El papa Francisco se ha reunido este viernes con las autoridades y el Cuerpo Diplomático en el Rizal Ceremonial Hall del Palacio Presidencial de Manila a las 10,15 (hora local). Después del discurso del presidente Benigno Aquino, el Pontífice se ha dirigido en inglés a unos 350 invitados para expresar su cercanía a los «hermanos y hermanas que tuvieron que soportar el sufrimiento, la pérdida de seres queridos y la devastación causada por el tifón Yolanda», y recordar que es un «deber escuchar la voz de los pobres y romper las cadenas de la injusticia».
En su primer mensaje del día, el Santo Padre ha admirado «la fuerza heroica, la fe y la resistencia demostrada por muchos filipinos frente a éste y otros desastres naturales». En esos momentos de crisis nacional, ha señalado, «un gran número de personas acudieron en ayuda de sus vecinos necesitados. Con gran sacrificio, dieron su tiempo y recursos, creando redes de ayuda mutua y trabajando por el bien común».
Para el logro de lo objetivos nacionales –ha destacado el Papa– «es esencial el imperativo moral de garantizar la justicia social y el respeto por la dignidad humana». «La gran tradición bíblica prescribe a todos los pueblos el deber de escuchar la voz de los pobres y de romper las cadenas de la injusticia y la opresión que dan lugar a flagrantes e incluso escandolosas desigualdades sociales», ha añadido. «La reforma de las estructuras sociales que perpetúan la pobreza y la exclusión de los pobres requiere en primer lugar la conversión de la mente y el corazón», ha enfatizado.
«Los Obispos de Filipinas han pedido que este año sea proclamado el «Año de los Pobres». Espero que esta profética convocatoria haga que en todos los ámbitos de la sociedad se rechace cualquier forma de corrupción que sustrae recursos de los pobres, y se realice un esfuerzo concertado para garantizar la inclusión de todo hombre, mujer y niño en la vida de la comunidad», ha indicado.
«Sabemos lo difícil que es hoy para nuestras democracias preservar y defender valores humanos básicos como el respeto a la dignidad inviolable de toda persona humana, el respeto de los derechos de conciencia y de libertad religiosa, así como el derecho inalienable a la vida, desde la de los no nacidos hasta la de los ancianos y enfermos», ha reconocido.
Por esta razón, ha concluido Francisco, «hay que ayudar y alentar a las familias y las comunidades locales en su tarea de transmitir a nuestros jóvenes los valores y la visión que permita lograr una cultura de la integridad: aquella que promueve la bondad, la veracidad, la fidelidad y la solidaridad como base firme y aglutinante moral para mantener unida a la sociedad».
Al concluir sus palabras, el Pontífice ha impartido la bendición del Señor a todos los presentes en la sala de ceremonias del Palacio Presidencial.
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