¿Qué grado de uso real tienen las redes sociales en nuestro mundo y concretamente entre los jóvenes? ¿Cuáles son los hábitos que se están dando en ellas?
¿Son realmente un peligro del que huir o una oportunidad que aprovechar? ¿Cuál es la llamada que nos hace la Iglesia en este sentido? Estas son algunas de las preguntas que pretendo responder hoy.
Los más jóvenes quizás ni lo sepan pero hace sólo 54 años que se creó internet. Yo tampoco había nacido cuando ARPANET creó la primera red en 1959. Diez años más tarde apareció el primer enlace entre la universidad de UCLA y Stanford, en Estados Unidos. Y diez más, fue la primera demostración pública de ARPANET. Hasta que en 1990 se crea el lenguaje HTML. Ya en 2006 Internet alcanzaba los cien millones de usuarios. Toda una evolución de ritmo vertiginoso.
Uso joven de las redes sociales
El mundo tiene aproximadamente siete mil millones de habitantes. De esos, casi dos mil millones y medio utilizan internet, según datos de Internet World Stats. La mayoría de ellos son gente joven. La Universidad Camilo José Cela de Madrid realizó en 2011 un estudio sobre los hábitos en la red de 6.143 jóvenes de entre 12 y 17 años de seis países.
Las conclusiones a las que llegó fueron, en síntesis, que entre el 80% y el 90% de los jóvenes emplean las redes sociales; el medio para conocerlas y entrar fueron sus amigos; usan principalmente Facebook, aunque cada vez más Twitter; más del 40% las usa más de una vez al día y las tiene abiertas mientras están en Internet; su finalidad es principalmente mantener contacto con sus amigos reales, etcétera.
Ética y riesgos en el uso de las redes
Según una encuesta de Intel, realizada en septiembre de 2012, sobre ética del uso de las redes sociales, al 57% le molesta el lenguaje soez, al 54% la distribución de fotos explícitas o inapropiadas, al 55% la publicación de información trivial cotidiana. En la red los hombres prefieren parecer más inteligentes, divertidos o excéntricos; y las mujeres más guapas y simpáticas. El aspecto físico que muestran unos y otros muchas veces no coincide con el cotidiano o real. La gente prefiere parecerse al yo virtual de sus perfiles que al yo real.
Quizás todas estas sean algunas de las razones por las que existe más literatura sobre los riesgos que sobre las oportunidades de la red. En el campo religioso no faltan los que opinan que las redes sociales influyen negativamente en la vida espiritual de las personas, que se pierde humanidad y que incluso sirven para menoscabar la vida religiosa.
Muy diferente a la propuesta que el papa Benedicto XVI hacía a los cristianos en sus últimos mensajes de las Jornadas de Comunicación en la Iglesia, donde presentaba estas redes como una oportunidad para llevar el evangelio al ya conocido como Continente Digital.
Cambio de paradigma y de mentalidad
Lo cierto es que las redes sociales se pueden interpretar actualmente, como el mismo fenómeno que hace siglos preocupó a muchos con la aparición de la imprenta. Mucha gente podía “engancharse” a los libros, leer “cualquier cosa”, y empezar a pensar más por sí mismos, porque los libros se abarataban y pasaban a estar más al alcance de todo el mundo.
Internet, y concretamente las redes, nos permiten hoy romper las fronteras, conocer de primera mano el pensar y el sentir de la gente, llegar y leer opiniones muy diversas a las que siempre hallamos oído, y además, ser influidos e influir en un mundo mucho más amplio. Visto así es un riesgo.
Parece claro que usadas a lo loco, sin estrategia ni sentido, sí pueden convertirse en un medio por el que hacernos daño y dañar a amigos y desconocidos. Pero vistas no como un medio, sino como un lugar, como el Sexto Continente o el Continente Digital, se vuelven una responsabilidad y una oportunidad para evangelizar.
Un joven que las use mal perderá su tiempo y posibles trabajos o becas. También amigos, el vivir en paz, oportunidades, ser tenido en serio, coherencia o profundidad… ¡y solo conseguirá sentirse mal consigo mismo! Pero es exactamente igual que todo mal hábito en esta vida.
Poder e influencia de las redes
Las redes sociales no son buenas ni malas, son un lugar donde conviven, intercambian e interactúan millones de personas a las que nunca llegaríamos sin la tecnología actual. Y lo que es evidente, es su inmenso poder. Basten algunos ejemplos: el ‘15M’ español, la primavera árabe, la amnistía a Miguel Montes, la oración de más de 6.000 personas por una chica accidentada (@aupacova), la retirada de la publicidad de un programa basura de TV, etc.
Si tenemos en cuenta la teoría de los seis niveles de separación de Standley Milgram (1997) y la de los tres grados de influencia de James Fowler (2009), entenderíamos mucho más rápido la responsabilidad enorme que como católicos tenemos de estar presentes, de evangelizar el Continente Digital y de ser testimonio de lo más valioso que hemos recibido en nuestra vida: Jesucristo.
“Tú puedes cambiar el mundo”… Hoy más que nunca es posible. Pero necesitamos: alfabetización digital; responsabilidad en tiempo y contenidos; claridad en el objetivo, y madurez y equilibrio… Como en la mayor parte de las cosas importantes de esta vida.
Una orientación final
Con motivo de la próxima 47 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del 12 de mayo, el papa Benedicto XVI reflexionó sobre este tema, y nos lanzó un desafío: «Las redes sociales son el fruto de la interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las dinámicas de la comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión atenta de este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa dentro del mismo.»
*Xiskya Valladares es religiosa de la Pureza de María y cofundadora de iMisión.org