El ángelus de Reyes: 'El Señor no hace proselitismo, da amor, y ese amor te busca'

Texto completo. El Papa ante una plaza desbordante de fieles recuerda que Jesús es la Epifaní­a, o sea, la manifestación del amor de Dios

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Al finalizar la Santa Misa celebrada en la basílica vaticana en la solemnidad de la Epifanía del Señor, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro.

Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el pontífice argentino les dijo:

Queridos hermanos y hermanas,

hoy celebramos la Epifanía, «manifestación» del Señor. Esta fiesta está ligada al relato bíblico de la venida de los Magos de Oriente a Belén para rendir homenaje al Rey de los Judíos: un episodio que el papa Benedicto XVI ha comentado maravillosamente en su libro sobre la infancia de Jesús. Esa fue precisamente la primera «manifestación» de Cristo a los gentiles. Por lo tanto, la Epifanía pone en evidencia la apertura universal de la salvación traída por Jesús. La liturgia de este día vítores : «Te adorarán, Señor, todos los pueblos de la tierra». Entre nosotros y para todos los pueblos.

De hecho, esta fiesta nos hace ver un doble movimiento: por un lado, el movimiento de Dios hacia el mundo, hacia la humanidad – de toda la historia de la salvación, que culmina en Jesús -; y, por otro lado, el movimiento de los hombres hacia Dios – pensemos a las religiones, a la búsqueda de la verdad, al camino de los pueblos hacia la paz, la paz interior, la justicia, la libertad – . Y este doble movimiento es impulsado por una atracción mutua. Por parte de Dios, es su amor por nosotros: somos sus hijos, nos ama, y quiere liberarnos del mal, la enfermedad , la muerte, y llevarnos a su casa, en su Reino. «Dios, por pura gracia, nos lleva a unirnos a Él». Y también de nuestro lado hay un amor, un deseo: el bien nos atrae, la verdad nos atrae, la vida, la felicidad, la belleza… Jesús es el punto de encuentro de esta atracción mutua y este doble movimiento. Es Dios y hombre. ¡Pero la iniciativa es de Dios! ¡El amor de Dios viene primero que el nuestro! Él siempre toma la iniciativa, Él nos espera, Él nos invita. La iniciativa es siempre suya.

Jesús es Dios que se ha hecho hombre, se ha encarnado, ha nacido para nosotros. La nueva estrella que se apareció a los Magos era la señal del nacimiento de Cristo. Si no hubieran visto la estrella, esos hombres no se habrían ido. La luz nos precede, la verdad nos precede, la belleza nos precede. Dios nos precede: El profeta Isaías decía que Dios es como la flor de la magnolia, porque en aquella tierra la magnolia es lo primero que florece. Y Dios siempre nos precede, siempre es el primero, nos busca y da siempre el primer paso, y esta gracia ha aparecido en Jesús. Él es la epifanía, la manifestación del amor de Dios.

La Iglesia está dentro de este movimiento de Dios hacia al mundo: su alegría es el Evangelio, es reflejar la luz de Cristo. La Iglesia es el pueblo de los que han experimentado esta atracción y la llevan dentro, en el corazón y en la vida. «Me gustaría decir sinceramente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, decir respetuosamente a los que son temerosos o a los indiferentes: ¡El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!». El Señor te llama, el Señor te busca, el Señor te espera. El Señor no hace proselitismo. Da amor, y ese amor te busca, te parte [el corazón] a ti, que en este momento no crees o estás lejos.   

Le pedimos a Dios, para toda la Iglesia, la alegría de evangelizar, porque «ha sido enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los pueblos» (Ad gentes, 10). La Virgen María nos ayude a ser todos discípulos-misioneros, pequeñas estrellas que reflejan su luz. Y rezamos para que los corazones se abran para acoger el anuncio, y todos los hombres lleguen «a ser partícipes de la promesa por medio del evangelio» (Ef. 3,6).

Al término de estas palabras, el santo padre rezó la oración del ángelus. Y al concluir la plegaria prosiguió:

Dirijo mis cordiales saludos a los hermanos y hermanas de las Iglesias Orientales, que mañana celebrarán la Santa Navidad. La paz que Dios ha donado a la humanidad con el nacimiento de Jesús, el Verbo encarnado, refuerce en todos la fe, la esperanza y la caridad. Y de consolación a las comunidades cristianas que sufren la prueba. La Epifanía es el Día misionero de los niños, propuesto por la Obra Pontificia de la Santa Infancia. Tantos jóvenes en las parroquias son protagonistas de gestos de solidaridad hacia sus coetáneos y así amplían los horizontes de su fraternidad.

Queridos niños y jóvenes, con vuestra oración y vuestro empeño ustedes colaboran a la misión de la Iglesia. ¡Les agradezco por esto y les bendigo!

Después de recordar el Día misionero de los niños, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el pontífice:

Saludo a todos los presentes: familias, grupos parroquiales y asociaciones. En particular saludo a los jóvenes del ‘Movimiento Tra Noi’ y a los del ‘Oratorio San Vittore di Verbania’; a los scout ‘Menores de Castelforte’; al coro ‘Sant’Antonio di Lamezia Terme’; a los niños, los educadores y a los frailes capuchinos de la iglesia católica ‘Giacomo Sichirollo de Rovigo; y a los participantes del cortejo histórico folclórico que este es animado por las familias de la ciudad de Leonessa y otras localidades en la provincia di Rieti. A todos les deseo una feliz fiesta de la Epifanía.

Y concluyó con su apreciado “¡buon pranzo. Arrivederci!”

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ZENIT Staff

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