El padre Guillermo conoció al entonces padre Bergoglio en el año 1977 cuando era provincial de la Compañía de Jesús de Argentina. Durante todos estos años ha seguido en contacto con él. Ahora el padre Guillermo trabaja en la sección española de Radio Vaticana y ha contado a ZENIT algunas anécdotas que recuerda de aquellos años y sus impresiones sobre el papa Francisco.
¿Cuándo conoció al padre Bergoglio?
–Padre Guillermo: Yo le conocí cuando era provincial de los jesuitas argentinos. La compañía se divide en provincias que en muchos casos coinciden con los países, ahora la provincia es argentina-uruguaya. En aquel momento era sólo argentina. En julio del año 1977, él estaba en Buenos Aires y viajó a Córdoba como provincial. Yo lo vi para pedirle que quería entrar en la Compañía de Jesús; cuando uno quiere ser jesuita tiene que dirigirse al provincial. Ahí lo conocí, una persona muy afable, una persona con la que se podía hablar perfectamente sin ninguna dificultad. Como a mi me faltaba todavía un año y medio para terminar los estudios, me dijo «si me repites esto mismo dentro de un tiempo ahí veremos porque en este tiempo pueden pasar muchas cosas». Me invitó a compartir la misa que el tenía que celebrar.
En enero del 79 entré en la Compañía de Jesús, era su último año como provincial. Algunas veces celebraba la misa en el noviciado, también presidía las celebraciones más importantes que teníamos que era cuando le veíamos. Y los domingos iba al recreo del noviciado que teníamos con la gente que ya estaba en el Máximo, los filósofos y teólogos.
¿Cómo recuerda al padre Bergoglio de aquellos años?
–Padre Guillermo: En diciembre del 79 él termina como provincial. El cargo de provincial dura 6 años y después se puede ir a una misión o tener cualquier destino. En su caso, al terminar como provincial empezó como rector y formador en el Colegio Máximo. Algo muy importante es que al mismo tiempo, en el año 80 designan parroquia a la capilla que había empezado a funcionar al final del Colegio Máximo. Eran unas 10 hectáreas, en aquel tiempo porque ahora ya no existe ese terreno. El frente del Colegio Máximo Universidad de Filosofía y Teología, donde también nosotros hacíamos Humanidades; en la parte de atrás había un galpón que se dedicaba a guardar el alimento para los animales. Cuando yo entré en el 79 me destinaron a trabajar en esos barrios pobres que dan a la parte de atrás del Máximo, donde daba este galpón que ya había empezado a funcionar como capilla. Poco a poco se fue convirtiendo en una iglesia y al poco tiempo, siendo él ya rector del Máximo, le nombran también párroco. Fue el primer párroco de esa iglesia, de una parroquia de los barrios obreros de San Miguel y unos 30.000 habitantes.
Para mi es muy importante haberle tenido como rector y formador, en ciertos tiempos como director espiritual también. Esto fue hasta el año 1984 que estuve en el Colegio Máximo. Por eso ha sido muy importante para mí la parte pastoral, lo que nosotros estamos viviendo ahora con esta invitación de Francisco a salir, ir al encuentro de la gente sin barreras, como lo vive él. El no ha venido con secretario, tampoco lo tenía allá.
Recuerdo una anécdota con un chico que yo conocía en Buenos Aires, un chico que había estado metido en la droga y que escuchaba el programa de radio en el que yo trabajaba allá, me vino a visitar y quedamos de vez en cuando para charlar. Pasó un tiempo en el que no le ví y un día nos encontramos por la calle y me dijo: «He estado con el cardenal Bergoglio». Me contó que una vez pasó por la Curia, porque era cartero, y le dejó una nota porque quería hablar con él. A los pocos días, estaba en su día de descanso y estaba durmiendo y su papá le dijo que tenía un llamado telefónico, pero él no tenía ganas de responder porque estaba en su día libre, pero su papá le dijo que era el cardenal Bergoglio. Ese día el mismo cardenal Bergoglio marca el número que este chico le había dejado y él habla directamente para preguntarle cuando quiere venir a la Curia.
En su opinión, ¿qué es lo que más caracteriza a Francisco?
