Por Nuria Díaz Argelich
Tiempo de conversión. El miércoles de ceniza es el pistoletazo de salida. Tenemos 40 días por delante para preparar la fiesta de la Resurrección de Cristo, donde celebramos que se nos han abierto las puertas del Cielo.
“Polvo eres y en polvo te convertirás”. Con estas palabras, se nos recuerda nuestro destino: no la tierra, sino el Cielo; no el momento fugaz, sino la eternidad; no la discordia, sino el amor. “Conviértete y cree en el Evangelio”. Necesitamos conversión. Convertirse es decidirse a amar más y mejor. Es romper con los lastres que nos impiden volar como las águilas. Es mirar a Dios y renovar un Te quiero.
Metámonos en el Evangelio y acompañemos a Jesús a lo largo de los 40 días de desierto y de soledad. Nuestros sacrificios de ahora le consolaron hace dos mil años. ¿No te llena pensarlo? En el desierto, pensó en ti y en mí, nos miró con cariño, nos amó hasta dar después su vida. Luchemos para que nuestra lucha mitigue su sed de entonces; nuestras derrotas superadas con fe en Él, sacien su hambre.
Que estos 40 días sean 40 días más llenos de amor. Oración, penitencia, limosna. Procuremos servir a los que nada tienen. Ofrezcamos cada día algo para suavizar esos latigazos que –por mí, por ti– llegarán, para quitar una espina de la corona, suavizar la amargura con la sonrisa que a veces nos cuesta. Llenar la soledad del huerto de los olivos acompañando a los que hoy están solos. Vaciémonos de nosotros mismos para llenarnos de Él.
Tenemos 40 días, 40 retos. Marquémonos un objetivo cada día. Pequeño, pero que curta. Mortificaciones que no mortifiquen a los demás, más bien que les hagan la vida agradable. Detalles de cariño de los que cuestan. Y hagámoslo cara a Dios, dejándole hacer a Él, buscando sinceramente su perdón y sabiendo que cada logro nuestro es gracia suya. Dios nos ama, con nuestras debilidades; tal vez incluso más por ellas. Es nuestro mejor coach, porque lo puede todo, lo sabe todo: nos conoce mejor que nosotros mismos. Nuestra misma existencia se sostiene en su Amor.
40 días, 40 retos. Tres, dos, uno. Ya. Objetivo: celebrar la Pascua.