gusta festejar… Las sociedades, al hacerse ricas, han perdido el sentido de la fiesta, perdiendo así el significado de la tradición), el arzobispo de Lyon, cardenal Philippe Barbarin, ha abierto un cara a cara con el director del Corriere della Sera, Ferruccio De Bortoli, sobre el tema «Trabajo y fiesta: el caso de los países de economía avanzada». Todo ello en el marco del VII Encuentro Mundial de las Familias que se celebra en Milán, Italia.
Refiriéndose a su experiencia misionera en Madagascar, Barbarin señaló que la fiesta puede reforzar fuertemente el sentido de pertenencia a una familia o una comunidad.
De Bortoli interactuó con el cardenal problematizándola, destacando una contradicción de la sociedad actual, marcada por las nuevas teconolías, que ce «una orgía de comunicación y el desierto de las relaciones humanas»: de una parte las comunidades virtuales, muy difundidas pero anónimas, de la otra las comunidades de personas en carne y hueso, en las cuales el diálogo auténtico se hace cada día más difícil.
También monseñor Franco Giulio Brambilla, al introducir el encuentro, puso de relieve el riesgo de que hoy la familia privilegie un modelo de «casa-apartamento» en la que se vive «apartado», replegados sobre lo privado. En cuanto al nexo fiesta-trabajo, el cardenal Barbarin evidenció la necesidad de que se den oportunidades a la persona, como en el caso de la fiesta, para «abrirse otros lugares». «Cuando se juega se puede decir de todo», añadió parafraseando un dicho popular.
De Bortoli replicó evidenciando que «quizá no lograremos defender el domingo» del avance de una globalización, pero añadió que «el gran antídoto es, cristianamente, aquella cultura de los lazos y las relaciones auténticas que no puede nunca prescindir de la centralidad de la familia».