“Acabamos de celebrar con toda la Iglesia el tiempo de Navidad, el tiempo de la promesa del Emmanuel, el Dios con nosotros, el Dios que ha querido encarnarse en nuestra historia”, afirma en su carta Maite Uribe Bilbao, directora general de la Institución Teresiana en su carta programática para el Año Nuevo, dirigida a los miembros de esta asociación internacional de fieles laicos presente en treinta países.

Uribe propone al inicio de su mensaje las palabras de María la Madre de Jesús: ¡Proclama mi alma la grandeza del Señor!/ ¡Ha hecho en mí grandes obras!/ ¡Ha enaltecido a los humildes y ha colmado de bienes a los hambrientos!

La directora subraya que un nuevo año “para nosotros, como creyentes, es una invitación a creer y proclamar como María, que Dios va a realizar durante él obras grandes, porque su misericordia se transmite de año en año, de generación en generación, cumpliendo así la promesa hecha a nuestros padres”.

Recuerda que, cuando san Pedro Poveda buscó en los inicios de la Institución Teresiana inspiración, fuerza y confianza, “volvió los ojos a María, y en Covadonga le confió la Obra que por su pequeñez necesitaba ayuda, fortaleza y consuelo, todo lo que puede dar una mirada materna”.

“Nosotros, en estos inicios del segundo centenario, también queremos volver los ojos a María, la madre de Jesús, la mujer sencilla y humilde de Nazaret, la mujer creyente en quien la mirada de Dios encontró gracia, acogida y disponibilidad para que su Palabra se hiciera en ella carne, vida y esperanza”, subraya.

Propone a todos los miembros de la Institución Teresiana dejarse interpelar por la voz del profeta Miqueas, “y con él intuir lo que Dios espera de nosotros en este año de la justicia, situado, como no podía ser de otra manera, en el Año de la Fe que convoca a la Iglesia entera”.

En la época de Miqueas –recuerda Maite Uribe- Jerusalén “es una ciudad en la que dominan las injusticias sociales, injusticias que agrandan escandalosamente las diferencias entre los más favorecidos y los menos favorecidos, ciudad en la que las falsas seguridades religiosas muestran una religiosidad que es simple apariencia”.

“Miqueas alza su voz con valentía y coraje contra esta situación, en algunos aspectos semejante a la nuestra, y proclama 'Se te ha indicado lo que exige de ti el Señor, nada más que practicar la justicia, amar la misericordia, y caminar humildemente con tu Dios... (Miq 6,8)”.

“Estima la justicia tanto como la vida” es una frase del fundador que propone ahora la directora: “En un momento de la historia en el que la complejidad de las situaciones sociales y económicas ponen en peligro la dignidad de cada persona y el valor de la vida, esta invitación de Pedro Poveda se nos hace urgente, se convierte en una invitación programática que necesita de nuestra parte una respuesta valiente, decidida y encarnada”.

“Estimar la justicia tanto como la vida significa vivir desde las bienaventuranzas el desafío del amor, de la justicia y de la paz: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia (Mt 5,6) Es revelador que para Jesús son felices no los vencedores sino los perseguidos, no los potentes ni los poderosos sino los pobres y los hambrientos, no los conformistas sino los maltratados”, expone.

Y añade: “quiere ser una invitación a mirar el mundo con los ojos de la fe y desde las posibilidades que nos ofrece para avanzar en una globalización alternativa, para crear redes con otros, para construir desde la pluralidad, para salvaguardar la tierra que vivimos, para promover experiencias de solidaridad, de justicia y de paz. Esto puede llevarnos a preguntarnos con otros ¿Qué desarrollo buscamos? ¿Cuál es el desarrollo posible, el desarrollo justo, bueno y verdadero, que respeta los recursos limitados de nuestro planeta, los cuida y los distribuye con equidad?”.

