En la tarde del sábado, pocas instrucciones al jefe de seguridad después del aterrizaje en el Fuerte de Copacabana y papa Francisco ya expresaba su deseo de bendecir, saludar y tocar a sus fieles.
En los cuatro kilómetros de la Vía Atlántica que lo tenían que conducir al escenario, besa a cuatro niño, baja al menos tres veces del jeep para saludar enfermos, recibe el regalo del solideo blanco, recibe un sombrero mexicano, coge al vuelo bufandas y banderas que guarda en el coche que se llena de calor de todos lo pueblos, también si el papa es argentino y lo demuestra besando una gran bandera de su país mientras la levantaba el viento.
La fe de los jóvenes ha sido más fuerte que la lluvia en estos días y el amor al papa ha hecho ya olvidar la larga espera en la playa para encontrar un sitio para la vigilia de la JMJ.
Este siempre es un momento bello y sugerente, el más fuerte junto a la santa misa, el que quizá contiene el mensaje más completo del evento.
Artistas y testimonios han colmado el vacío de tiempo antes de la llegada del papa por lo que la jornada se ha llenado plenamente solo con su presencia.
Marcelo Rossi, Fabio De Melo, Alcione, son solo algunos de los nombres de lo que evangelizaron con el canto. Entre todos ha impresionado en el escenario Toni Melendez, no tiene brazos y toca «con los pies» y alaba al Señor como un ruiseñor de la alegría que contamina.
Entre los testimonios el de un drogadicto que acabó robando y vendiendo droga para poder conseguir algo de dinero y gracias a una amiga cristiana fue conquistado por la cruz; el del joven sacerdote carioca misionero entre los indios del Mato Grosso y finalmente el del joven treintañero devoto de la beata Elena Guerra que golpeado durante un intento de robo, ha hecho de la silla de ruedas en la que ha acabado, ¡su cruz gloriosa!
«Pidamos al papa consagrar la humanidad al Espíritu Santo y a la Virgen de Fátima», propuso el joven lleno de entusiasmo que ha dicho: «¡para mí vivir es Cristo!». Mientras el papa escuchaba los testimonios con gran atención y en muchos momentos se le podía ver en profunda oración.
Después de escuchar estas experiencias de vida, unos jóvenes vestidos de franciscanos entonaron el cántico de las criaturas y hablaron de la inspiración de san Francisco mientras otros grupo de jóvenes construía una iglesia con pedazos de madera.
Por eso el papa comenzó su discurso diciendo: «Queridos jóvenes mirando a vosotros me viene a la mente la historia de san Francisco. Delante del crucifijo escucha ‘ve y repara mi casa’. Con prontitud y generosidad responde, pero entiende pronto que no tienen que ser un albañil, sino que debe poner su vida al servicio de la Iglesia».
El hecho de no haber podido vivir la vigilia y la misa en el Campus Fidei debido a la lluvia que ha hecho estropeado el terreno revela quizá que el «campo de la fe» son los jóvenes mismos, ha dicho el papa, piedras vivas de la Iglesia sobre las que cuenta el Señor.
En realidad también hoy el Señor llama a los jóvenes a cooperar al obra de salvación. A este propósito, con el esquema habitual de homilía ignaciano, el papa Francisco propuso tres imágenes: el campo como lugar donde se siembra, el campo como lugar de entrenamiento, el campo como obra de construcción.
Apoyándose en la parábola del sembrador y la pregunta planteada lanzada a los jóvenes a preguntarse de qué tipo es su terreno donde la semilla caiga y de fruto.
Condenando el pesimismo y el desanimo, el padre Francisco continuó después diciendo que en el corazón de cada joven hay fértil de tierra.
Pero el papa advirtió sobre los cristianos a medio tiempo o de fachada. «¡Sed auténticos!», pidió a los jóvenes seguido de un fuerte aplauso.
En un simpático recurso retórico el papa Francisco tocó después un punto sensible a los jóvenes de Brasil y no sólo a ellos cuando utilizó la analogía de la Copa del Mundo diciendo que «¡Cristo promete más!».
No hay éxito en la experiencia humana sin entrenamiento, sin compromiso y sacrificio, añadió el papa, diciendo que es necesario «sudar la camiseta».
Entrenarse en el espíritu significa orar y dialogar con Jesús, tanto como cuando va bien, como cuando «todo va mal».
El papa animó a los jóvenes a ir adelante siempre, ¡adelante! Les invitó además a ser «protagonistas de la historia», «no quedarse a la cola».
Es necesario construir un espacio gran de en el propio corazón para no encontrarse con una iglesia pequeña como una cabaña.
Sobre cómo cambiar las cosas que no van bien en este mundo, el papa Francisco ha citado a la Madre Teresa Cuando le preguntaron qué era lo que debía cambiar en la Iglesia, respondió: «Tú y yo».
Finalmente recordó a los jóvenes llenándoles de ánimo: «ustedes son el campo de la fe. Ustedes son los atletas de Cristo. Ustedes son los constructores de una Iglesia más hermosa y de un mundo mejor».
Toda la euforia, los cánticos y los aplausos fueron desapareciendo ante la presencia del Santísimo Sacramento. Los tres millones de fieles, según el cálculo de la organización, quedaron en un imponente silencio para la adoración eucarística.