Por Antonio Gaspari
ROMA, martes 25 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ninguno, ni siquiera ella había imaginado que sería elegida. Dentro del Movimiento de los Focolares no era del grupo de las fundadoras. Y, sin embargo, el 7 de julio de 2008, cuatro meses antes partir al cielo Chiara Lubich, carismática fundadora del Movimiento, 496 delegados provenientes de todo el mundo eligieron presidenta mundial a Maria Voce.
Una mujer tan esquiva como fuerte y determinada. Tenía 71 años cuando fue elegida, nacida en Aiello Calabro, primera mujer abogada en la región de Calabria, focolarina desde 1959, responsable del movimiento en Turquía durante seis años, asistente de Lubich para la revisión de los Estatutos, conocida entre los focolares con el nombre de «Emmaus»
En el libro en italiano “La scommessa di Emmaus”, escrito por Paolo Loriga y Michele Zanzucchi, editado por “Città Nuova” y presentado el 22 de septiembre en la ciudadela de Loppiano, Voce relata que no se le había pasado por la mente que habría sido candidata a proseguir el carisma de Chiara Lubich.
«Cuando las preferencias empezaron a concentrarse en torno a mi nombre –afirmó- sentí el peligro de ser elegida».
Con el movimiento en una situación de turbación por la pérdida de la líder carismática, Maria Voce, que es de espíritu optimista y no acostumbra a tener temor, se retiró a la capilla y dijo a Dios: «Heme aquí, estoy dispuesta».
Apenas se empieza a hablar con Maria Voce, uno se da cuenta enseguida que se encuentra ante una mujer fuerte en la fe. Relata en el libro que su padre, con tal de tenerla en casa, no pensaba en mandarla a estudiar fuera de su pueblo. En Ajello Calabro no había profesores, pero Maria Voce estudió en casa la secundaria y superó los exámenes como alumna libre.
Muestra también una gran libertad en el entender el carisma que Dios ofrece, distinguiéndolo de las personas que lo difunden. Conoció el Movimiento de los Focolares de un modo sencillo, por invitación de sus amigos universitarios. Quería casarse y tener hijos. Se resistió a la idea de entrar en el Movimiento de los Focolares. No se sentía especialmente atraída por Chiara Lubich.
Escribe en el libro: «No fui tras Chiara, aunque se que soy su hederera como presidenta del movimiento. Fui detrás de Dios, detrás de Jesús en medio del Movimiento, el que Chiara ha inspirado y suscitado»
Y añade: «No soy presidenta porque Chiara me haya designado, sino porque es voluntad de Dios. El dio a Chiara el don de la unidad para mí y para todos los demás, y le sigo a El».
Maria Voce está segura de que su elección marca una etapa nueva en el Movimiento, una discontinuidad que es necesaria para la encarnación e institucionalización del carisma.
Según la presidenta de los Focolares, hay que «empezar a dar mayor concreción a lo que Chiara nos ha señalado en su visión profética (…) para llevar adelante la Obra hacia aquellos horizontes que aún está inexplorados y que descubriremos juntos».
En un encuentro que tuvo lugar el domingo en Loppiano, Maria Voce fue entrevistada por Lucetta Scaraffia, editorialista de L’Osservatore Romano, y Marco Politi vaticanista de Il Fatto.
Lucetta Scaraffia invitó a Maria Voce a apoyar su posición respecto a la necesidad de una mayor y más autorizada presencia de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia.
En la Iglesia en concreto, Scaraffia, vería bien la presencia de una mujer cardenal participando en un futuro cónclave.
La presidenta de los Focolares explicó que el «genio femenino» tiene autoridad pero no necesariamente debe desempeñar puestos de poder formal.
En este sentido habló de la Virgen María y su presencia en la Iglesia: «Una presencia que es el máximo del amor, pero María es también Reina, por tanto con una potestad y con una autoridad que en la Iglesia primitiva hizo que los demás se recogieran en torno a ella. Ella no mandaba pero era ella la que aglutinaba; y aglutinaba a todos, incluidos los apóstoles, incluido Pedro».
Marco Politi, le pidió apoyar la propuesta del cardenal Martini de organizar una especie de Concilio Vaticano III que, a su juicio, podría resolver muchos problemas en la Iglesia.
Maria Voce precisó que antes de pensar en un Concilio Vaticano III, «tenemos todavía mucho que vivir y hacer realidad del extraordinario patrimonio del Concilio Vaticano II».
Para la presidenta de los Focolares, «la cuestión no es tanto reunir nuevamente a todos los obispos en Roma (…) sino más bien lo que sirve es un trabajo más a nivel de conferencias episcopales, de sínodos locales, para dar cumplimiento efectivo a la obra de recepción del Concilio Vaticano II».
Scaraffia y Politi trataron de mover a la presidenta del movimiento de los Focolares a posturas distintas pero ella, aún con garbo y amabilidad, mostró toda su libertad y originalidad, la grandeza de una mujer que no tiene temores.
En un momento de la conversación, dijo: «No hay que tener miedo porque es Dios quien hace la historia».
Oiremos hablar de la presidenta del Movimiento de los Focolares porque es «mujer de Dios».