Hoy el santo padre fue a encontrarse con las periferias a las que tantas veces hace referencia. La visita a la Comunidad de Varginha ha protagonizado uno de los momentos más emocionantes hasta ahora en esta semana de la juventud. Al llegar le han regalado un collar de flores que se ha puesto mientras iba saludando a los primeros fieles que se ha encontrado.
El papa llegó acompañado por el padre Marcio Queiroz, párroco de la comunidad, del vicario parroquial y de la superiora de los Misioneras de la Caridad. No es la primera vez que un representante de la Iglesia visita esta comunidad. En 1972, la Madre Teresa de Calcuta visitó el lugar, y desde entonces, la zona cuenta con el trabajo de esta congregación religiosa, que trabaja en la evangelización de los niños y el apoyo a las familias.
Al llegar, el santo padre ha visitado la iglesia de san Jerónimo Emiliani, considerado patrón universal de los huérfanos y los jóvenes abandonados. Allí el papa ha bendecido el altar y a continuación ha regalado un cáliz a la parroquia.
Y a pie se ha dirigido hasta el campo de fútbol, donde le esperaba una gran multitud emocionada y entusiasmada. Nada más salir de la parroquia, un grupo de niños le ha entregado una bufanda del equipo de fútbol San Lorenzo, lo que ha provocado una gran sonrisa por parte del papa. Ha continuado su camino saludando y bendiciendo sin preocuparse demasiado de la lluvia. Se ha detenido en casa de una familia, en la que ha pasado unos minutos en total intimidad, sin fotógrafos y sin cámaras.
Ya en el escenario que le habían preparado en el campo de fútbol, un joven le dirigió un saludo al papa, hablando sobre la difícil situación que se vive en las favelas y de la fortaleza de las personas que allí viven por salir adelante. Ha señalado que «en la vida, Dios está siempre presente y fortalece a su pueblo en la presencia de un nuevo amanecer».
Discurso del santo padre
El santo padre ha comenzado su discurso mostrando su cercanía con los brasileños diciendo que «habría querido llamar a cada puerta, decirles «buenos días»». Ha comentado la acogida que sintió desde el primer día de su visita y ha añadido que «cuando somos generosos en acoger a una persona y compartimos algo con ella —algo de comer, un lugar en nuestra casa, nuestro tiempo— no nos hacemos más pobres, sino que nos enriquecemos».
Fueron contundentes sus palabras sobre la solidaridad: «Y el pueblo brasileño, especialmente las personas más sencillas, pueden dar al mundo una valiosa lección de solidaridad, esta palabra solidaridad es a menudo olvidada u omitida, porque es incómoda, parece casi una palabrota».
E hizo un llamado a los poderes públicos y a los que tienen más recursos: «que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario». Muy claro también ha sido el santo padre al recordar que «ningún esfuerzo de «pacificación» será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma». Añadió que «la medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza».
Haciendo mención al número 395 del documento de Aparecida, aseguró que la Iglesia «desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre». Es más «no hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales», entre los que ha indicado la vida, la familia, la salud, la educación integral y la seguridad.
Para finalizar su discurso, el papa Francisco se ha dirigido especialmente a los jóvenes y les ha animado: «queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar».
La favela de Varginha
Esta favela se encuentra en Manguinhos, en la zona norte de Río. La población de esta zona es de aproximadamente a 45 mil habitantes y está formada por 13 comunidades.
La zona sufrió la producción de las industrias de la región, en los años 80, y hoy en día, viven en Varginha poco más de 1.150 personas (cifras no oficiales dicen que 2.500 habitantes). El área tiene una historia de violencia, crimen y narcotráfico. Antes de ser pacificada por el gobierno en 2012, era conocida como «la franja de Gaza», por las guerras entre bandas rivales de narcotraficantes.
Con esta visita a la comunidad, el papa Francisco repitió el acto del beato Juan Pablo II, quien en 1980 visitó la comunidad de Vidigal en la zona sur de Río.