La Crucifixión de Pedro

Ante una pintura de Miguel Ángel en la Capilla Paulina vaticana

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Por Hna. Agnese Scavetta, mdr*

ROMA, sábado 13 octubre 2012 (ZENIT.org).- Margherita Guarducci fue la arqueóloga que entre los años 1940 y 1950 guió la segunda campaña de excavaciones para el descubrimiento de la tumba de san Pedro en la Necrópolis Vaticana. A través de la comparación de varias fuentes historicas, llegó a la conclusión de que Pedro fue crucificado en el circo del Emperador Nerón en el Vaticano el 13 de octubre del año 64 d.C. Apoyándose en esta hipótesis, la estudiosa resalta que el 13 de octubre del año 64 d.C., transcurrían diez años del reino del emperador Nerón, y por tradición para celebrar tal aniversario, se ofrecían al pueblo espectaculos crueles, en los cuales asesinaban a los enemigos del imperio. Para el decenal de Nerón, probablemente fue derramada la sangre de los cristianos y de su jefe Pedro, crucificado con la cabeza hacia abajo.

La tradición festeja el nacimiento al cielo —dies natalis–, del apóstol Pedro junto con el apóstol Pablo el 29 de junio. Fue el día en el cual Roma, la ciudad pagana, festejaba a sus fundadores: los legendarios hermanos Rómulo y Remo.

Una obra eterna

A través de la visión de la pintura que representa la Crucifixión de Pedro, realizada por Miguel Ángel en la Capilla Paulina del Palacio Vaticano, tambien nosotros nos convertimos en testigos del dies natalis de Pedro.

En 1542 el papa Pablo III Farnese, encargó a Miguel Ángel Buonarroti de pintar las paredes de la Capilla Paulina, lugar de oración reservado todavía hoy al papa y a la familia pontifícia y, por esto considerada la capilla “parva” (pequeña) del pontífice. Esta se encuentra a pocos metros de la capilla Sixtina, la capilla “magna” (grande), reservada para las solemnes celebraciones pontifícias y de la elección del papa.

Pablo III, antes de ser elegido papa se llamaba Alessandro Farnese. Había sido un hombre poderoso y ambicioso, pero cuando subió al trono de Pedro se sintió “aferrado” de la gracia divina, y decidió de no anteponer sus intereses a los de Dios y de la Iglesia. Escogió el nombre del apóstol Pablo, primer perseguidor de los cristianos y después incansable servidor de Cristo.

El sumo pontífice Pablo III abrió el Concilio de Trento (1545-1563), mediante el cual se obtuvo una profunda renovación espiritual en la Iglesia, desgarrada por la inmoralidad y el protestantismo. En 1550, Miguel Ángel, ya anciano y enfermo, terminó después de ocho años de trabajo, sus dos últimas pinturas. Estas se encuentran de frente en las paredes laterales de la Capilla Paulina, la Conversión de san Pablo y la Crucifixión de san Pedro.

El primer papa está representado en el momento en el cual su cruz invertida se izó. Su mirada penetrante y terrible se esfuerza en buscar algo o alguno en la hora terrible de la muerte. En los ojos de las personas en torno a la cruz, se entrelazan miradas inquietas, pero también de profunda participación al evento, como aquella del hombre de la barba larga con los brazos cruzados, colocado en primer plano al lado derecho, que quizás se trata de un autorretrato de Miguel Ángel ya anciano.

Las figuras están colocadas en un espacio sin prospectivas; el artista para dar el sentido de profundidad, varía las medidas y proporciones, y algunas figuras son más marcadas, otras más esfumadas. A la derecha del crucificado, un hombre se inclina a tierra para medir la profundidad del pozo apenas excavado sobre la colina vaticana.

Miguel Ángel representa el cuerpo de Pedro, cargado de una gran fuerza interior, su mirada penetra en los ojos del espectador hasta el punto de escuchar su advertencia: “…Les hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad” (2P 1,16).

*Misioneras de la Divina Revelación

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ZENIT Staff

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