Lo dijo y lo hizo. Dentro de pocos días el cáliz para el Papa partirá rumbo a Roma y –espera el autor- acabará en manos de Francisco, para quien estuvo destinado desde el principio. El cáliz, por supuesto, no es un cáliz cualquiera.
Tiene grabado el clásico emblema de los jesuitas, JHS, y la imagen de la Virgen Desatanudos que tanto venera Francisco. Pero lo extraordinario de esta pieza de platería argentina es que fue comenzada por el orfebre Juan Carlos Pallarols –sexta generación de orfebres catalanes que trabajaron para León XIII, Pio XI y Pio XII- y completada por el pueblo.
Porque precisamente en las manos de la gente común, a la salida de las misas, Pallarols puso el cáliz, con martillo y cincel, para que cada uno diera su golpecito.
El artesano de setenta años asegura que los golpes fueron muchos: veinte millones, de seis millones de manos, en el arco de los 14 meses que estuvo de gira por la Argentina, con un promedio de 30.000 por día.
Esos golpecitos fueron transformando el lingote de plata de 1.320 kilos proveniente de la mina Manantial Espejo, en la austral provincia de Santa Cruz, en una obra colectiva que dentro de pocos días llegará a Santa Marta.