La Pasionaria cantaba coplas eucarísticas en secreto con el padre Llanos

Revelaciones del libro del jesuita Pedro Miguel Lamet sobre la amistad entre dos mitos comunistas

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Ya hemos dado cuenta en este sitio del libro del escritor Pedro Miguel Lamet sobre su compañero jesuita, que pasó de falangista a comunista, en su larga vida, el padre José María de Llanos, cuya historia personal se confunde con las dos “españas” enfrentadas en la contienda “incivil” de 1936-1939. Ahora elegimos algunos pasajes del documentado volumen, editado por La Esfera de los Libros, sobre la amistad del “cura rojo” con la Pasionaria, figura mítica del comunismo. Lo curioso es que, siendo ya “dos viejitos”, estos dos mitos de la historia cantaban juntos coplas al “Amor de los amores”, se hacían regalitos como dos enamorados, y se dedicaban versos y postales, en una especie de amor platónico.

El padre Llanos fue una figura controvertida siempre, por carácter y modo de hacer. Intocable por orden del general Franco a quien dio los ejercicios espirituales. Criticado por unos y por otros, no pocas veces puso en aprietos a la Compañía de Jesús, como cuando su foto alzando el puño en un acto del partido comunista dio la vuelta al mundo.

Pero el padre Llanos, héroe de la resistencia ciudadana en los años del desarrollismo, defendiendo los derechos de los chabolistas de El Pozo del Tío Raimundo, inmigrados a la capital, tenía las ideas claras y el corazón puesto donde debía estar, centrado en Cristo. Al menos eso se deduce de su compleja existencia.

¿Y del aborto, qué?

Una vez, un periodista le preguntaba, para ponerle en un aprieto ético, sobre el aborto: “¿Y en el caso de un diputado católico y comunista ante una ley como la del aborto?” Respondía: “Si hubiera casos de esos, en que hubiera problema, por supuesto ante todo la fe. Y ante todo la disciplina de la Iglesia. Es decir, que en casos que no son de fe –como es la cuestión del aborto y otros–, si Roma se pronuncia en un sentido, yo antepongo lo de Roma. Si hubiera algo así, me saldría del partido, eso sin duda. La fe y Roma ante todo”.

Pero la gran estrella de esta época pecera de José María de Llanos –dice Lamet- sería Dolores Ibárruri, la Pasionaria, nacida en Gallarta en 1895, en una familia minera conservadora y carlista pobre. Ibárruri se interesó por la lucha obrera bajo la influencia de su marido, un militante socialista con el que se casó en 1915. Desde que pasó a la acción con motivo de la huelga general revolucionaria de 1917, entre los fervores de la reciente revolución en Rusia, Dolores Ibárruri fue adquiriendo prestigio como oradora y articulista política. Pasionaria es un término que ella utilizó antes para firmar al parecer en una hoja dominical. Hay quien dice que es en 1918 cuando publica su primer artículo en El Minero Vizcaíno y lo firma con el seudónimo de Pasionaria. Sea como sea, el apelativo elegido por ella tiene claras reminiscencias religiosas.

La escisión del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado por Pablo Iglesias, dio lugar en 1920 al nacimiento en España del Partido Comunista en el que militó Dolores Ibárruri y llegó a formar parte de su Comité Central en 1930. En 1931 se trasladó a Madrid para trabajar en la redacción del periódico del partido Mundo Obrero. Durante la guerra ascendió al segundo lugar en influencia en el partido, después de su secretario general, José Díaz.

Una vida quemada

Tras la derrota se exilió en la Unión Soviética (1939-1977). Al morir Díaz en 1942, Pasionaria le sustituyó como secretaria general del PCE, cargo del que sería desplazada por Santiago Carrillo en 1960. Mantuvo el cargo de presidenta honorífica. A su regreso a España fue elegida diputada en las Cortes por Asturias y en Madrid la conoció el padre Llanos en una fiesta del partido.

“Desde entonces no he dejado de visitarla cada quince días –escribía confidencialmente el padre Llanos–. Una mujer extraordinaria con la que hoy, a sus ochenta y seis años, me une una amistad de ancianos –no deja de traerme regalos de sus viajes a Rusia–. También vino al Pozo y en mi cuarto preside su foto como un fijo determinante de mi historia. El cura rojo, como dicen, y bien poco que he servido en mi fidelidad al partido, el cura rojo y amigo de Dolores, a quien cada quince días visito saliendo del Pozo, de donde nadie apenas me saca. Por Dolores y por mi hermana, mis salidas, ya en este estado final de una vida quemada, se reducen a ir a verlas. Y buenos disgustos que he dado a mi buenísima hermana con tanta rojez mía en esta ancianidad; pero ha terminado por encajar mi ‘desvío’ y seguimos bien unidos” (Confidencias, pp 137-138).

Benito García Roldán, chófer y recadero del padre Llanos le llevaba en coche a casa de la Pasionaria. El hermano Agustín Drake, en una de esas visitas, oyó decir a Pasionaria: “Yo era católica, pero un cura me quitó la fe y además me casé con un ateo. Mi sueño era ser maestra, pero no pudo ser. Teníamos hambre y yo cuidaba una niña tuberculosa”.

Llanos y Pasionaria rezaban aquellas tardes el padrenuestro en latín y cantaban viejas canciones religiosas, como “Cantemos al amor de los amores”.

