por Sacramento Rosales

Tengo la suerte de ser del sur de España, tierra dada al folklore y la fiesta, que unido a una amplia devoción Mariana, deja en muchos pueblos y ciudades unas multitudinarias fiestas de romerías donde se une la fe, la tradición y la familia. Manifestaciones que no siempre son entendidas. Saberse hijo de Dios y tener la seguridad del amparo y la intercesión de una Madre como lo es la Virgen María, es sin más, un motivo para estar contento y vivir en una continua fiesta. Poder, además, proclamarlo por las calles y a lo grande, es una oportunidad cada año que muchas familias vivimos de forma muy personal y filial.

En mi ciudad, Dos Hermanas. Cada tercer domingo de Octubre celebramos la Romería de la Virgen de Valme. Protectora de nuestra ciudad, que no patrona. Es sacada en procesión y llevada a Bellavista, la ermita del Cerro del Cuarto. Donde cuenta la historia que el rey Fernando III de Castilla y León, cuando reconquistó Sevilla, viendo caer de sed a su ejército, imploró a la imagen de la Virgen que siempre llevaba con él y al ruego de “valeme Señora”, clavó su espada y brotó una fuente de agua. En dicho lugar, más tarde, se levantó la ermita.

Declarada fiesta de interés turístico nacional, es una romería muy seguida y a la cual peregrinan cada año muchos. Para todos es una puerta de acercamiento a María.

Siempre es una oportunidad para celebrar en familia, donde los más mayores, instruyen y enseñan a los más pequeños sobre la historia, el sentido de la fiesta y ,lo más importante, el milagro que encierra. Puede que solo veamos lo externo; el cante, el baile, los colores, aquello que adorna el exterior. Pero todo lo que nos hace felices es también un regalo del cielo,y tras cada romería hay muchos detalles que enriquecen nuestro espíritu.

Cuando eres pequeño escuchas y preguntas. La Virgen es esa heroína que siempre salva al protagonista de las historias que cuentan los mayores de la familia y de algún modo te vinculas, ya siendo niño, a creer en esa Señora. Siempre te llegan historias nuevas de personas que cuentan sus experiencias, como han sido bendecidos con alguna Gracia... Día de fiesta entre familia y amigos, entre cante y baile y el compartir de los alimentos. Se alaba, se bendice, se da gracias por tener tan gran Intercesora en este mundo y en el cielo que nos espera. Envuelto en un aire de alegría, de celebración que hace ameno e inolvidable y ansiado por las familias. Que cada año da la oportunidad a tantas de reunirse y de ver entre sus miembros algún que otro milagro.

El Papa Francisco en la homilía del Domingo de Ramos del 2013 nos decía: “No seáis nunca hombres o mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles”

Las Romerías, cada año, son un momento idílico de compartir, de transmitir la fe a nuestros hijos, envueltos en un ambiente de alegría. De demostrar que la felicidad del encuentro con Jesucristo es, a lo que como hijos de Dios, estamos siendo llamados.