Con motivo de la Jornada del Emigrante y el Refugiado, que se celebra a nivel mundial este domingo 20 de enero, el obispo de Orihuela-Alicante Jesús Murgui Soriano ha hecho pública una carta pastoral que reproducimos aquí. Es de notar que esta diócesis es una de las que tiene una mayor afluencia de personas migrantes en España, hasta el punto de que casi un cuarto de la población es inmigrante.
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Las Migraciones: Oportunidad de fe y esperanza
Queridos hermanos:
Al poco tiempo del inicio de mi ministerio en nuestra Diócesis, tengo, una vez más, la posibilidad de dirigirme a vosotros, en este caso, en atención a un tema importante para todos los que vivimos en estas tierras de Orihuela-Alicante: las migraciones. El domingo día 20 de enero celebraremos la Jornada Mundial del Emigrante y refugiado, que, sabéis, por otros años, que es el domingo posterior al Bautismo del Señor.
En nuestra Diócesis, la realidad de las migraciones tiene una relevancia extraordinaria, dado el hecho de que casi el veinticuatro por ciento de la población que vive en la provincia de Alicante es inmigrante. Esta realidad puede y debe ser para todos una «Oportunidad de Fe y esperanza», como indica el lema de la Jornada de este año.
Mientras os escribo esta carta, recuerdo que yo mismo, que acabo de llegar a esta tierra y a esta Iglesia, he recibido una ejemplar acogida. Deseo que este talante acogedor que tenéis como sociedad y como Iglesia lo mostréis a diario con las personas que han venido, de tantos lugares, buscando calidad de vida, trabajo, refugio… Seguid recibiéndolas como al mismo Señor. Él nos dijo que lo acogemos a Él cuando acogemos al hermano (Mt 25,35). Y el Papa, en su mensaje de este año, nos invita a reconocer en ellos los valores y riqueza que sus vidas nos aportan, también cuando vemos como viven la propia fe: «Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio socio-cultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia».
¡Qué oportunidad para el que vive el fenómeno de la movilidad humana, observar nuevas formas de expresar la fe! ¡Qué oportunidad para los que les recibimos, poder experimentar la gran riqueza de la fe en sus distintas formas, expresarla y compartir «una sola fe, un solo Bautismo un solo Dios y Padre» (Ef 4,5-6)
En nombre de todos los cristianos de la Diócesis, quiero deciros, especialmente, a vosotros, los que habéis venido, que estáis en vuestra casa. Descubro con alegría la integración de muchos de vosotros en la Eucaristía, la Catequesis, la Caridad y en las estructuras de las comunidades parroquiales y diocesanas.
Por otra parte, hemos de saber valorar, los que hemos nacido aquí, tantas cosas que nos aportáis. En estos momentos tan críticos para muchas familias afectadas y tocadas cruelmente por la crisis, nos enseñáis el valor del riesgo, de ponerse en camino, de luchar, de confiar, de mantenernos en la esperanza. A ser sensibles a todo ello nos sigue animando el Concilio Vaticano II: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (…) La Iglesia, por ello, se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia» (GS, 1).
La universalidad de la fe queda patente, en medio de este mundo globalizado, en vuestra presencia. Por ello, os invito a ser testigos de esa fe que vosotros y nosotros hemos recibido, conscientes de que todas nuestras vivencias son una oportunidad, un camino, una peregrinación de fe y esperanza, como dice Benedicto XVI, en La Puerta de la Fe: «La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó» (PF, 6).
En este momento, miembros de vuestras familias retornan a sus países o tienen que emigrar en condiciones parecidas a como hemos podido observar en nuestro entorno. Os invito a todos a apoyar a las personas en situación de vulnerabilidad. La crisis es fuerte y crea situaciones dramáticas. Jesús nos ha enseñado a estar siempre al lado de todos, en especial de los más necesitados. Dios no deja de brindarnos oportunidades para la construcción de su Reino, y vivimos tiempos de especial compromiso, por lo que suplicamos su gracia para afrontarlos con fe y esperanza, para ser promotores de una muy necesaria cultura de la esperanza.
Acabamos de celebrar el misterio de la Natividad y en él hay un momento en el que la familia de Nazaret tuvo que emigrar a Egipto en busca de refugio y de mejores condiciones de vida (Mt 2,13-18). Que María, la mujer emigrante junto con José, movidos por la protección de la vida del Divino Niño nos impulsen a buscar formas de vida mejor para todos, a cuidar y proteger la vida en todos sus momentos y en todos. Así lo suplicamos.
Rezo por vosotros, un abrazo.