Ofrecemos a los lectores la carta que ha dirigido el director de la Sala de Prennsa vaticana Federico Lombardi SJ, este 22 de enero, al director de National Geographic y a los lectores de esta publicación en relación a las matanzas de elefantes y el comercio ilegal de marfil.
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¡Querido Señor Oliver Payne, queridos amigos de los elefantes!
En los últimos días mi secretaria, la señora Cristina Ravenda, y yo hemos recibido numerosos e-mails y nos hemos contagiado por muchos de vosotros a favor del movimiento por la salvación de los elefantes. Aunque algunos de los mensajes recibidos no fueran particularmente gentiles ni profundos, muchos de ellos eran correctos y también interesantes, una verdadera invitación a la conciencia y al empeño por combatir un fenómeno grave e injustificable.
En particular, nos ha tocado el testimonio de una señora, que ha sido por mucho tiempo directora de un Parque en la República Democrática del Congo y que exhorta a hacer lo que podamos para remediar el desastre. Por eso hemos recogido la cuestión que hacía tiempo había planteado el señor Payne y sobre la que hemos hecho una investigación de elementos y consideraciones en vista de una respuesta. A decir verdad, no encontramos muchos elementos para una respuesta amplia y exhaustiva, y por esto renunciamos, estando ocupados con otros asuntos urgentes. Ahora, animados por sus e-mails, mandamos una respuesta, que naturalmente no pensamos que pueda resolver los problemas gravísimos de la masacre de los elefantes, si no de mostrar atención a la gravedad del problema e empeño para colaborar en lo que sea posible.
En primer lugar la posición de la Iglesia católica y de su enseñanza sobre la violencia injustificada en relación con los animales es clara y sencilla en sus principios generales, que se resumen a continuación.
La creación se ha confiado a las personas humanas para ser cultivada y custodiada como un don precioso recibido por el creador, y por tanto no disfruta, ni trata con violencia o se explota, sino debe ser tratada con gran responsabilidad hacia las criaturas y hacia las generaciones futuras que tienen que seguir pudiendo disfrutar de los bienes esenciales y maravillosos. Las intervenciones de los papas sobre la responsabilidad ambiental se han hecho cada vez más frecuentes en los últimos años, como consecuencia del aumento de la gravedad de las crisis ambientales y el aumento de la concienciación del impacto del hombre sobre la naturaleza.
Por ejemplo en el documento Caritas in Veritate (2009), el más importante entre los documentos recientes, firmado personalmente por el papa Benedicto XVI sobre la enseñanza de la Iglesia en el campo social y económico, hay una parte significativa dedicada a este argumento (Capítulo IV, n. 48-52). A lo que sigue evidentemente una condena moral general de las acciones que dañan al medio ambiente, a la flora y a la fauna.
En lo que respecta específicamente a los animales, las posición del pensamiento católico siempre ha sido, que aunque no tengan ciertamente el mismo nivel de dignidad y por lo tanto los derechos de las personas humanas, son seres vivos y de una perfección más elevada que los vegetales, y sobre todo los animales más evolucionados capaces de relaciones y sensaciones, de disfrute y de sufrimiento, por lo que merecen un trato respetuoso, no pueden matarse y hacerles sufrir con arbitrariedad.
A esto se refiere explícitamente también el «Catecismo de la Iglesia Católica» (un texto muy importante que recoge las principales posiciones doctrinales de la Iglesia católica) en la Sección titulada: “El respeto de la integridad de la creación” (nn. 2415-2418).
Pero también otro texto fundamental, el «Compendio de la doctrina social de la Iglesia» trata ampliamente (cfr todo el Capítulo X: «Cuidar el ambiente»), de todos estos problemas, incluida la tutela de los seres vivos y de la biodiversidad.
Como está claro, estos son principios generales que se aplican a las diferentes situaciones concretas de los miembros de la Iglesia que viven en los diferentes países y se encuentran con diferentes problemas.
Vosotros sabéis que las especies animales en peligro de extinción por la violencia y la agresividad humana ejercitada por diferentes motivos –sobre todo por intereses económicos, pero también por comportamientos irracionales- son muchas en diferentes lugares del mundo. La Convención CITES, que conocéis mejor que yo, enumera algunos miles, además de algunas decenas de miles de especies vegetales. Las autoridades eclesiásticas que sirven a la Iglesia a nivel universal no pueden, por lo tanto, multiplicar las declaraciones de carácter particular por todos los casos específicos, que a menudo se refieren a diferentes regiones del mundo, pero deben afirmar los principios por los que, en las diferentes regiones, los obispos o los fieles en su responsabilidad, traten las consecuencias más urgentes y evidentes. En ciertos países, sobre todo en África, se tratará de los elefantes, en otros de las ballenas o de los tiburones blancos, en otros por la piel de ciertos animales, etc.
