Por Robert Cheaib
ROMA, miércoles 12 septiembre 2012 (ZENIT.org).- La población libanesa en la diáspora es mucho mayor que la que todavía reside en Líbano. La mayor parte de los migrantes son católicos maronitas que buscan mantener con no pocas dificultades el vínculo con sus raíces en el país de los Cedros.
La diócesis de Roma alberga una iglesia maronita, dedicada al santo patrono de la única Iglesia oriental que no tiene cismas sino que es toda católica y orgullosa de su fidelidad al sucesor de Pedro. En esta entrevista, ZENIT habló con monseñor Antoine Gebran, capellán de esta “misión con cura de almas”, que pronto cumplirá dos años.
Monseñor Antoine Gebran nació en Hasroun, en Líbano, en 1970. En la Universidad Pontificia Lateranense de Roma, estudió Teología. Consiguió el doctorado en Ciencias Eclesiásticas Orientales en el Instituto Pontificio Oriental de Roma. En 2006, se propuso localizar y reunir a los libaneses católicos maronitas que viven en Italia, para que, en espíritu de fe y hermandad, se pudieran reunir en la iglesia de san Marón, en Roma. En 2010, fue elevado al cargo de corobispo; luego fue nombrado procurador general del Patriarcado Maronita ante la Santa Sede, rector de la Iglesia de San Marón y rector del Colegio Pontificio Maronita de Roma; el 1 de noviembre de 2010, el cardenal Agostino Vallini erige la iglesia de San Marón como “misión con cura de almas” para el cuidado pastoral de los migrantes adscritos a la iglesia siro antioquena maronita y nombra a monseñor Gebran capellán de los migrantes residentes en la Diócesis de Roma. Sigue la entrevista.
Es la segunda vez en la historia del Líbano que un papa visita específicamente el país de los Cedros. Los recuerdos de la visita de Juan Pablo II están todavía vivos en la mente de los libaneses. ¿Qué importancia reviste la actual visita de Benedicto XVI a nivel de presencia cristiana en Líbano, sabiendo que en los últimos decenios los cristianos –divididos y disminuidos en número- han perdido mucho poder político y moral en el país?
–Mons. Antoine Gebran: Es la segunda visita apostólica que tiene lugar específicamente en Líbano, pero en realidad es la tercera vez que un papa pasa por Líbano. Ya Pablo VI quiso hacer en Beirut una escala aérea, el 2 de diciembre de 1964, mientras viajaba a Bombay, y el papa Montini en esta breve parada dijo: “No podemos olvidar, en especial, todo lo que representa, para la Iglesia, la fe de las poblaciones cristianas libanesas, expresada en la armoniosa diversidad de Ritos, en la abundancia y la variedad de las comunidades religiosas y monásticas, en múltiples actividades de orden apostólico, educativo, cultural o caritativo”. La armonía en la diversidad, citada por el papa, es fundamental, y el perno en torno al cual gira toda la sociedad libanesa. Esta armonía debe sin embargo permanecer aunque los niveles proporcionales entre las diversidades no son los mismos de antes. El Líbano debe ser un ejemplo para todo el mundo medioriental, y me atrevería a decir para el mundo entero, donde cada vez más, sobre todo en los estados occidentales, se está creando una fuerte mezcolanza de culturas y religiones. Un equilibrio de convivencia que garantiza la paz y la estabilidad de un país.
En un ambiente donde la “primavera árabe” está mostrando signos de decaimiento más bien “invernales”, ¿qué signos concretos de resurgimiento puede aportar la visita de Benedicto XVI? ¿Comparte la esperanza de los obispos maronitas que expresan el deseo en su último comunicado de que tal visita sea “una verdadera primavera para los cristianos y para la religión”?
–Mons. Antoine Gebran: La primavera, como estación intermedia tiene periodos de frío y de calor, por tanto no tiene un clima estable y seguro. El santo padre, como tradicionalmente sucede en todos los viajes apostólicos, no realiza nunca gestos concretos de resurgimiento. El sucesor de Pedro habla, encuentra, y transmite su pensamiento en un código simbólico. Seguramente el santo padre desea ardientemente no una mera primavera sino una renovación total para la sociedad medioriental, renovación que deberá seguir el camino del diálogo y del respeto recíproco.
Usted visitó el Líbano y al patriarca maronita en Bkerké, durante el verano, y pudo experimentar personalmente el ambiente de los preparativos para la visita del papa. ¿Cuáles son las actividades propedéuticas que la Iglesia en general, y la maronita en concreto, está desempeñando como preparación para la visita de Benedicto XVI?
—Mons. Antoine Gebran: Todo Líbano se está preparando a acoger al santo padre. En modo especial la Iglesia Maronita emprendió desde hace meses una fuerte campaña mediática de sensibilización de la opinión pública al respecto: el Líbano debe ser informado y debe ser consciente de quién está llegando y por qué viene precisamente al Líbano. Preparando el terreno al santo padre, la Iglesia Maronota, además de el debido apoyo logístico, no hará faltar a los propios fieles la adecuada preparación espiritual. La visita del santo padre es una alegría, sí, pero debe ser percibida principalmente a nivel espiritual: los fieles, preparándose con una novena de oración, en la que comprender que el papa viene por ellos, como su pastor, para estar con ellos, escucharles, hablarles, defenderles y protegerles, siguiendo el ejemplo de Cristo Buen Pastor.
Como maronitas que viven en el exterior y como parroquia maronita en Roma, ¿de qué modo se sienten implicados en la visita? ¿Y qué desean para la diáspora de los cristianos libaneses para que no se sientan al margen?
–Mons. Antoine Gebran: No olvidamos que los maronitas de la diáspora son principalmente libaneses, y como tales, aunque lejanos, sienten un apego casi visceral a su tierra natía. Bajo cierto punto de vista, esta visita es vista con melancolía: el papa va a su casa y no pueden estar allí para acogerlo y para darle la bienvenida. Por otra parte, se sienten orgullosos de que el papa vaya justamente al Líbano y ame su país con un amor desinteresado y sincero. En especial nuestra comunidad maronita de Roma, habiéndose establecido en la diócesis del papa, se siente especialmente puente, medio, encrucijada entre el Líbano y el papa. Pienso que, ningún emigrado se sentirá nunca apartado del Líbano, mientras en su corazón lleve el afecto por el propio país, sentirá todavía el olor de los cedros y pensando en el horizonte del mar libanés, se conmoverá: ninguno podrá nunca sentirse al margen mientras en el alma se sienta en tierra extranjera, sí, pero libanés en tierra extranjera.