Pasionaria ocultó 40 años una virgen y un crucifijo

Otro acto memorable que desvela Lamet es “el día en que organizaron un encuentro con dos religiosas reparadoras, fecha en que Dolores cumplía ochenta años. Estas madres de la calle de Fomento habían sido protegidas por Pasionaria, a la que le habían pedido que conservara un cuadro de la Virgen, y al parecer un crucifijo, para que no lo profanaran los milicianos. Pasionaria devolvió en aquel acto cuarenta años después las imágenes. Hay documentación gráfica del evento, en el que estuvo presente la periodista de TVE María Antonia Iglesias, aunque con un pacto de discreción” (reveló Agustín Drake al autor).

“A sorbos de café hilvanaban entre sonrisas viejos recuerdos, charlando de todo, pero principalmente sobre la justicia, ‘la obsesión de toda su vida’. Luego cantaban –ella lo hacía en castellano y vascuence–, juveniles canciones del partido”, o canciones románticas como la del amor de los reyes Alfonso XII y María de las Mercedes.

“Me enseñó –afirma el jesuita–, a mí, el cristiano cura y amigo, cómo es preciso a los noventa años vivir ‘el hambre y sed de justicia’, tal como se pedía en las Bienaventuranzas”. Se lamentaba de que en el partido, por rencillas internas, la habían dejado sola.

“Tras su fallecimiento el padre Llanos concedió una entrevista al autor de este libro sobre los doce años de profunda amistad que les habían unido, insistiendo que Pasionaria estaba en el cielo, porque tenía una fe, la de luchar por la justicia y que nunca había caído en la tentación de ‘convertirla’”.

Confesó y comulgó

“…hay datos bastantes fiables –escribe Lamet- que confirmarían que Dolores Ibárruri, de formación cristiana y creyente de corazón, se confesó y comulgó al final de su vida. Lo ha asegurado la madre Teresa, la monja excarmelita descalza que, como hemos referido, ha dedicado su vida al Pozo. Y su hija Amaya Ruiz Ibárruri: ‘Nunca encontré ninguna discrepancia entre Dolores y José María. Quiero decir que la miraba como si fuera la Virgen Dolorosa. Decía sin dudarlo: ‘Dolores tiene que ir al cielo. Estoy seguro de que allí la encontraré’”.

“Pero lo más significativo es que, cuando preguntado ante las cámaras de Televisión Española, y tras negar Llanos que pudieran participar juntos de la misma fe, acto seguido añade: ‘Por lo menos externamente no pudo ser’. Lo cual corrobora que sí compartieron de alguna manera ‘internamente’ dicha fe, pero que resultaba muy fuerte hacer público que el símbolo por antonomasia del comunismo ateo de la Guerra Civil hubiera muerto católica, por lo que ese episodio debía quedar en el fuero fuero interno del sacerdote amigo. Él guardaría siempre ese íntimo secreto.
Como una carta que hemos descubierto en sus archivos, fechada el día de Reyes de 1989. Donde, después de decirle que sabe que pide por ella ‘al partir el pan’, añade: ‘A ver si los ‘viejitos’ que somos convertimos lo que nos resta de vida en un canto de alabanza y acción de gracias al Dios-amor, como ensayo de nuestro eterno quehacer’”.

Falleció el 12 de noviembre de 1989 y fue enterrada en el recinto civil del cementerio de la Almudena. El padre Llanos escribió: “Por ello y por tu sonrisa, ¡aquella tu sonrisa para siempre en mi corazón, un beso. Y de parte de tantos”.

Para saber más: http://www.esferalibros.com/libro/azul-y-rojo-jose-maria-de-llanos/.

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Nieves San Martín

Ciudad Real, España. Diplomada en Estudios Avanzados (Universidad de Almería); máster en Sistemas y Tecnologías de la Comunicación en las Organizaciones (Universidad de Ferrara, Italia, 2006); licenciada en Ciencias de la Información, rama periodismo (Universidad Complutense de Madrid, España, 1982); licenciada en Ciencias de la Educación, mención Física y Matemática (Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Venezuela, 1971) 2º premio Inserso 1985 por el conjunto de artículos publicados en el diario YA bajo el título "Urge quitar barreras a los minusválidos"; Medalla y diploma de Cruz Roja de Madrid 1986 por "la extraordinaria colaboración prestada a la organización de los actos de la Semana de la Cruz Roja en Madrid"; Accesit de UNICEF 1989 por el artículo "La convención sobre los derechos del niño prohíbe ejecutar a menores de 18 años", publicado el 8 de septiembre de 1989, en el diario YA; Diploma por la colaboración prestada, y nombramiento de "socia protectora" de la Asociación Madrileña de Ayuda al Minusválido (Madrid, 1984). Trabajó en Roma como traductora para el Vatican Information Service (1997). Consejera técnica de la ministra de Asuntos Sociales Matilde Fernández, en el Gobierno de Felipe González, y redactora jefe del Gabinete de Comunicación de la Ministra, 1991-1993. Redactora de temas sociales y luego jefa de la Sección de Asuntos Sociales y Religión, en el diario YA de Madrid, entre 1982-1990 y 1993-1996. Redactora y coordinadora de la Sección de América Latina de la revista Vida Nueva, 1982-1983 y colaboradora y coordinadora de la sección de América Latina en la misma publicación, 1983-1987. Redactora de temas políticos y sociales de la revista Crítica, 1977-1982. Entre 1971 y 1976, profesora de Física y Matemática en Enseñanza Media, en las ciudades venezolanas de Caracas, Valencia, y Mérida. Publicaciones: Matilde Huici, la tercera mujer, Narcea SA de Ediciones, Madrid 2009; Victoria Díez, una vida entre dos fuegos, editorial Sekotia, Madrid 2011.

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