MILÁN, lunes 4 junio 2012 (ZENIT.org).- Este domingo, al final de su visita a Milán para asistir al VII Encuentro Mundial de las familias, Benedicto XVI almorzó con cardenales, obispos y algunas familias. Al final, les dirigió unas palabras improvisadas en las que aludió a los actuales vientos en contra que afronta la Iglesia.
Al final de la comida, en el Arzobispado de Milán, los cardenales Angelo Scola y Dionigi Tettamanzi dirigieron un breve saludo al papa.
El arzobispo emérito Tettamanzi entregó también al papa una valiosa copia de un evangeliario ambrosiano, realizado por grandes artistas vivos bajo la dirección de don Umberto Bordoni, que lleva en la cubierta una representación iconográfica de la Jerusalén del cielo.
El santo padre respondió improvisando el siguiente breve discurso:
«Queridos amigos, me parece muy bonito que, al final, lleguemos de nuevo a la Palabra de Dios, que es la clave de la vida, la clave del pensar, del vivir: así hemos comenzado y con esta Palabra acabamos, estamos en el pleno de la verdadera vida. Y quería sencillamente decir gracias por todo lo que he vivido en estos días: esta experiencia de la Iglesia viva. Si alguna vez se puede pensar que la barca de Pedro esté realmente en medio de vientos en contra difíciles –es verdad–, sin embargo vemos que el Señor está presente, vivo, que el resucitado realmente está vivo y tiene de su mano el gobierno del mundo y el corazón de los hombres. Esta experiencia de que la Iglesia está viva, que vive del amor de Dios, que vive de Cristo Resucitado, es –digamos- el don estos días. Así, el primer gracias va al Señor, pero gracias también al cardenal Scola, al cardenal Tettamanzi, a sus colaboradores, a todos –son muchos los que han colaborado- y a todos aquellos que con nosotros han festejado».
