Santuarios de España: Santiago de Compostela

Una peregrinación de tradición milenaria a la tumba del apóstol

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Iniciamos esta sección, que tendrá una periodicidad mensual, con la propuesta de visitar, aunque estemos en el mes mariano, Santiago de Compostela. Es especialmente recomendable porque supone muchas cosas a la vez: el reinicio de una espiritualidad cristiana de peregrinación, la formación de la identidad europea, –“la europeización de Europa” en opinión del historiador medievalista Bartlett- cuyos ingredientes son una sociedad feudal, la importancia del derecho en la organización de la convivencia sociopolítica, una cultura y un estilo artístico unitario expresión plástica de creencias, pensamientos y sentires comunes: el románico. Posiblemente los peregrinos no tenían conciencia de todo ello, pero con su peregrinar hicieron historia. A través de los caminos de peregrinación se conocen, se asumen y se difunden ideas, costumbres, creencias, mitos, afanes, cultura, etc. Así pues Santiago de Compostela puede ser un buen comienzo para nuestro propósito.

Han sido muchos los peregrinos, creyentes o no, que han transitado por los caminos de Santiago. Y desde finales del siglo pasado ha habido un incremento espectacular, sobre todo en los años jubilares (que tienen lugar cuando la festividad jacobea coincide en domingo). Para todos, creyentes y no creyentes, peregrinar, salir de su tierra –geográfica e interior- hacia una meta, caminando lenta y como sin tiempo tasado, en contacto directo con la naturaleza, oyendo el sonido del agua, del viento o el canto de los pájaros o sencillamente el silencio; oliendo la tierra mojada o las mil plantas que crecen en montes, oteros y praderas; viendo la infinidad de formas y colores del paisaje; degustando los frutos de temporada recién cosechados y palpando tantas y tan diversas texturas de la naturaleza, se descubren nuevas sensaciones y emociones, se restablece una vinculación afectiva con la tierra y se trasciende hacia horizontes superiores. También hoy peregrinar puede ser una experiencia inolvidable.

La ciudad de Santiago de Compostela está situada en el Finisterre europeo. Y hasta allá llega el camino de peregrinación. ¿Con qué intención se lanza la idea de peregrinar y por qué prende en el pueblo con tanto éxito Santiago como meta de peregrinación? ¿Sobre qué restos históricos se fundamenta la certeza de que los restos del apóstol Santiago yacen en Compostela? ¿Por qué es precisamente entre 820/830 cuando comienza, en detrimento de Roma o Jerusalén?

Hay unos hechos históricamente probados a los se han adherido no pocos mitos y leyendas. No es este el lugar de profundizar en esta cuestión. Lo interesante es poder contemplar hoy la impresionante obra madurada al calor de creencias religiosas, mitos, leyendas, ilusiones e intereses políticos capaces de concitar la imaginación, creatividad y maestría de los mejores genios de sucesivas épocas. Ahí está ahora para nuestro disfrute y reflexión. Acaso no le falta para su culminación más que recreación e interpretación en nuestro interior.

En el origen, una tumba

Puesto que la tumba es el origen de la catedral y su peregrinación, empecemos por ahí, por la visita a la catedral.

Allá por el lejano 813, en territorio inconquistado por el islam, se produce un misterioso descubrimiento: un cementerio de origen romano, mantenido en sus funciones durante el período suevo y visigodo. Pero para entonces ya estaba abandonado, si bien no del todo desconocido. Está ubicado en un lugar de importante desnivel, cercano a un antiguo castro. Dato significativo, puesto que la construcción de la catedral va a suponer un esfuerzo añadido. Hubo que realizar un gran desmonte (¡de un terreno granítico y sin excavadoras!) en la cabecera del templo para hacer coincidir el emplazamiento del altar mayor con la tumba y elevar el nivel en los pies. Otro tanto sucede con las naves de crucería. Ha de subirse una buena escalinata para entrar al recinto por la puerta meridional (Platerías) y la misma solución para salir por la puerta norte (Azabachería)

El momento histórico del descubrimiento es igualmente sugerente para nuestra reflexión. Coincide con la etapa de despliegue esplendoroso del Califato de Córdoba que llegará hasta la muerte de Almanzor. No es de extrañar pues que los cristianos utilizasen los recursos más diversos para su defensa: desde amurallar el pequeño villorrio hasta atraer monjes benedictinos que se encargasen de vigorizar el cristianismo y echar a andar la conveniencia espiritual de peregrinar a lugar considerado sagrado desde la antigüedad, donde fue enterrado el apóstol fogoso y dispuesto a conquistar un lugar de honor a la derecha de Jesús en su reino celeste.

