Francisco no es un papa que necesita de intérpretes, es un hombre que habla directamente. Su mensaje es universal y reducirlo a claves interpretativas locales es deslucirlo. Lo indicó hoy el embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Carlos Cafiero en un desayuno de trabajo con embajadores de América Latina organizado por la española Fundación Promoción Social de la Cultura, y en la cual participaron diversos embajadores ante la Santa Sede, principalmente de países latinoamericanos.
Más allá de la satisfacción como latinoamericanos por tener un papa de nuestra región, el embajador consideró que debemos tratar “de desengancharnos de algunas claves interpretativas que son propias de la política doméstica y que a veces llevan a entender equivocadamentelo que el papa dice o quiere”.
Estó, prosiguió, es “porque la clave de la política interna para analizar e interpretar los mensajes, las palabras y gestos del papa pueden ser un reduccionismo de lo que este pontificado quiere llevar adelante”.
Y concluyó que “el mensaje del papa tienen que ser interpretado en su clave universal, tal como es dado”. Eso no significa que se refiera también a nosotros “pero si lo reduzco a una clave de una situación determinada me puede llevar a un análisis superficial y a una lectura lineal que ni siquiera está en la cabeza del papa”.
“Creo que es un papa –prosiguió el embajador argentino- que está hablando claro. No es un papa que necesita de intérpretes”, estamos “acostumbrados que es un hombre que habla directamente. Y lo que Francisco dice hay que tomarlo como lo que él está diciendo”.
Reconoció entretanto “que no hay que dejarse de sentirse aludidos como cristianos o en la sociedad”.
El embajador no dio casos concretos, pero se intuye de sus palabras, que cualquier alusión que el papa Francisco hace, desde el rechazo a la corrupción, a la ayuda a los pobres, etc, pasa a ser en algunos medios argentinos como una argumentación en pro o en contra del gobierno de la actual presidenta Cristina Fernandez de Kirchner.
O hechos más concretos: alguna llamada telefónica o carta de respuesta, como al gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri en la que le indica la necesidad de construir “una sociedad cada vez más fraterna, en la que nadie se sienta extraño o postergado”.
Lo mismo la misiva del papa en respuesta de la felicitación que el presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti le había enviado. La carta, fechada dos semanas antes, fue publicada el día anterior al que la presidenta propuso una polémica reforma de “democratización de la Justicia”.
En cambio sobre el hecho de tener un papa latinoamericano, el embajador argentino indicó que es necesario “tomar con humildad esta etapa” porque es un “don de la Iglesia, que no podemos permitirnos desaprovechar”. Esa humildad entretanto “no significa que no se hayan dado pasos importantes desde el cónclave en adelante”.
Sus “gestos y palabras” son características de “una persona con formación jesuítica pero componente franciscano en su forma de conectarse con la realidad social que le circunda”, indicó.
Estos gestos conocidos, consideró que dicen “más que desde donde viene, hacia dónde va”. E indican “una confluencia no solo de una iglesia latinoameircana sino de una Iglesia más universal, una petición que ya estaba en las conferencias episcopales”.
Subrayó también el mensaje de los gestos, “que no son calculados, pero sí pensados porque forman parte de un estilo”. Y en ellos consideró el embajador, está la idea de la “colegialidad como un estilo de gobierno y como modo de acercarse”.
El segundo punto de hacia donde vamos es la colegialidad prevista como metodología de participación. “No solamente una herramienta de gobierno, sino una continuidad más explícita de lo que fue el Vaticano II”, dijo. En donde “al margen de la estructura vertical hay un camino de ida y vuelta y de diálogo que se ha abierto y con una gran posibilidad de futuro”.
“Ya en el último tiempo de Benedicto XVI –consideró el diplomático- hubo gestos que indicaban deseo de algunos cambios, como cuando presentó la renuncia”. También porque su lucha contra los abusos sexuales, se volvió más profunda, no porque sea una lucha solo suya, sino que se realiza dentro de la colegialidad y por lo tanto con más fuerza. “Porque la colegialidad es un modo de fraternidad en clave de gobierno”.
Y hay otros ejemplos de Benedicto XVI –consideró el embajador– como los temas sociales, la interpelación a los poderes públicos, etc. “Eso, de un estilo más individual, ha girado hacia un estilo de colegialidad». Y esto quita “la sensación de que si algo era de un papa, otro lo pudiera cambiar, porque en cambio con la colegialidad se da más fortaleza, porque está conectado a las conferencias episcopales”, consideró.
«Y probablemente –concluyó sobre este tema– las decisiones que se toman en la colegialidad, en la consulta, en el diálogo dan el espesor de los tiempos en los que se viven”.