Ante una plaza de san Pedro abarrotada de fieles y peregrinos, con muchísimos jóvenes, el papa Francisco centró su reflexión del Regina Cæli en el tema de la vocación. La fecha fue propicia ante la celebración del "Domingo del Buen Pastor», y por el hecho de que más temprano había ordenado a diez presbíteros para la Diócesis de Roma.
Volviendo a sus tiempos de párroco y de catequista, el santo padre entabló un animado diálogo con los jóvenes, a quienes les pedía que respondieran al unísono a sus preguntas sobre el auténtico compromiso.
Responder al llamado
Si bien la plaza estaba enfervorizada desde el esperado «¡Buenos días!» con que el papa saluda a sus hijos en cada encuentro, esta emoción se elevó más cuando preguntó a los jóvenes: «¿Han escuchado a veces la voz del Señor, que a través de un deseo, una inquietud, los invitaba a seguirlos más de cerca?»
A un tímido «¡Siií!», el papa replicó otra vez: «¿Lo han escuchado? ¡No escucho…!» A lo que sus jóvenes le respondieron afirmativamente, con gran expectativa por saber hacia dónde los llevaba…
«¡Bien!», les sonrió, para luego ser más directo: «¿Han tenido algún deseo de ser apóstoles de Jesús?» Las respuestas fueron más tímidas, mientras muchos gritos se ahogaban en las gargantas a la espera de más motivos para salir de sí mismos.
Y la respuesta de Francisco no se hizo esperar: «La juventud hay que ‘meterla en juego’, en pos de nobles ideales».
Luego sí llegaría el momento de ser honestos… «¿Piensan en esto?» –les preguntó–, «¿Están de acuerdo?», con los que arrancó las respuestas efusivas que quería escuchar.
Pero como pastor bueno que es también él, los llevó a verdes pastos y les dejó un consejo: «Pregúntale a Jesús lo que quiere de ti ¡y sé valiente!»
La voz del pastor
Ya antes se había referido de modo muy claro sobre las palabras de Jesús en el evangelio de Juan: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno». (10, 27-30).
Según explicó, en estos cuatro versículos «está todo el mensaje de Jesús, y es el núcleo central de su Evangelio: nos llama a participar de su relación con el Padre, y esta es la vida eterna».
Porque según hizo ver a los que lo escuchaban, «Jesús quiere establecer una relación con sus amigos que sea el reflejo de la que Él mismo tiene con el Padre: una relación de recíproca pertenencia y de confianza mutua, en íntima comunión».
De este modo, Jesús sabe expresar esta profunda armonía, esta relación de amistad, con la imagen del pastor con sus ovejas: «él las llama, y estas reconocen su voz, responden a su llamada y le siguen. ¡Es hermosa esta parábola!», dijo.
Invitó luego a reconocer que «el misterio de la voz es fascinante». Porque así como desde el vientre de una madre se reconoce su voz (y la del papá), así también «por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad».
Por lo tanto, como la voz de Jesús es única, si aprendemos a distinguir(la), «Él nos guía en el camino de la vida, una vía que va más allá del abismo de la muerte».
El llamado del Padre
Hizo luego una referencia a lo que Jesús, en un momento dado, dice, refiriéndose a sus ovejas: «El Padre, que me las ha dado…» (Jn. 10, 29).
Para el papa, «esto es muy importante, es un profundo misterio, que no es fácil de entender: si me siento atraído por Jesús, si su voz enciende mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto en mí el deseo de amor, de verdad, de vida, y de belleza…»
Explicó así que esto «ayuda a comprender el misterio de la vocación, sobre todo de la llamada a una consagración especial». Porque, según dijo, «a veces Jesús nos llama, nos invita a seguirlo, pero a lo mejor resulta que no nos damos cuenta de que es Él».
Recordó también que detrás –y delante de toda vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, «siempre está la fuerte e intensa oración de alguien: de una abuela, un abuelo, de una madre, un padre, de una comunidad (porque) las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y solo en la oración pueden perseverar y dar fruto».
Pidió finalmente, en el «Día Mundial de Oración por las Vocaciones», a que lo acompañen con oraciones por los nuevos presbíteros que había ordenado más temprano para la diócesis de Roma.
«Eran diez jóvenes que dijeron sí a Jesús», fue la frase de esperanza con que animó más a sus jóvenes, quienes le respondieron coreando su nombre.
Agradecido por este gesto, el Catequista universal los exhortó más a bien a saludar al Buen Pastor, gritando también él con la plaza: «¡Jesús, Jesús!
El texto completo del papa puede leerse aquí