Otro principio que la Iglesia católica sostiene es el del respeto de la legalidad y de la responsabilidad de los gobernantes en hacer buenas leyes para contrarrestar los delitos y esforzarse en que se respeten. Por tanto, se ve siempre favorablemente a quien trabaja en favor de normas eficaces para contrarrestar actividades delictivas y prácticas dañinas e ilegales, como caza furtiva, contrabando, comercio ilegal, etc. También en este campo es natural que las autoridades regionales o locales de la Iglesia y los católicos de los diferentes países tomen posición sobre las situaciones específicas.
Por estos motivos, mantienen que las acciones más importantes y más urgentes sean las de sensibilizar a las comunidades cristianas en los países interesados por fenómenos más graves, para que actúen en colaboración activa con todas las personas responsables y los otros miembros de las comunidades civiles en las que viven, para afrontar con decisión estos problemas gravísimos. Esto debe hacerse, si es posible, en colaboración con los fieles de las diferentes confesiones, de hecho se trata de un problema grave sobre el que los cristianos pueden y deben estar unidos, como en general en todas las problemáticas sobre el cuidado del creado, sobre los que existen muchas declaraciones importantes ecuménicas internacionales.
Un segundo aspecto, sobre el que muchos de los mensajes insisten, es el del comercio del marfil y sobre qué puede hacer el Vaticano para contrarrestar la demanda de marfil. Sobre este tema me parece que varios mensajes que hemos recibido no son objetivos y que hay confusiones que vamos a aclarar. Yo tengo 70 años y conozco bastante bien a la Iglesia católica y a las autoridades que desde Roma sirven a la Iglesia en el mundo. Nunca he sentido o leído ni una palabra que animase al uso del marfil para objetos de devoción. Todos sabemos que existen objetos de marfil también con significado religioso, en su mayoría antiguos, porque el marfil estaba considerado un material bonito y valioso, pero nunca ha habido un estímulo por parte de la Iglesia a usar el marfil antes que cualquier otro material. Nunca ha habido un motivo para pensar que el valor de una devoción religiosa está conectado a la preciosidad del material de las imágenes que utiliza. Mucho menos hay ninguna organización promovida o animada por las autoridades de la Iglesia católica para comerciar o importar marfil. Y en la Ciudad del Vaticano –es decir en el pequeñísimo Estado desde el que está gobernada la Iglesia católica–, no hay ninguna tienda que venda objetos de marfil a los fieles o los peregrinos.
En la investigación Ivory Worship, publicada en National Geographic se habla de algunos casos específicos que están relacionados con católicos, y sólo por este hecho se relaciona con el Vaticano (es
decir, las autoridades de la Iglesia que desde Roma sirven a las comunidades mundiales de la Iglesia católica).
Pero un sacerdote en Filipinas que parece tener responsabilidad en el comercio ilegal del marfil no implica absolutamente la responsabilidad del Vaticano, que no sabe nada y no tiene nada que ver con él. La responsabilidad de lo que hace un sacerdote en Filipinas es principalmente suya, y las autoridades civiles de Filipinas pueden y deben castigarle si hace tráfico ilegal, y las autoridades eclesiásticas de Filipinas deben controlar si las devociones que promueve son aceptables o condenables desde el punto de vista de la fe y de la razón.
Se habla también de la tienda Savelli, cerca de la Plaza de San Pedro. Se encuentra a pocas decenas de metros de mi oficina, por lo que sé bien de qué se trata. Es una tienda donde se encuentran muchísimas cosas, entre las que hay objetos de devoción y souvenirs de distintos tipo para turistas y peregrinos; entre los que expone hay también algunos pero pocos objetos de marfil. La tienda pertenece a un privado y no a una institución vaticana. No está dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano (y no pertenece ni siquiera al régimen llamado «extraterritorial», como las oficinas vaticanas que funcionan en territorio italiano), que sin embargo está por completo sujeto a la jurisdicción italiana y a los controles del Corpo Forestale italiano (competente para los controles sobre la actuación de la CITES). En resumen, el Vaticano no tiene ninguna responsabilidad, ni control para ejercerlo sobre la tienda Savelli sobre los otros negocios que se encuentran en el barrio cercano a la Basílica de San Pedro. Si las autoridades italianas encuentran ilegalidad, harán muy bien interviniendo. Pero pensar que aquí haya un importante centro de tráfico de marfil que haya que eliminar para salvar a los elefantes africanos no tiene ningún sentido.
Quizá se puedan encontrar casos de comercio ilegal de marfil que se utiliza en alguna parte del mundo para imágenes religiosas cristianas, usadas por los católicos. Si éstas son identificadas, serán condenadas claramente por las autoridades competentes –civiles o religiosas- pero no hay ningún motivo para atribuir al Vaticano responsabilidades que no tiene.