Significa también comprometerse “a poner la tierra al servicio de todos los seres humanos: a cuidarla, a respetarla, a darle futuro para que sea la casa de todos. Esto nos pide estar atentos al poder destructivo de la crisis actual que lleva consigo entre otras cosas especulación del suelo, dificultades para la vivienda de las familias más jóvenes, cifras insostenibles de paro, distancias familiares impuestas por el trabajo, la casi obligación de emigrar buscando cobijo en otras tierras”.

Estimar la justicia tanto como la vida lleva inevitablemente a asumir en la práctica conflictos y contradicciones y esto exige lucidez, capacidad crítica para detectar mecanismos de injusticia y toma de postura desde criterios evangélicos. Es el precio que pagó Jesús y que le llevó a entregar su vida: Mi vida nadie la toma, soy yo quien la da (Juan 10, 18).

Continúa la directora exponiendo en qué se traduce la frase povedana en el hoy concreto de la vida de la asociación.

Y pide gestos concretos para expresar el compromiso con la justicia en 2013: “una búsqueda y un discernimiento en cada realidad local para encontrar y expresar a lo largo de este próximo año la respuesta a este empeño común”, así como “los proyectos sociales, los espacios de reflexión y estudio, las jornadas de la solidaridad, el voluntariado internacional y local, las ONG, foros y círculos de estudio sobre la paz, la solidaridad, los derechos humanos, etc. Seamos creativos, comprometidos y audaces”.

En esta búsqueda y en este discernimiento invita a escuchar a las generaciones más jóvenes.

Como decía Pedro Poveda, recuerda: "'Todos vamos al mismo fin, pero el recorrido se hace de manera distinta, según la edad y condición de cada uno'. Y afirma en el mismo texto: '¿Quiénes son los más valientes, intrépidos, temerarios, arriesgados? Los jóvenes. ¿Quiénes son los que tienen ideales, los que se olvidan de si, los que encienden el fuego? Los jóvenes'.

Invitando a las obras y al testimonio, Maite Uribe afirma: “Mirad cómo se aman, decían con admiración los mismos que perseguían a los primeros cristianos de África. Porque el testimonio más fuerte que podemos darnos unos a otros es el dar la vida por una causa justa, en el día a día, desde un amor humilde y desinteresado, desde un amor que se expresa en obras y en verdad”.

“Es la actitud de María a lo largo de toda su vida: vivir un amor que es acogida, entrega y servicio. María acoge al mensajero que Dios le envía para anunciarle una noticia inesperada, María acoge a José cuando la vida empieza a crecer en ella, María acoge a unos pastores sorprendidos de recibir las primicias de un anuncio; María acoge a los Magos, que se ponen en camino en búsqueda de una estrella que, sin saberlo, les llevará a Jesús. María acoge la necesidad concreta de unos esposos, que en medio de su boda, reconocen que no tienen más vino. María acoge a los discípulos cuando el miedo les hace recluirse en el cenáculo. María acoge, ama, actúa y medita en su corazón”.

“María no sólo escucha, sino que también decide y actúa. Es concreta en su actuar y acoger, sale al encuentro de las necesidades no solamente desde su propias ideas, sino desde la escucha y la atención que le permite 'conectar' con lo que los otros traen, con sus necesidades y con el paso de Dios a través de ellas”.

“El canto del Magníficat es fruto de un ponerse en camino con prontitud (cf. Lc 1,39) y fruto también de un encuentro fraterno entre dos mujeres disponibles. Encuentro que se produce desde la experiencia de la realidad y el misterio que viven estas dos mujeres. Encuentro que delata que los ojos de ambas están fijos y firmes en la Promesa de Dios, lo que les permite acoger con confianza el misterio de Dios en sus propias vidas·.

“María es una mujer sencilla, forma parte de los anawin --'resto' pobre y fiel de Israel- que proclama las maravillas del Señor y su predilección por los pequeños y los más pobres. En su canto, María nos com unica el sentido profundo de la intervención de Dios en la realidad”.

“La fuerza de su canto es fruto de la acogida, la atención y la memoria creyente, que le permiten dar un sentido global a los acontecimientos y acoger de manera vital las cosas 'grandes' que Dios ha hecho en su Pueblo en favor de los pobres, los humildes y los sencillos”, concluye.