El arzobispo greco-católico melquita, Mons. Jean-Clement Jeanbart, ha alertado una vez más que el autoproclamado Califato islámico –que ya ha matado a miles de personas en la región– está aterrorizando a los fieles de Alepo y su Iglesia corre el riesgo de desaparecer. “Tras los ataques contra Malula, Mosul, Idlib y Palmira, ¿a qué espera Occidente para intervenir? ¿A qué esperan las grandes naciones para poner fin a estas monstruosidades? Espero que todos los que creen en Dios y todos los que sienten compasión con los inocentes eleven su voz con nosotros y exhorten a los países civilizados a actuar para restablecer la paz”, dice el prelado en un desgarrador llamamiento enviado a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).
En su mensaje –redactado un día después del último ataque y difundido este lunes–, Mons. Jeanbart escribe: “Permitidme que llore por mi pueblo, que está siendo violado y asesinado […]. Permitidme que asista a las numerosas familias de Alepo que están de luto. En esta guerra horrible y salvaje, han perdido a tantos seres queridos: padres, madres, hermanos, hermanas y queridísimos hijos”.
El arzobispo de Alepo hace hincapié en el trauma ocasionado a las personas que en el conflicto han perdido sus casas y su forma de ganarse el sustento: “La inseguridad los está desmoralizando, deprimiéndolos, y su miedo y tristeza crecen de día en día”. “No me tomen a mal mi amargura: he tenido que consolar a tantos padres mortificados por la necesidad que priva a sus hijos de los más necesario para poder crecer en dignidad y con salud”, añade.
Por último, Mons. Jeanbart describe cómo el arzobispado de Alepo –que ha sido, en más de veinte ocasiones, blanco de proyectiles de mortero– ha vuelto a encontrarse bajo el fuego. En el último bombardeo, señala, nadie ha resultado herido. Durante las intervenciones militares de los últimos dos años, cinco de las doce iglesias melquitas de la ciudad han resultado dañadas.
Alepo ha sido el escenario de algunas de las batallas más intensas del conflicto que se desató tras la Primavera Árabe de 2011, al enfrentarse las fuerzas leales al presidente sirio, Bashar Al-Assad, con los grupos rebeldes en la lucha por la supremacía en el país. En el transcurso de este conflicto, muchas ciudades han sido reducidas a escombros. En las últimas semanas, la violencia ha ido en aumento; el Gobierno ha intensificado sus bombardeos en Alepo como respuesta a las ofensivas de los milicianos islámicos.
Innumerables personas de todos los grupos religiosos están huyendo de la región. El obispo caldeo, Mons. Antoine Audo, informó el mes pasado de que el número de cristianos ha disminuido de 250 mil a menos de 100 mil en Alepo.
AIN ha destinado desde finales de 2011 más de 12 millones de euros a las Iglesias siria e iraquí, y continua enviando ayuda de emergencia a cristianos y miembros de otros grupos religiosos en Siria, Irak, Líbano y otros países de Oriente Próximo.