Cuando el Santo Padre clausuró el año de la fe con las familias nos interrogaba de la siguiente manera:“… quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: Pero ¿cómo se hace? Se hace como el publicano, es claro: humildemente, delante de Dios.(…) Pero, en familia, ¿cómo se hace? Porque parece que la oración sea algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo, en familia… Sí, es verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, como el publicano. Y todas las familias tenemos necesidad de Dios: todos, todos. Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. Para rezar en familia se necesita sencillez. Rezar juntos el “Padrenuestro”, alrededor de la mesa, no es algo extraordinario: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar también el uno por el otro: el marido por la esposa, la esposa por el marido, los dos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es rezar en familia, y esto hace fuerte la familia: la oración.”
Me gustaría reflexionar con vosotros, durante estas semanas, sobre cada una de las oraciones que podemos rezar juntos, en familia y buscar soluciones para los distintos problemas y dificultades que se nos pueden presentar.
Seguramente recordamos cuando nuestra madre nos enseñaba y nos hacía rezar “Jesusito de mi vida” u otra oración parecida antes de meternos en la cama.
Esos momentos se quedan grabados en el corazón.
Actualmente las prisas y el cansancio pueden convertir este momento en una carga pesada, en el que perdemos la paciencia y el sentido del humor. Queremos que pase rápido para irnos a cenar o descansar. Nuestro lenguaje no verbal transmite de todo menos paz y alegría. ¿Qué hacer?
Si nos sentimos que no vamos a ser capaces de crear un clima alegre es mejor que les digamos: “niños, estoy muy cansada/o, esta noche le daremos un beso al niño Jesús y a la Virgen y las buenas noches” y si no nos sentimos capaces ni de esto… mejor no hacer nada. Mañana será otro día.
También podemos encargar a un hermano mayor, si lo hay, que rece con los pequeños hasta que nosotros recuperemos fuerzas. Mi hija mayor lo hizo una temporada y mucho mejor que yo.
Normalmente nos ponemos nerviosos porque se nos hace tarde y todavía tienen que lavarse los dientes y guardar su ropa y rezar… Una manera de evitarlo es adelantar todas las rutinas de la noche para dejar un tiempo amplio dedicado a las oraciones de la noche. Así podremos hacerlo con calma.
Otro problema es cuando nuestros hijos se encuentran en distintas etapas, con distintos horarios. Es lo que me está ocurriendo a mi y desde hace un par de días estoy probando una solución. Antes o después de cenar los pequeños, nos juntamos toda la familia en el salón. Rafa reza “Jesusito de mi vida” y luego, todos juntos, tres Ave Marías. Luego decimos por turnos lo que más nos ha gustado del día y damos gracias a Dios. Y para terminar pedimos interiormente perdón por lo que hemos hecho mal. No ocupa mucho tiempo y rezamos antes de que empiece la batalla para que se metan en la cama y se duerman.