Miserando atque eligendo. Fiel a su lema episcopal, pero fiel sobre todo al valor salvífico de la «sesta feria», así como llaman en Brasil al viernes, el papa Francisco ha dedicado la mañana al ministerio de la confesión de tres chicas y dos chicos de los cuales tres eran brasileños, un venezolano y un italiano.
La «diaconía de la esperanza» del obispo de Roma, que confirma a los hermanos en la fe y preside en la caridad, se encarnó después en las llagas existenciales de cinco jóvenes detenidos, representantes de una edad que no podía dejar ningún excluido de la fiesta de hoy en vista del banquete del Reino. Es por esto que en estos días se eleva fuerte por las calles de Río el himno que recita: «¡Juntos ao Cristo com papa Francisco!»
El pequeño gran héroe de la mañana, sin embargo, fue un niño de nueve años. Mientras el cortejo papa rodeaba el parque de la Quinta de Boa Vista, un niño de con la camiseta de fútbol de la Seleçao subió por encima de las vallas, sin dudar se acercó al jeep blanco, y acogido afectuosamente por el papa Francisco, le susurró al oído: «Tengo un mensaje importante para usted….¡quiero ser sacerdote!»
A ese punto, el papa visiblemente emocionado, lo aabrazó contra su pecho y a su vez le dijo: «Tu sueño comienza a realizarse hoy. Rezaré por ti, pero tú reza por mí».
Con las piernas temblando y las manos en el rostro por la conmoción y la emoción, el niño volvió donde estaba su padre, orgulloso y aún más contento que el hijo, por este momento único.
A la hora del Ángelus, después de la oración mariana, el papa Francisco dirigió nuevamente un pensamiento en su discurso a los abuelos en el recuerdo litúrgico de santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús, padre de la Virgen María.
Llegó el momento de la comida con los doce jóvenes, cifra simbólica de los doce apóstoles y evocación de la Última Cena que fue la primera Eucaristía.
Por la tarde, más allá de cualquier previsión, una marea de jóvenes, casi un millón, asistió al Vía Crucis.
El papa Francisco recorrió de nuevo el paseo marítimo bendiciendo y besando a los niños, poco antes de llegar al escenario tomó en sus brazos a la pequeña Sara, una niña de pocos meses con una grave enfermedad.
Sobre la avenida Atlántica de Copacabana, a partir de un kilómetro del escenario central, en la tarde del viernes avanzó la cruz que Juan Pablo II entregó a los jóvenes para que la hicieran viajar hasta los confines de la tierra con su carga redentora.
S. Leonardo da Porto Maurizio, que fue el gran promotor de la devoción del Vía Crucis, ¡afirmaba que practicada constantemente habría santificado una parroquia entera!
En un escenario coreográfico impresionante, esta edificante expresión de piedad popular se ha manifestado en la parroquia mundial de los jóvenes que en estos días se representa en Río de Janeiro.
La catorce estaciones, según la idea del director artístico Ravael Cabral, han sido estudiadas para dialogar con los jóvenes. Cada una trataba sobre un tema unido a las preguntas existenciales que se plantean los jóvenes: «un joven misionero», «un joven convertido», «un joven en una comunidad de rehabilitación», «una joven portavoz de todas las madres», «un seminarista», «una religiosa que lucha contra el aborto renovando su sí a la vida», «una pareja de enamorados», » una joven portavoz de las mujeres que sufren», «un estudiante discapacitado en silla de ruedas», «un joven usuario de las redes sociales», «un detenido y un joven implicado en la pastoral penitenciaria», «un joven enfermo terminal», «un joven sordomudo».
El texto preparado por los padre Zezinho y Joaozinho, conocidos sacerdotes que catequizan con cantos religiosos, no querían evocar solamente los problemas, sino animar a los jóvenes a emprender acciones de solidaridad cristiana. Y es por esto que después de la última estación, a pocos metros de la cruz de la JMJ, el papa Francisco tomando la palabra con voz fuerte y firme ha preguntado a cada joven: ¿tú cómo eres? (…) ¿Cómo Pilatos – que se lava las manos por no ir contracorriente – o como el Cirineo y María que ayudan a Jesús a llevar la Cruz?»
Conquistando la atención y la oración de los jóvenes en la «Tierra de Santa Cruz» el papa Francisco ha plantado también él en la playa de los conquistadores un signo de amor que de instrumento de muerte se ha convertido en instrumento de vida en Jesús que comparte con nosotros el «Vía Crucis» personal, por grande o pequeño que sea.