Terminada la misa que dio fin a la Jornada Mundial de la Juventud de Río 2013 en las playas de Copacabana, y ante una multitud que algunos estiman en cuatro millones de jóvenes y peregrinos, el papa Francisco rezó con los fieles el Ángelus, antes del cual reconoció el trabajo del arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Orani Tempesta y del cardenal Stanisław Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos que lo precedieron en la palabra.
Dirigiéndose a los jóvenes, les aseguró: «llevo a cada uno en mi corazón», a la vez que les agradecía por «todas las alegrías que me han dado en estos días».
Los invitó a dirigir la mirada a María, como Madre del Cielo. Y destacó que en estos días se ha sentido fuerte «la llamada de Cristo a ser sus discípulos misioneros», lo que ha causado en muchísimos sentimientos de alegría, ternura y preguntas sinceras para comprender «que el evangelio es la respuesta al deseo de una vida todavía más plena».
María medianera
Les recordó también que la Virgen Inmaculada «intercede por nosotros en el Cielo como una buena madre que cuida de sus hijos (y) nos enseña con su vida qué significa ser discípulo misionero».
Recomendó que al rezar el Ángelus se recuerde «el evento que ha cambiado para siempre la historia de los hombres», pero que, al igual que María, no hay que «quedarse» con aquel regalo como fue el anuncio salvífico. Sino que se debe ser como Ella, quien «se sintió responsable y marchó, salió de su casa y se fue rápidamente a ayudar a su pariente Isabel, que tenía necesidad de ayuda (..) fue un gesto de amor, de caridad y de servicio concreto, llevando a Jesús en su seno».
Quiso Francisco presentar a María como modelo de los jóvenes, quien «se pone en camino para servir y llevar a Jesús». Y de este modo comprometió a una juventud que lo escuchaba emocionada, a «llevar la alegría de Cristo a nuestros familiares, compañeros, amigos, a todos».
Y los alentó a no tener miedo de ser generosos con Cristo: «Salgan y vayan con valentía y generosidad, para que todos los hombres y mujeres encuentren al Señor. ¡Vale la pena!», les dijo, también él emocionado.
El texto completo de las palabras del papa en el Ángelus aquí