El beato José Anchieta de la Compañía de Jesús, escribió y memorizó sobre la arena de la playa brasileña un espléndido poema sobre la Virgen.
Después de cuatrocientos sesenta años, otro jesuita pero vestido de blanco, el papa Francisco, escribe sobre la playa carioca un poema también espléndido, mariano y franciscano: dar Cristo al mundo a través de los jóvenes.
Llegó en helicóptero a Copacabana y el papa recorrió en jeep descubierto un par de kilómetros sobre el paseo marítimo.
Durante 30 minutos, avanzando a paso lento con multitud de paradas para abrazar y besar a niños que le acercaban desde la multitud, también recibió como regalo un solideo que intercambio con un joven.
Tomo posición en el escenario y saludó a algún prelado amigo allí presente, abrazó a monseñor Marini, su ceremoniere que le ha hizo saludar también al diacono Marciò para dar un punto de simpatía a aquel momento, pareciendo el clérigo su doble brasileño, ya sea por la gran semejanza física como por la pasión a la sagrada liturgia.
Mientras se escuchaba la ovación, «esta es la juventud del papa», cinco jóvenes representantes de los cinco continentes le dirigieron un saludo. Una chica brasileña visiblemente emocionada le dio como regalo una planta, signo de la unión con la tierra brasileña.
«¡Tengo tanta esperanza en vosotros! Espero sobre todo que renovéis vuestra fidelidad a Jesucristo y a su cruz redentora» dijo el papa Francisco a los jóvenes citando la misma frase de Juan Pablo II en la JMJ de Buenos Aires en 1997. Siempre en el recuerdo a su predecesor, pidió saludar a Benedicto XVI, quien eligió Río como lugar para la JMJ actual.
Los fuertes aplausos al papa emérito estuvieron precedidos por un minuto de silencio por la joven Sophie Morinière y los heridos del trágico accidente de los peregrinos franceses que se dirigían a la JMJ, mientras estaban en la Guyana. Por la mañana, el papa Francisco también mandó un mensaje de condolencias por las víctimas del accidente ferroviario en Santiago de Compostela.
«Mi corazón de Pastor les abraza a todos con afecto universal. ¡El Cristo Redentor, desde la cima del monte Corvado, les acoge en esta bellísima ciudad de Río!», fueron las vibrantes palabras del papa.
En la atmósfera casi surrealista de la tecno iluminación hubo un salto al pasado, cuando mercaderes, mercenarios y misioneros desembarcaban en el mismo litoral de Vera Cruz con distintos fines. Con disfraces de la época, los jóvenes evocaron a aquellos tiempo llevando en un carro una bella imagen de la Virgen de Aparecida seguida de la Cruz y de todos los desheredados de la tierra, crucificados de la miseria, la enfermedad, la exclusión.
En la meditación de la Liturgia de la Palabra con la que concluyó el evento, el papa Francisco ofreció a los jóvenes una receta: «¡pon fe, pon esperanza, pon amor!
El papa explicó así a los jóvenes: «Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, «pones» sal; si falta el aceite, «pones» aceite… «Poner», es decir, añadir, echar. Lo mismo pasa en nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes: «pon fe» y tu vida tendrá un sabor nuevo, tendrá una brújula que te indicará la dirección; «pon esperanza» y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; «pon amor» y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo». La fe, la esperanza y el amor, tienen su fundamento y un modelo: Cristo Jesús. «Querido joven, querida joven; «Pon a Cristo» en tu vida».
De lo emocional a lo real, el papa Francisco indicó el sacramento de la confesión para reconciliarse con Cristo, con los otros, con uno mismo. Invitó a alimentarse de la «carne de la Eucaristía», sacramento de la presencia de Cristo, de su sacrificio de amor.
Finalmente propuso el encuentro con el prójimo en estos días en los cuales los jóvenes están viviendo una experiencia única de intercambio cultural con gente de su edad de diferentes países y crecimiento espiritual a través del voluntariado y las catequesis recibidas.
«Es bueno estar aquí», dijo el papa Francisco interpretando los pensamientos de los jóvenes, pero allí también hizo un llamamiento a su responsabilidad y a un proyecto de vida madura cuando dijo: «Viendo este mar, la playa y a todos ustedes, me viene a la mente el momento en que Jesús llamó a sus primeros discípulos a orillas del lago de Tiberíades. Hoy Jesús nos sigue preguntando: ¿Quieres ser mi discípulo? ¿Quieres ser mi amigo? ¿Quieres ser testigo del Evangelio?»
Cada uno se sientió interpelado; cada uno dará su respuesta a Cristo con la propia vida.
Acogiendo la imagen de Nuestra Señora de Aparecida el papa francisco invitó a «ser discípulos y misioneros como Ella (..) porque Cristo cuenta con nosotros».