Por H. Sergio Mora

ROMA, viernes 22 junio 2012 (ZENIT.org).- Perseverar en su apoyo a los cristianos de Tierra Santa y otras regiones orientales, a pesar del momento de crisis que penaliza aquellas poblaciones y el diálogo ecuménico e interreligioso. Este fue el llamamiento que Benedicto XVI hizo ayer jueves en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a la Reunión de Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (Roaco en sus siglas en italiano).

El papa además reafirmó su cercanía a los grandes sufrimientos de los hermanos y hermanas de Siria, invitando a garantizar una suficiente asistencia humanitaria.

Y al concluir le encomendó su próximo viaje al Líbano a la protección de la Virgen María.

La Roaco es un comité que reúne a todas las agencias y obras de varios países del mundo, que se comprometen a sostener financieramente y espiritualmente varios sectores, particularmente en Tierra Santa y otras regiones orientales y países en donde la fe enfrenta situaciones difíciles.

En sus palabras Benedicto XVI recordó que en 2007 invitó a la Roaco a perseverar en aquel movimiento de caridad querido por el papa y añadió que a hora “quiero reiterar con fuerza tal exhortación también subrayando las urgentes necesidades del momento actual”.

El santo padre recordó que la crisis económica y social actual “recae sobre los sectores más débiles y penaliza seriamente el presente y el futuro”. Y que “Oriente madre patria de antiguas tradiciones cristianas se encuentra afectado particularmente en tal proceso, que genera inseguridad e instabilidad mismo a nivel eclesiástico y en campo ecuménico e interreligioso”.

Sin olvidarse de Siria hacia la cual reafirmó su cercanía “a los grandes sufrimientos de los hermanos y hermanas, en particular de los pequeños inocentes y más indefensos”.

“Que no se ahorre ningún esfuerzo –pidió el Papa– también por parte de la comunidad internacional, para hacer salir a Siria de la actual situación de violencia y de crisis que dura ya desde hace mucho tiempo y corre el riesgo de volverse un conflicto generalizado que tendría consecuencias fuertemente negativas para el país y para toda la región”.

“La intercesión de la Santísima Madre de Dios –concluyó el pontífice– acompañe siempre a las Iglesias Orientales en la madre patria y en la diáspora” y “sea Ella la protección también en el próximo viaje que –si Dios quiere– realizaré al Líbano para la Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos”.