Orífices que con paciencia y pericia repulen de las impurezas, trabajan con extrema delicadeza, y restituyen al verdadero esplendor los metales preciosos.
Con esta sugestiva imagen, el cardenal prefecto Angelo Amato describió el trabajo de cuantos colaboran en la Congregación para las Causas de los Santos.
Lo hizo en el discurso inaugural en días pasados del año académico del Studium del dicasterio para el discernimiento de los candidatos a la santidad, en la Pontificia Universidad Urbaniana.
Allí acuden los que se preparan a trabajar en las diferentes causas de los santos ya sea comofuturos postuladores o como colaboradores de la Congregación para las Causas de los Santos.
«Los santos –dijo el purpurado– son los verdaderos tesoros de la Iglesia». Por esto, quienes acuden al Studium deben ser conscientes de tener “entre las manos un capital espiritual de inestimable valor para el mundo y para la Iglesia. Vuestra competencia profesional, unida a la sabiduría evaluadora tiene el fin de emtregar a las diócesis, a las congregaciones religiosas y, en última instancia, a la Iglesia entera el don de existencias evangélicas valiosas, que son auténticas joyas humanas y espiritaules, dignas de adornar la corona de gloria de Cristo y la vestidura preciosa de la Iglesia su esposa».
Una gran responsabilidad que exige empeño y pericia porque –añadió dirigiéndose a los estudiantes- tratáis no cosas santas, sino existencias santas a estudiar, analizar y valorar con respeto y cuidado a la luz de la verdad y también de la gracia del Espíritu Santo, la caridad divina trinitaria, verdadero artífice de la santidad en la Iglesia».
En su discurso introductorio el cardenal recordó también que el 7 de octubre pasado el papa proclamó doctores de la Iglesia a los santos Juan de Ávila e Hildegarda de Bingen. Con ellos, el número de doctores de la Iglesia se eleva a 35. Y entre ellos hay cuatro mujeres.