«Cuando he visto a Jorge Mario Bergoglio asomarse a la Logia de las bendiciones de la basílica de San Pedro, pensé estar soñando. Dije ‘me he dormido y veo cosas que no son reales». Después me di cuenta de que era verdad y entonces se me cayeron las lágrimas de los ojos, y pensé «¡que te han hecho querido amigo!».
«No pasaron ni diez minutos cuando los periodistas estaban en la puerta porque querían saber. Me sequé las lágrimas y fui a celebrarlo entre la gente»
Así monseñor Eduardo Horacio García ha contado a los periodistas presentes al XXXVI Asamblea Nacional de los grupos y comunidades de la Renovación Carismática Católica reunidos en Rímini, cómo vivió los primeros momentos de la elección de papa Francisco.
Monseñor García es obispo auxiliar y provicario general de la Archidiócesis de Buenos Aires, conoce a Bergoglio desde hace veinte años, y en los últimos diez años han trabajado codo con codo.
Antes de salir hacia Roma, Bergoglio le pidió que le encontrara una habitación en la residencia para sacerdotes ancianos, ya que había concluido también su encargo como arzobispo de Buenos Aires.
Entrevistado por ZENIT monseñor García ha explicado que también en Argentina se ven los frutos de la elección del papa Francisco, con un número impresionante de personas que llenan las iglesias, gente que, después de tantos años, va a confesarse, vuelve a confesarse, pero la gente no está tan impresionada como en Europa por el estilo de vida del papa Francisco, porque es exactamente el modo de comportarse del arzobispo de Buenos Aires.
En la capital argentina es bastante común encontrar obispos, sacerdotes, religiosos, viajar en autobús o metro, ir a hacer la compra en los supermercados.
La cualidad más grande del papa Francisco es la humildad, en tantos años que ha sido arzobispo de Buenos Aires no ha celebrado nunca un Jueves Santo en la diócesis. Ha ido a lavar los pies, bendecir, confesar a los hospitales, en las cárceles, en los manicomios, en los hospicios.
«El papa Francisco es un hombre no un faraón –ha explicado monseñor García- un hombre de Dios, un hombre sencillo que conoce la realidad de la vida, que ha vivido y compartido la humanidad de la gente, un papa que saluda, buenos días, buenas noches, que desea buen apetito, no solo porque es educado, sino porque es un misionero que practica su ministerio de estar cerca de la gente».
«En Roma todos están impresionados con su forma de actuar, pero Bergoglio no cambiará su modo de hacer, él testimonia la buena noticia, el papa no es un faraón que vive en la pirámide, es un hombre fiel a su modo de vivir. Él es así. Y continuará a comportarse según lo que es».
En relación a como gobernará la Iglesia universal, monseñor García, ha dicho «esperamos y veremos». En lo que se refiere al gobierno de la diócesis de Buenos Aires, monseñor García ha dicho que todo comenzó en 2004, cuando después de haber desarrollado la misión postjubileo, todos se preguntaban ¿y ahora qué hacemos?»
Algunos proponían hacer un Sínodo, un congreso nacional. Bergoglio propuso sin embargo iniciar un camino escuchando al pueblo. Y lanzó una misión permanente que continuara llevando a los sacerdotes a las calles, fuera de las iglesias. Invitó a salir y a entrar en contacto con la gente. Decía que «para hacer de la ciudad un gran santuario, es necesario estar en las calles». Buscar a los últimos, cuidar a los que sufren, acompañar a los pobres y los débiles, acercarse a confesar a los pecadores, convertir corazones. Esta es su idea de Iglesia.
Lo mismo que propus en 2007 en el encuentro del Episcopado Latinoamericano (CELAM) que tuvo lugar en Aparecida. En esa ocasión, el cardenal Bergoglio era el relator general y propuso exactamente lo que estaba haciendo en la Archidiócesis de Buenos Aires.
En relación a cómo el papa Francisco reformará la Curia Romana, monseñor García, ha dicho que no lo sabía, y también ha recordado haber leído un artículo de 1931 en el que entonces ya se pedía un reforma radical de la Curia.
¿El ser elegido papa, ha cambiado al cardenal Bergoglio? A esta pregunta, monseñor García ha dicho que el único cambio evidente es que cuando estaba en Buenos Aires no reía mucho, es más, mantenía una actitud seria y determinada, sobre todo con sus colaboradores, mientras que ahora desde que es papa su felicidad es más evidente en más ocasiones, su alegría y gozo.