Las lecturas del domingo 15º del Tiempo Ordinario, con las que hemos comenzado esta semana, nos invitan a una mayor caridad y piden un corazón amable, es decir, lleno de piedad y misericordia con los demás.
En la primera (Dt 30,10-14) se nos dice que el motivo de nuestra caridad es la Ley de Dios, que nos corresponde, está muy cerca y es practicable. Cómo debemos ejercerla, dónde y cómo está el prójimo que nos necesita es lo que nos explica Jesús en Evangelio con la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37). Esta acción encuentra su cumplimiento más pleno en Él, de quien viene la verdadera reconciliación, para quien todo fue hecho (segunda lectura en Col 1,15-20). Por último, el salmo 68 es la respuesta agradecida de nuestra débil humanidad a Dios por su compasión salvadora.
No sólo las lecturas sino también dos fiestas en esta semana solicitan nuestra atención a la oración, a los enfermos y necesitados.
El mismo domingo 14 tenemos al buen samaritano encarnado en San Camilo de Lelis, patrono de los enfermos, hospitales y personal sanitario. “¡Más corazón en esas manos, más corazón! decía frecuentemente. La familia camiliana por él instituida sigue sus pasos, hoy en día también, para encontrarse con el prójimo a Jesús y realizar con Él obras de misericordia, curar a los enfermos y asistir a los necesitados.
El 16 de julio tenemos a Nuestra Señora del Carmen a la que pedimos su protección maternal especial para la gente del mar (o de la mar). También, según la devoción del escapulario del mismo nombre, tenemos que tener presentes a las benditas almas del Purgatorio por las que no debemos dejar de rezar cada día, porque nadie está libre de la necesidad de purificarse.
Si en este verano tenemos ocasión de contemplar una imagen de Nuestra Señora del Carmen pensemos en la unión entre caridad y fe, como nos dice la última encíclica Lumen fidei al final de su número 51: “Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios.”
A nuestros niños y jóvenes les hacen falta constantemente los buenos ejemplos para poder reconocer qué y porqué han de ser mejores. No basta con decírselo, porque les educa mucho más lo que ven que lo que oyen. Nuestro trato amable (o no) con los demás es un espejo donde ellos pueden contemplar nuestra humanidad, y desde ahí poder conducir la suya. Y con Dios, cuidar el trato de amistad con Aquel que sabemos nos ama. Recordemos a todos la llamada de esta semana a una mayor caridad y oración.