–Padre Guillermo: El es así, una persona abierta y siempre ha tenido esto de la atención con el otro a partir de una profundo encuentro con el Señor, una persona muy espiritual, de mucha oración. Esto que está repitiendo ahora, lo que dijo en la Misa Crismal, esa invitación a salir de sí, esa idea de que el pastor tiene que tener olor a oveja. Es una cosa que lo hemos vivido siempre lo que hemos trabajado con él, con una atención muy particular a la gente. A nosotros nos envió como estudiantes a ir a buscar chicos para el catecismo y a visitar enfermos. Teníamos el sábado por la tarde y el domingo por la mañana para ir a visitar a la gente, aunque aún no fuéramos sacerdotes, pero nos invitaba a salir para conocer a la gente. Y era una preocupación no solamente religiosa sino social porque el fundó en ese tiempo un comedor para niños donde iban muchos chicos, y en el tiempo en el que nosotros crecíamos en cantidad en el colegio Maximo, él se preocupó de conseguir algunas vacas, chanchos (cerdos), ovejas que con eso podíamos tener carne.
En ese tiempo no había becas como hubo después, entonces nosotros cuidábamos a los animales. Comíamos mucha verdura pero los chicos del comedor sí comían carne, para un argentino la carne es muy importante y él se preocupaba por eso.
También recuerdo que allí teníamos un lavarropas, donde dejábamos la ropa sucia y él lo preparaba con el jabón y nos avisaba cuando ya estaba lista para que la colgáramos. Mientras tanto nosotros estábamos estudiando. Él por la tarde pasaba para dar de comer a los cerdos. El hacía todo esto con naturalidad, no estaba separado el aspecto espiritual de las cosas cotidianas. Cuando nosotros el domingo volvíamos de las visitas a la gente, él era el que había preparado la comida.
¿Qué sintió cuando lo vio aparecer en la ventana de la Loggia?
–Padre Guillermo: Él ha sido siempre una persona muy particular, muy capaz, una persona de gobierno. Siempre entendí que el como obispo era persona de peso y también entre los cardenales. Hablé con él el sábado anterior al cónclave. Cuando el venía a Roma, yo sabía donde vivía y como tenía que pasar por la Vía de la Conciliación, en vez de llamarle y molestarle le salía al encuentro en la calle.
Como en los programas de Radio Vaticana en español tenemos más de 20 países, eran alrededor de 25 cardenales. No podíamos entrevistar a unos cardenales sí y a otros no. Además sé que él no suele dar entrevistas así que no quería molestarle. Pero el sábado anterior al cónclave quise saludarlo y estuvimos un 15 minutos caminando. Ese día me impactó su serenidad y humor, hablando de distintas cosas. Hablamos de cosas para reír y de cosas serias, pero él tuvo siempre la misma serenidad y alegría. Hablamos bastante de lo que decían los medios. Y él siempre con la misma paz, una solidez en el modo de moverse y actuar, en las cosas que se dicen, que vienen de una profunda paz interior que sé que el cuida mucho.
Siempre pensé que era una cosa posible, pero por el motivo de la edad, 76 años ya cumplidos yo pensé que no podría ser. Pero como jesuita, por nuestro voto de obediencia al papa, y en Radio Vaticana que somos la voz del papa, tenía que prepararme para cualquier persona.
Teníamos varias lenguas durante el cónclave, una hora y media de transmisión en los momentos en los que podía haber fumata, aparte de lo que son nuestros programas. Tenemos 91 minutos diarios de producción en distintos horarios. Además cuando hay una actividad especial del papa, hacemos crónicas que van por otros canales para las emisoras que nos retransmiten. Por lo tanto, teníamos que hacer la crónica de la elección del papa. Yo había decidido que para
nuestra lengua, en el momento que tuviéramos fumata blanca, yo iba al estudio y hacíamos la retransmisión hasta que apareciera el papa y un poco más después. Ese día no esperaba que llegara la fumata blanca y trabajábamos con una carpeta con información de todos los cardenales. Cuando vimos la fumata blanca comenzamos la retransmisión. Cuando apareció Tauran y dijo Jorge Mario, yo ahí no pude transmitir más, no coordinaba las ideas… sentí algo en el pecho. Después, gracias a Dios, como pasó un tiempo hasta que el salió a la ventana, me aparté, salí del micrófono, porque no podía reaccionar porque estaba muy emocionado. Empezó a hablar en italiano y me hacían señas para que tradujera, pero yo no pensaba, porque veía un conocido, entendía lo que decía y no me daba cuenta que tenía que traducir. Cuando él se apartó de la ventana puede ya reaccionar e hice una síntesis de lo que había dicho.
