Filipinas ha vivido la preparación para la visita del Santo Padre “con mucha ilusión, entusiasmo y esperanza”. La gente ha acogido este acontecimiento con todo corazón y se ha despertado en todos la colaboración, la entrega, la creatividad y el compromiso que han asumido como tarea común: "acoger al Santo Padre y su mensaje y hacer su visita a nuestro país algo muy significativo para el pueblo filipino". Así lo cuenta a ZENIT Mª Bema Solis, Hija de Jesús, superiora local de la comunidad del Juniorado y que pertenece al Consejo ejecutivo de la Asociación nacional de formadoras religiosas de Filipinas.

Mª Bema asegura que ha sido un tiempo de preparación muy sentido y con mucha oración en todo el país, “no solamente de los católicos sino también de otras creencias”. Porque, indica la hermana, “la persona del Papa y su mensaje de paz, sencillez, unidad, misericordia y compasión llega a todos, cristianos y no cristianos".

Este periodo de preparación para la llegada del Pontífice a Filipinas, para muchos “han sido momentos de conversión personal o grupal. Para los pobres y los que padecen, son experiencias de la presencia amorosa y compasiva de Dios que profundizan su fe y avivan su esperanza”.

Sobre la parte logística de los preparativos, de forma particular en Manila y en Tacloban (el sitio más golpeado por el tifón Yolanda), la religiosa explica que “la tarea ha sido gigantesca, pero tanto el esfuerzo y colaboración como la pasión por el bien común, han hecho posible la realización de todo el trabajo”.

Las parroquias y comunidades católicas han tenido mucha creatividad e iniciativa en la preparación, nos explica. Se han organizado catequesis en las escuelas estatales sobre la Iglesia y el Papa, que han implicado tanto a alumnos como profesores. Además, se han preparado actividades juveniles, grupos de oración, compartir de la Palabra de Dios; así como charlas y mesas redondas sobre los mensajes del Papa, cartas apostólicas y encíclicas.

Los filipinos son muy consciente del porqué de la visita del Santo Padre, “ha venido para los pobres, especialmente a las víctimas del tifón Yolanda, estar más cerca de ellos y traernos el mensaje de Jesús”, explica Mª Bema. Y añade que “es emocionante ver cómo ha acogido este mensaje todo el pueblo filipino, incluso los no católicos. Es impresionante el entusiasmo y cariño de la gente hacia al Papa”.

Por otro lado, la religiosa observa que “el impacto de su persona y la fuerza de su mensaje es algo que puede permanecer en el corazón del pueblo filipino y tiene calidad transformadora. Es una persona de Dios que nos ha traído mucho gozo y toneladas de esperanza”.

Por su parte, Francisca Barbero, Carmelita de la Caridad en Manila explica que ahora que el Papa está allí todo gira en torno a su persona. “En casa tenemos como unos 30 huéspedes pues estamos al lado de donde ha ido a Malacana, la casa del Presidente, y de la Universidad Pontificia donde irá el domingo”, indica. Del mismo modo, nos cuenta que “todo es sencillo pues él lo pide así, pero hay mucha seguridad, los bolsos tiene que ser transparente, no se puede llevar movil, etc.” También nos explica que es necesario estar en los sitios donde irá el Papa con muchas horas de antelación, y precisa “la gente anda hasta 10 kilometros para verlo, ha venido muchísima gente de la provincia”.

Finalmente ZENIT ha conversado por teléfono con Julio Cuesta, misionero orionista que vive en Filipinas desde hace diez años. Él nos habla de cómo es el pueblo filipino, un pueblo profundamente religioso, humilde y sumido en la pobreza.

Trabaja en la zona Payatas, conocida por ser la zona de los basureros de Manila y muy pobre. Y se dedican especialmente a tres servicios: alimentación, salud y educación. En estos diez años de misión, Julio ha visto muchas cosas, mucha pobreza, y asegura, “que te sigues sorprendiendo” viendo lo que hay. Muchas personas no tienen dinero para cubrir las necesidades básicas, y un niño enfermo puede morir porque su familia no puede costearse los gastos del médico; nos explica el misionero.

Por eso, la visita del Santo Padre a Filipinas supone mucho para los cristianos, “poder verle, poder tocarle, hacerle una foto”, es para ellos muy importante. Han sido capaces de hacer lo imposible, movidos por la fe, para estar presentes y saludar a Francisco. Para la misa de este domingo en Manila, a la que se espera que asistan millones de personas, los fieles ya están saliendo hacia allá. “Con casi 24 horas de antelación, la gente se está movilizando y caminarán 8 y 10 kilómetros para llegar”, explica Julio.

“¿Y qué esperan de este visita?”, se pregunta este misionero burgalés. A propósito nos explica que el pueblo filipino es muy pacífico, resignado, la pobreza es general, no piden aunque tengan problemas. “Ellos mismos se dan cuenta de que el que está al lado está igual o peor, y no piden. Durante siglos han pedido y nadie les ha escuchado”, observa. Esta visita les puede traer esperanza y consuelo, aunque vivan una situación muy difícil, “hay alguien que se acerca a ellos y sintoniza con ellos”. Asimismo, señala que aprecian mucho la presencia de los europeos y los americanos, y “ahora ver que un americano está en medio de ellos, que viaja como ellos, está buscando como apoyarles… Eso les conmueve”. Y precisa que para el pueblo filipino, que el Papa vaya allí “significa subrayar su dignidad”. De este modo “van a sentir que no están solos, que hay alguien que les está ayudando”, tal y como el Papa ha dicho en la homilía en Tacloban.

Este pueblo necesita a alguien que grite por ellos, concluye el misionero Julio. “La Iglesia tiene que convertirse en portavoz del pobre que no habla”, asegura. "Y a esto es lo que nos invita el Papa, y como él mismo dijo este viaje a Filipinas es para los pobres".