De principios del siglo XII, es tal la afluencia de peregrinos que se hace necesaria la construcción de un templo más amplio y acorde con la idea de victoria. Es la mejor recompensa y propaganda que puede hacerse en el momento. El nuevo templo es causa-efecto de los cuantiosos aportes de peregrinos, de burgueses (lo demuestra la existencia de la tumba de un banquero en la capilla axial del ábside, la más antigua), del clero y hasta de reyes. Para facilitar el peregrinaje, el monje benedictino Aymeric Picaud escribe la primera guía del peregrino, incluida en el Códice Calixtino. Además de consejos espirituales, incluye descripción detallada del camino, hospitales, hospederías, etc. Se trata sin duda de la primera guía turística.

Las investigaciones arqueológicas de mitad del siglo pasado han puesto al descubierto la existencia de varias tumbas en el subsuelo de la catedral, una de ellas de arcosolio, modelo de enterramiento de origen paleocristiano reservado para mártires.

Hubo dos basílicas anteriores a la actual. La segunda quedó arrasada, como toda la ciudad, en la razia de Almanzor de 997. La actual, la tercera, es muy superior en dimensiones, materiales constructivos y decoración a las anteriores.

La actual basílica

Se inicia la construcción en 1075, a iniciativa del obispo Diego Peláez y con el apoyo generoso de Alfonso VI (el vencedor de los musulmanes en Toledo en 1076), bajo la dirección del Maestro Bernardo el Viejo, al que sucede enseguida el Maestro Esteban. Junto a ellos son merecedores de nuestro recuerdo el obispo Gelmírez, impulsor del genial Maestro Mateo, artista creador del Pórtico de la Gloria (1188), y ya en el barroco al arquitecto Casas Novoa, autor de la escenográfica fachada del Obradoiro.

El nuevo templo ha de responder a las necesidades de la gran afluencia de peregrinos: facilitar su visita a la tumba, hacer posible las celebraciones litúrgicas de grupos y comunidades y dar cobijo al menos a las mujeres y los niños durante la noche. Nace así la planta de peregrinación, común con otros tantos templos contemporáneamente edificados a lo largo de los 4 caminos principales de peregrinación por Francia y España, tales como la Magdalena de Vezelay, Santa Fe de Conques, San Martín de Tours o San Saturnino de Toulouse. A las iglesias de planta basilical se le añade un deambulatorio (prolongación de las naves laterales rodeando el altar o capilla mayor de manera que se facilite la circulación y visita a la tumba) y tribuna (espacio abierto a la nave central construido sobre las naves laterales donde podían descansar las mujeres y los niños). Estas soluciones prácticas se completan, en el caso de Santiago, con el uso del botafumeiro.

La felicidad de llegar

La contemplación de la catedral de Santiago de Compostela produce en el espectador, y no digamos en el fiel cristiano, un estado de admiración y de serenidad placentera debidas, en buena medida, a la armonía de proporciones (22 m. de altura, por 92 de longitud, con bóveda rítmicamente dividida por los arcos fajones); la esbeltez (resaltada por el efecto óptico del peralte de los arcos); la elegancia sin menoscabo de fortaleza (destacadas por la finura de las columnillas y la delicadeza del esculpido a la vez que la robustez de la pi
edra granítica); por la luz suficiente pero generadora de un halo misterioso en fin. Se siente algo así como un estado de felicidad haber llegado hasta allí, por estar allí, formando parte de una humanidad que, urgida por su anhelo de paz interior y exterior y por sus creencias hace tales maravillas.