Lo que vimos ahí en pocos segundos fue muy significativo de su persona, después escribí un texto titulado «Francisco es así». Ha sido una emoción muy grande. Estos días estoy trasmitiendo las celebraciones, las homilías… y estoy viendo lo mismo que veía en la parroquia pero con más gente.
Por lo tanto, ¿estas primeras semanas de Francisco son una continuación de lo que ha sido como sacerdote, obispo y cardenal?
–Padre Guillermo: No tengo ninguna dificultad en verlo como párroco de Roma, o párroco del mundo, porque el siempre se ha visto como sacerdote. Cuando se presenta como nuevo obispo de Roma, se pone al mismo nivel que los demás obispos. Es obispo de Roma pero además preside en la caridad.
Cuando era cardenal le gustaba que le llamasen padre, se presentaba como sacerdote. Una vez que fui a saludarlo, pero el recepcionista me dijo «el padre está retrasado 2 o 3 minutos y pide que le disculpes». Yo le contesté que por supuesto sin problema esperaba, pero le dije «pero no le llame padre, él es cardenal», y me dijo: «pero es que él se enoja si le llamamos cardenal o monseñor».
Cuando uno está con él, se vive alguien que hace presente a Jesucristo, invita a celebrar a Cristo vivo. Salir de la sacristía para ir al encuentro de la gente. El usaba el subterráneo, él creó la vicaría para las Villas Miserias, como un espacio distinto para atender especialmente. Él después de las 6 de la tarde todos los días salía para ir a acompañar a alguno de los sacerdotes, mientras el sacerdote hacía su visita al volver, muchas veces se encontraba con que el obispo Bergoglio le había hecho la cena. También acompañaba por las noches a sacerdotes enfermos. Estos gestos hablan de este ‘salir’.
La respuesta a esta forma de hacer de Francisco ha tenido ya una respuesta impresionante. 60.000 personas en el Regina Coeli del Lunes del Ángel, la Misa Pascual con casi 300.000. Esto es una respuesta. De Argentina me llaman y me escriben para contarme que hay gente que está volviendo a la Iglesia después de un tiempo de lejanía. Una persona me ha contado que estaba peleada con el cura y había dejado de rezar y ahora me ha dicho «con Francisco me he dado cuenta que una cosa no tiene que ver con la otra, he vuelto a rezar».
¿Cuál considera que es el lado más jesuita de Francisco?
–Padre Guillermo Siempre me ha llamado la atención en él, no sólo ahora, su capacidad para poner detrás de cualquier cosa de la que habla la espiritualidad ignaciana, en la estructura del pensamiento, en la cuestión afectiva que es muy importante en los Ejercios Espirituales. El tiene ya en su manera de pensar, sentir y actuar la espiritualidad ignaciana. He compartido en estos días con otros jesuitas que no le conocían, y me han dicho que en sus homilías ven la espiritualidad ignaciana.
¿Ha tenido ya ocasión de saludarlo desde que es papa?
–Padre Guillermo: Sí, he tenido ocasión de saludarlo dos veces. El sábado de la audiencia con los periodistas, que para mí fue muy importante, y el domingo pasado, al hacer las crónicas desde el Aula de las Bendiciones, al lado desde donde se hace la bendición Urbi et Orbi. Ahí nuevamente estuve con él, incluso me dio saludos para mi madre. El día de la audiencia le di el dibujo de una nena de siete años que luego me enteré por otro sacerdote que lo tiene en su escritorio de Santa Marta. Le entregué también estampas del Cura Brochero, que es nuestro próximo beato, que será beatificado el 14 de septiembre. Yo sé que él es devoto del Cura Brochero y así puede tener y dar estampas suyas.