Después de haber visitado la mezquita de Al-aqsa, el Papa fue en auto al Muro Occidental, o Muro de los Lamentos, a un kilómetro de distancia.
Allí, delante de una pared de sostén de la explanada del Templo de Salomón, destruido en época romana, con fuertes medidas de seguridad, el rabino jefe de Jerusalén y otras autoridades le han dado la bienvenida al Santo Padre.
Un joven rabino le ha explicado al papa Francisco, la historia de la construcción del Templo de Jerusalén. “El palacio más bello que la historia de Israel haya conocido en su historia”, indicó. E ilustró también sobre la destrucción del mismo, utilizando una serie de maquetas.
A continuación el rabino jefe de Jerusalén dirigió unas palabras, después de las cuales Santo Padre se acercó al Muro de los Lamentos, apoyó una mano sobre él y rezó algunos minutos en silencio, y depositó en una de las fisuras del mismo un mensaje escrito, que contenía el Padre Nuestro y una oración inspirada en parte del salmo 122.
«¡Qué alegría cuando me dijeron: ‘Vamos a la Casa del Señor’! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén», escribió y añadió: «Con estos sentimientos de alegría hacia mis hermanos mayores, he venido y he pedido al Señor la gracia de la paz».
Al concluir su oración, todos pudieron ver el emocionante abrazo entre el santo padre Francisco, el rabino Abrahán Skorka y el jeque Omar Abboud. Un sueño que ellos tuvieron en Argentina durante el diálogo interreligioso que mantuvieron durante años, era esta visita en Tierra Santa, pero el abrazo sobre todo ha sido símbolo de que la paz y la amistad entre personas de las tres religiones es posible. A continuación el Santo Padre saludó a diversas personas y firmó el libro de honor y escribió una frase:
«¡Con la verguenza de lo que el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, fue capaz de hacer. Con la verguenza del hombre que se hizo patrón del mal; con la verguenza del hombre que pensando ser dios, ha sacrificado a sí mismo y a sus hermanos. Nunca más, nunca más!».