La entrada al templo, puede hacerse por cualquiera de las puertas. Es impactante, al menos para mí, la entrada por la puerta del Obradoiro. La vista del Pórtico de la Gloria en primer término y percatarse de la armonía de proporciones del templo en su conjunto es sobrecogedora . Así y todo, la elección de la puerta para empezar la visita puede responder a circunstancias múltiples: la hora del día, a razones históricas, religiosas o sencillamente de oportunidad. Si es por la tarde es muy aconsejable empezar por la puerta de poniente, ya que es posible que esté iluminada por los rayos dorados del sol vespertino; si a mediodía, por la puerta de Platerías; si es Año Jacobeo por la Puerta Santa o por la puerta de la Azabachería, la utilizada históricamente por los peregrinos.

Exteriormente, destaca la fuerza ascensional, lumínica y riqueza decorativa de la fachada del Obradoiro. Se construye en el siglo XVIII, a partir de la modificación que había sufrido ya en el siglo XVI, y con el objetivo de proteger el Pórtico de la Gloria. Sus grandes ventanales favorecen la iluminación del interior a la vez que responden a la plástica barroca. Es llamativa la transformación que Casas Novoa, su arquitecto, consigue en las torres de Las Campanas y de La Carraca (a la izquierda y la derecha de la fachada respectivamente) de románicas a barrocas, rompiendo la rotunda uniformidad del muro y dándoles un aspecto más movido mediante la colocación de pilastras, de balaustradas y cubiertas cupulares todo ello salpicado de figuras de santos y santas y guirnaldas frutales.

Llamativa es igualmente la cuádruple escalinata, constituida por dos brazos quebrados y enfrentados con dos escaleras paralelas cada uno de ellos.

Ya en el interior es realmente admirable el Pórtico de la Gloria por su temática y su traza, obra del genial y adelantado a su tiempo Maestro Mateo, quien en 20 años (de 1168 a 1188) ideó, dirigió y realizó tan ingente labor.

El tema es un compendio de la Historia de la Salvación según la Biblia y la tradición de la Iglesia Católica, que puede ser leído de abajo a arriba y de izquierda a derecha. Del pecado (los monstruos de las basas) a la salvación ganada por el Salvador (más Señor que Pantocrátor, aunque flanqueado por los Tetramorfos) que aparece rodeado de los símbolos de la Pasión y los 24 ancianos del Apocalipsis, colocados de forma radial en el arco superior. Figuras vivas, que parecen estar expectantes y ocupados en afinar sus instrumentos musicales de cuerda o percusión para interpretar el Cántico Nuevo.

Se trata de una obra magistral por la lograda síntesis de la Historia de la Salvación, con toques narrativos e incluso humorísticos, y la genialidad y destreza técnicas de muchas de las figuras (se nota la mano del Maestro Mateo particularmente en muchas de ellas, por ejemplo Santiago o Daniel). En el humanismo que respiran las figuras, la expresión de sentimientos, los detalles de naturalismo inspirados en la sociedad de su época (instrumentos musicales, empanada gallega, etc.) la manera de transparentar la anatomía humana a través de las vestiduras, la colocación paralela de las escenas en las arquivoltas de la izquierda, la finura del esculpido de pliegues, barbas, etc. queda `patente una nueva mentalidad, unos valores estéticos nuevos, todo ello expresión de un estilo artístico aun por venir: el gótico.

En otro orden, pero igualmente interesante es la decoración de la puerta de Platerías. Por ser la puerta del mediodía el tema es Jesús, su vida y sus milagros reflejado en los tímpanos de las dos puertas. Encima de ellas un friso interesante, pero formado por un conjunto de figuras procedentes de otros lugares y que pertenecen a distintas épocas. Destaca muy particularmente por la técnica el rey David situado en el muro de la izquierda de la portada.

La Puerta Santa, en la plaza de la Quintana de los muertos, es del siglo XVIII .Se abre en el muro que oculta el ábside. Está decorada con figuras procedentes del coro de piedra, obra del Maestro Mateo, actualmente en el museo catedralicio. Sólo se abre el Año Santo Compostelano.

La grandeza de la catedral podría oscurecer otros muchos monumentos que se extienden por la ciudad. Cada uno de ellos, no obstante son excepcionales desde el punto de vista artístico.

