CIUDAD DEL VATICANO, lunes 3 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Milán se ha paralizado esta tarde para dar el último saludo a Carlo Maria Martini, fallecido el pasado viernes. Un abrazo compungido y agradecido de toda la ciudad al que fuera durante 22 años su arzobispo, un hombre de Dios y del diálogo abierto con todos. A las cuatro, en la catedral de Milán se han celebrado las solemnes exequias que han sido presididas por el arzobispo de la diócesis ambrosiana cardenal Angelo Scola.
El enviado del Papa, el cardenal Angelo Comastri, vicario de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, antes de la misa ha leído el mensaje del Pontífice.
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<p>Queridos hermanos y hermanas:
En este momento deseo expresar mi cercanía, con mi oración y cariño, a toda la Archidiócesis de Milán, a la Compañía de Jesús, a los familiares y a todos aquellos que han estimado y amado al Cardenal Carlo María Martini y han querido acompañarlo para este último viaje.
«Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 119[118], 105): las palabras del Salmista pueden resumir toda la existencia de este Pastor generoso y fiel de la Iglesia. Fue un hombre de Dios, que no sólo estudió la Sagrada Escritura, sino que la amó intensamente, e hizo de ella la luz de su vida, para que todo fuera «ad maiorem Dei gloriam», para la mayor gloria de Dios.
Y precisamente por ello fue capaz de enseñar a los creyentes y a los que están en búsqueda de la verdad, que la única Palabra digna de ser escuchada, acogida y seguida es la de Dios, porque indica a todos el camino de la verdad y del amor. Lo fue con una gran apertura de espíritu, sin rechazar nunca el encuentro y el diálogo con todos, respondiendo concretamente a la invitación del Apóstol de estar «siempre dispuestos a responder a cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. » (1 Pt 3,15).
Lo fue con un espíritu de caridad pastoral profunda, según su lema episcopal, Pro veritate adversa diligere, atento a todas las situaciones, especialmente a las más difíciles, cercano, con amor, hacia el que estaba en la confusión y desaliento, en la pobreza y en el sufrimiento.
En una homilía de su largo ministerio al servicio de esta archidiócesis ambrosiana oró de este modo: «Te pedimos, Señor, que hagas de nosotros agua de manantial que brota para los demás, pan partido para los hermanos, luz para los que caminan en las tinieblas, vida para los que andan a tientas entre las sombras de la muerte. Señor, sé la vida del mundo. Señor, guíanos hacia tu Pascua. Juntos caminaremos hacia ti, llevaremos tu cruz, gustaremos la comunión con tu resurrección. Contigo caminaremos hacia la Jerusalén celestial, hacia el Padre «(Homilía del 29 de marzo de 1980).
El Señor, que ha guiado al cardenal Carlo Maria Martini en toda su vida, acoja a este incansable servidor del Evangelio y de la Iglesia en la Jerusalén del Cielo. A todos los presentes y a los que lloran su pérdida, llegue el aliento consolador de mi bendición.
La ceremonia exequial ha podido ser seguida desde el exterior de la catedral por miles de fieles a través de varias pantallas gigantes instalas en las calles adyacentes al templo.
El cardenal Martini (fue) enterrado en la misma catedral, en una ceremonia privada. Las puertas de la catedral han permanecido abiertas casi todo el fin de semana para permitir el homenaje popular que le ha rendido Milán y el mundo católico y laico. Según cálculos del arzobispado, ante el féretro del cardenal Martini han pasado más de 200 mil personas.
Tomado del servicio de Cecilia de Malak y Eduardo Rubió – Radio Vaticana