El cardenal Josef Glemp arzobispo de Varsovia desde 1981 hasta 2006, famoso por sus llamamientos a la paz durante la ley marcial y que condujo a la Iglesia polaca durante la transición del régimen comunista a la democrácia, falleció ayer en un hospital de Varsovia.
Apenas sabida la noticia de la muerte a los 83 años del primado de la Iglesia polaca, debido a un cáncer en el pulmón, Benedicto XVI envió un telegrama de pésame al cardenal arzobispo de Varsovia, Kazimierz Nycz
El papa escribió que se une “en la oración de agradecimiento por la vida y el empeño pastoral de este benemérito ministro del evangelio”.
Y recordando su lema episcopal caritati in iustitia añadió “Este pensamiento lo ha acompañado durante toda su existencia y ha orientado su modo de pensar, de evaluar, elegir, tomar decisiones, y ofrecer las líneas de acción pastoral”.
Benedicto XVI, que seguramente conoció las presiones y persecuciones que durante el régimen soviético sufrió Glemp, definió al cardenal como “un hombre justo” y recordó que su amor por Dios y por el hombre, le sirvió “de inspiración en el difícil ministerio de guiar la Iglesia en una época en la cual significativas transformaciones sociales y políticas afectaron a Polonia y a Europa”.
Y que fue “un apóstol de la unidad contra al división, de la concordia ante el enfrentamiento, de la común construcción de un futuro feliz sobre la base de las pasadas y gozosas y dolorosas experiencias de la Iglesia y de su pueblo”.
Benedicto XVI recordó que Glemp (quien fue ordenado en 1983 cardenal por Juan Pablo II) “continuando con la obra del cardenal Stefan Wyszynski, en constante relación espiritual con el papa Juan Pablo II, con gran prudencia, resolvió tantos asuntos y problemas de la vida política, social y religiosa de los polacos”.
«He conocido con dolor –escribe el santo padre- la noticia de la muerte del cardenal Glemp y me uno a la Iglesia polaca en los rezos de agradecimiento por la vida y compromiso pastoral de este ministro del Evangelio»,
«Personalmente –concluyó el santo padre- he apreciado siempre su bondad sincera, su sencillez, su apertura y su dedicación cordial a la causa de la Iglesia en Polonia y en el mundo. Permanecerá así en mi recuerdo y en mi oración. ¡Que el Señor lo acoja en su gloria!».