Otros monumentos

De estilo románico cabe destacar la parroquia de los peregrinos, conocida como la Corticela, dentro de la propia catedral. Y fuera pero al lado, el palacio de Gelmírez, cuyo Salón de Fiestas y Comidas se cubre con unas tempranas bóvedas de crucería que se apoyan en ménsulas decoradas con escenas de un banquete de bodas reales, quizás de Alfonso X y Dª Berenguela. O el singular monasterio de Santa María del Sar, a orillas del río Sar a las afueras de la ciudad.

De finales del gótico, con fachada plateresca y patios renacentistas, el Hospital de los Reyes Católicos, hoy uno de los hoteles de lujo más importantes de la ciudad. Este hotel mantiene la obligación de alimentar a un reducidísimo número de peregrinos cada día…. ¡¡¡Si hay suerte, puede ser toda una experiencia!!!. Este edificio está ubicado en la grandiosa plaza del Obradoiro.

En la misma plaza, frente al Hostal de los Reyes Católicos, el colegio de San Xerónimo, construido en el siglo XVII, al que se le añade la portada románica del edificio antiguo.

Finalmente, cerrando la plaza del Obradoiro, el palacio de Raxoi, actual sede de la presidencia de la Xunta y del Ayuntamiento y Seminario en su origen, de estilo neoclásico.

Buen exponente del Renacimiento, el Colegio Fonseca, a espaldas del colegio de San Xerónimo, en un pequeña y bella placita.

Representativo del barroco, no puede dejar de visitarse el Monasterio de San Martiño Pinario, o el Monasterio de Antealtares, cuyo imponente muro cierra la plaza de la Quintana dos Mortos.

Algo más alejado, el enclave multifuncional de Bonaval, donde convergen el Centro Gallego de Arte Contemporáneo (arquitectura del siglo XX, obra de Álvaro Siza); la iglesia de San Domingos (gótico tardío) utilizada para exposiciones temporales; el Panteón de Gallegos Ilustres y la impresionante escalera helicoidal triple (barroca, de Andrade).

Bulliciosas rúas

Es todo un placer pasear por las bulliciosas rúas del Franco, del Villar y Nueva. En ellas se mezclan los estudiantes universitarios con los turistas y los paisanos que llegan a la capital a hacer sus gestiones administrativas, consultas médicas y compras extraordinarias. En cualquiera de ellas podemos encontrar donde reposar y reponer fuerzas en alguno de sus múltiples bares y restaurantes.

Santiago de Compostela es en la actualidad la Capital de Galicia y Sede de los organismos gubernamentales, a cuyo socaire se ha expandido enormemente la ciudad. Se han formado barrios con un urbanismo abierto y moderno, anchas avenidas y algunas plazas. Edificios funcionales y de trazas quizás algo descontextualizadas. Pero bien merecen una visita si aún quedan tiempo y fuerzas para ello.

Dónde albergarse y comer

La oferta de plazas hoteleras y de restaurantes es innumerable. Desde hoteles de reconocido prestigio, clásicos pero confortables y modernizados, como el Hostal de los Reyes Católicos o el Hotel Compostela, a los de reciente construcción, como el Trip Santiago o el Husa Ciudad de Compostela. Los hay también económicos, como la Hospedería San Francisco, la Hospedería de San Martín San Martín Pinario o las funcionales dependencias del Burgo de las Naciones. A 8 Km. de la ciudad una buena opción es el Pazo de Xan Xordo.

¿Dónde comer? Si incontables son
las posibilidades de alojamiento, mayores aún son las que ofrece la restauración. El clásico y reconocido restaurante Vilas o su Anexo-Vilas, o el Mesón Enxebre, versión relativamente asequible que ofrece el Hostal de los Reyes Católicos; a las casas de comidas y restaurantes populares de las rúas del Franco o la Raiña.

¿Qué comer?. Son famosos los mariscos y pescados gallegos: de los centollos y vieras al rodaballo y la lamprea. No menos tradicional son sus empanadas. O la variedad de quesos, que pueden adquirirse directamente de los paisanos en el mercado municipal. El caldo y el lacón con grelos. O la famosa tarta de Santiago. Todo ello regado con el humilde ribeiro o los aristocráticos “albariños”. Y finalmente no debe dejarse Galicia sin probar la “queimada”, antaño remedio de los males más frecuentes.

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Isabel Marín Marín

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