La calumnia que mata

Advertencia del papa Francisco para los tiempos actuales

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La calumnia destruye la obra de Dios, porque nace del odio. Ella es hija del «padre de la mentira» y quiere destruir al hombre, alejándolo de Dios. Si la calumnia es una brisa, como canta Basilio en el ‘Barbero de Sevilla’, para el papa Francisco esta es un viento fuerte.

Lo dijo en la mañana del pasado lunes 15 de abril, durante la misa habitual celebrada en la capilla de la Domus Sanctae Marthae. Entre los presentes estaban empleados y gerentes de los servicios de telefonía y de internet de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano, con el padre Fernando Vérgez Alzaga, Director de Telecomunicaciones de la Gobernación, quien concelebró. También estaban algunos miembros de la familia del cardenal argentino Eduardo Francisco Pironio, de quien se acaban de cumplir quince años de su muerte.

La calumnia es tan antigua como el mundo y ya se encuentran referencias en el Antiguo Testamento. Basta pensar en el episodio de la reina Jezabel en la viña del Naabot, o la de Susana con los dos jueces.

Cuando no se podía conseguir algo «por el buen camino, por un camino sagrado», se utilizaba la calumnia, que destruye. Y «esto –dijo el papa–, nos hace pensar: que todos somos pecadores, todos hemos pecado. Pero la calumnia es otra cosa». Es un pecado, pero también es algo más, porque «quiere destruir la obra de Dios y nace de algo muy malo: nace del odio. Y el que crea el odio es Satanás». Mentira y calumnia van de la mano, porque se necesitan mutuamente para seguir adelante. Y sin lugar a dudas, añadió el pontífice, «donde hay calumnia, está Satanás mismo».

Luego el papa Francisco tomó el ejemplo del salmo 118 que se lee en la liturgia del día, para explicar el estado de ánimo del justo calumniado, «incluso si los poderosos se sientan y me calumnian, tu siervo medita en tus decretos. Tus enseñanzas son mi delicia».

El justo en este caso es Esteban, el protomártir, a quien se refería la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles. Esteban «mira al Señor y obedece a la ley». Él es el primero de una larga lista de testigos de Cristo que han marcado la historia de la Iglesia. No solo en el pasado, sino aún hoy en día hay muchos mártires. «Aquí en Roma –añadió el santo padre–, tenemos tantos testimonios de mártires, comenzando con Pedro. Pero el tiempo de los mártires no ha terminado: aún hoy podemos decir, en verdad, que la Iglesia tiene más mártires que en la época de los primeros siglos».

La Iglesia, de hecho, «tiene tantos hombres y mujeres que son calumniados, perseguidos, que son asesinados por odio a Jesús, por odio a la fe». Algunos son asesinados porque «enseñan el catecismo», otros porque «llevan la cruz». La calumnia encuentra espacio en muchos países donde los cristianos son perseguidos. «Ellos son nuestros hermanos y hermanas –dijo–, que sufren hoy en día, en este tiempo de los mártires. Tenemos que pensar en esto».

El pontífice señaló que nuestra época se caracteriza por «más mártires que en los primeros siglos. Perseguidos por el odio: es el demonio mismo que siembra odio en aquellos que llevan a cabo la persecución».

Hablando de nuevo de san Esteban, el papa recordó que fue uno de los diáconos ordenados por los apóstoles. «Se muestra lleno de gracia y de poder –añadió–, y hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo, y llevaba hacia adelante el Evangelio. Entonces algunos comenzaron a discutir con él acerca de Jesús: si Jesús era el Mesías o no». Esta discusión, sin embargo, se convirtió en impetuosa y los que «discutían con él no pudieron resistir su poder, su sabiduría, su ciencia».

¿Y qué hicieron?, preguntó el papa. En lugar de pedirle explicaciones, pasaron a la calumnia para destruirlo. «Porque como no iba bien la pelea limpia, la lucha entre hombres de bien, se fueron por el camino de la lucha sucia: la calumnia». Encontraron testigos falsos que decían: «Este no habla sino contra este lugar, y contra la ley de Moisés, en contra de esto, en contra de aquello». Lo mismo que hicieron con Jesús.

En nuestra época, caracterizada por «tantas crisis espirituales», el papa invitó a reflexionar sobre un icono medieval de la Virgen. La Madre de Dios que «cubre con su manto al pueblo de Dios». También la primera antífona latina de la Santísima Virgen María es Sub tuum presidium.

«Le pedimos a la Virgen que nos proteja –dijo el papa–, y en tiempos de turbulencia espiritual el lugar más seguro es bajo el manto de Nuestra Señora. De hecho, es la madre la que cuida de la Iglesia. En esta época de los mártires, Ella es un poco la protagonista de la protección: ¡es la madre!».

Francisco invitó también a confiar en María, a dirigirle aquella oración que comienza con «Bajo tu amparo…», y a recordar aquel antiguo icono en el que «con su manto cubre a su pueblo: es la madre».

Traducido por ZENIT de L’Osservatore Romano del 16 de abril de 2013

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ZENIT Staff

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