Que “el señor nos salve de las fantasías triunfalistas” y “perseverar en el camino del Señor, hasta el final, todos los días” son las dos ideas en las cuales se centró la homilía de papa Francisco, durante la misa de ayer viernes en la capilla de la residencia de Santa Marta.
Al comentar las lecturas del día, comenzando por la intervención en el sanedrín de un fariseo de nombre Gamaliel, reportado en los Hechos de los Apóstoles, el papa Francisco observó: “Dar tiempo al tiempo” es “un consejo sabio también para nuestra vida, porque el tiempo es el mensajero de Dios. Dios nos salva en el tiempo y no en el momento”. Y recordó que “el Señor nos salva en la historia, en la historia personal de cada uno de nosotros. No hace como un hada con la varita mágica”.
Y denunció al “triunfalismo” como una “gran tentación de la vida cristiana”, de la cual no se salvaron ni siquiera los apóstoles. Y aseveró: “El triunfalismo no es del Señor”, que vivió “humildemente”. Y que “el Señor nos enseña que en la vida no es todo mágico, que el triunfalismo no es cristiano”.
En cambio, recordó, “hay una gracia que es necesario pedir, la perseverancia, perseverar en el camino del Señor, hasta el final, todos los días”. Porque en el camino “se procede con dificultad, con trabajo, con tantas alegrías”.
El pedido es que “El señor nos salve de las fantasías triunfalistas” y concluyó invitando a recorrer “¡ El camino de todos los días en la presencia de Dios: esta es el camino del Señor, Vamos por ella!”.
Con la misa el Santa Marta el papa está teniendo la posibilidad de tomar contacto cotidianamente con tantas personas. El viernes lo hizo con las personas que pertenecen a la Librería Editorial Vaticana (LEV), a quienes saludó uno por uno al final de la misa, que concelebró con los sacerdotes dirigentes de la misma.
La LEV en los últimos días ha publicado tres libros, dos textos de Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires: “Superar los umbrales de la fe” y “Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo, hacia el bicentenario con justicia y solidaridad” y los textos de sus primeras intervenciones como papa con el título “Les pido que recen por mi”.