A veces se ha hablado también de regalos de marfil. Hace muchos años que sigo las actividades del Papa, en Roma y en sus viajes internacionales. Personalmente nunca he visto que hayan hecho un regalo de marfil al Papa ninguno de sus visitantes (son siempre de metal, cerámica, mosaicos, libros o sellos, medallas…). El artículo de NG nombra uno que hizo a Juan Pablo II hace más de 25 años al Presidente Reagan; si es verdad, es una excepción, como me confirma la persona que desde hace muchos años organiza los viajes del Papa al extranjero y que no recuerda ningún regalo del Papa en marfil. Alguna vez, pero raramente, he visto que se ha hecho al Papa un regalo en marfil. Recientemente, el pasado noviembre, el Presidente de Costa de Marfil, de visita al Vaticano, hizo al Papa un regalo de marfil de artesanía característica del país (era un juego de ajedrez y no una imagen religiosa) y mientras se lo entregaba, para evitar cualquier posible incomodidad para el Papa, le dijo explícitamente que se trataba de marfil legal.
Se ha hablado también de la adhesión del Vaticano a las convenciones internacionales contra el blanqueo de dinero y la prevención del terrorismo, para invitarlo a adherirse también a la convención CITES para la protección de la flora y la fauna. En realidad se trata de situaciones diferentes, porque en el Estado de la Ciudad del Vaticano y al servicio de la Santa Sede hay instituciones con actividades económicas y financieras significativas, mientras –como he dicho antes- no hay ninguna institución de la Ciudad del Vaticano o de la Santa Sede que tenga relación con el comercio de especies vegetales o animales en peligro. Lo que se hace por parte de los sacerdotes o instituciones católicas en el mundo en este campo esta jurídicamente sujeto a las leyes y a los controles de los países donde se encuentran, y una eventual firma de una Convención por parte del Vaticano no tendría ninguna relevancia concreta en este campo. Las únicas Convenciones internacionales a las que el Vaticano se ha unido hasta ahora por motivos de «estímulo moral» de las comunidades internacionales, para que con más urgencia conecten con su misión de anuncio del Evangelio y de paz, son sobre desarme, derechos humanos y libertad religiosa. Participar en una Convención internacional requiere personal y esfuerzo, por lo que una realidad «pequeña» como el Vaticano debe elegir en las que puede participar de forma eficaz.
Además, resalto que el mismo artículo Ivory Worship atestigua claramente que hoy el mayor desarrollo del comercio del marfil se da en países de Asia. Esto se confirma por muchos otros artículos y testimonios sobre el argumento que he podido leer. Como todos saben, a parte de Filipinas que es el único país asiático con mayoría católica, en los otros países (China, Japón, Tailandia, etc…) los cristianos son una pequeña minoría.
La caza furtiva en África la realizan generalmente las bandas criminales y a menudo militantes de grupos rebeldes que buscan financiarse con el contrabando de marfil. Entre los usos del marfil parecer ser que en Asia también está el de los productos para medicina tradicional y de muchos objetos que no tienen nada que ver con ninguna devoción religiosa, budista, hinduista o cristiana, o de otra tradición. Por todos estos motivos no es posible pensar que el Vaticano tenga a disposición instrumentos potentes y eficaces para contrarrestar la masacre de los elefantes reduciendo la proliferación del comercio ilícito de marfil.
De cualquier forma, estamos absolutamente convencidos de que la masacre de los elefantes es un hecho muy grave, contra lo que es justo que se esfuercen todos aquellos que puedan hacer algo.
Por nuestra parte podemos hacer un cierta obra de información y responsabilidad a través de algunos organismos «vaticanos». Es decir, que hoy nos esforzamos en hacer sobre todo tres cosas:
1. Llamar la atención sobre este tema desde el Consejo para la Justicia y la Paz, que es el Dicasterio vaticano encargado de estudiar los problemas conectados con la justicia y la paz, pero también con el medio ambiente; y que está en contacto con las análogas Comisiones nacionales "por la justicia y la paz» de las comunidades católicas en el mundo. Creo que la masacre de los elefantes y el comercio ilegal de marfil son argumentos que entran en la competencia de este Dicasterio.
2. Proponer a la Secciones de Radio Vaticana que preparan los programas para África (en inglés, francés, portugués y suahili) profundizar sobre este tema y hablarlo en los programas radiofónicos para animar a las comunidades eclesiásticas a las que se dirigen a esforzarse en la lucha contra la caza furtiva y el comercio ilegal de marfil, y proponer materiales informativos también para las otras secciones de la Radio Vaticana con el fin de sensibilizar a los oyentes.
3. Hacer conocer más las aportaciones de estudio de la Pontifica Academia de las Ciencias sobre temas ambientales y de biodiversidad. Son de hecho temas sobre los que la Academia Pontificia vuelve a menudo en ocasión de sus iniciativas y de sus trabajos.
No terminaremos con esto la masacre de los elefantes, pero al menos habremos colaborado a buscar concretamente las soluciones para pararla con nuestras posibilidades informativas y formativas.
Traducido del italiano por Rocío Lancho García