El 6 de agosto de 2015, se cumplen 70 años del desastre de Hiroshima, en Japón. Por primera vez en la historia se lanzó una bomba atómica, y las consecuencias fueron terribles: 80 mil muertos y casi 40 mil heridos, a los que hay que añadir más de 13 mil desaparecidos, y en los años sucesivos, las numerosas víctimas a causa de las radiaciones. En total se cuentan unos 250 mil muertos. A ellos se añaden los causados por la otra bomba que también lanzó Estados Unidos en Japón, el 9 de agosto de 2015, en Nagasaki, apenas tres días después de la de Hiroshima: aquí las víctimas fueron 70 mil antes de final de año y otros 70 mil en los años siguientes.
Con ocasión del aniversario del terrible suceso, monseñor Tarcisius Isao Kikuchi, obispo de Niigata y presidente de Cáritas Asia, ha difundido un mensaje en el que subraya que Japón puede contribuir a la paz “no con nuevas armas, sino con sus actividades de noble y larga historia en el crecimiento mundial, de forma particular en las llamadas naciones en vía de desarrollo”. “Creo –escribe el prelado, citado en Radio Vaticano– que esta contribución al desarrollo, que lleva al pleno respeto y a la realización de la dignidad humana, sería muy apreciada y respetada por la comunidad internacional”.
Monseñor Kikuchi recuerda el llamamiento pronunciado en Hiroshima por Juan Pablo II el 25 de febrero de 1981, tras el cuál la Iglesia católica japonesa decidió convocar una periodo de diez días, del 6 al 15 de agosto, para dedicar a la oración por la paz. “Este año –indica– conmemoramos el 70 aniversario del final de la guerra: todos los obispos católicos y todos los obispos anglicanos se reunirán juntos el 5 de agosto para rezar en la catedral católica de Hiroshima”.
Oración sí, pero también hace hincapié en lo relacionado con los gobernantes. El obispo de Niigita habla de la elección del primer ministro japonés Shinzo Abe, de introducir modificaciones en el artículo 9 de la Constitución, en el cual está impreso el sello pacifista del país nipón. “El derecho de beligerancia del Estado no está reconocido”, el nuevo artículo 9 permitiría a las fuerzas armadas niponas entrar en acción también sin la presencia de una amenaza directa contra las propias fronteras nacionales y en defensa de aliados bajo ataque. Lo que implicaría la presencia de fuerzas de autodefensa como instrumento mínimo para la seguridad nacional.
Ya en marzo, en el mensaje por el 70 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, la Conferencia Episcopal había criticado la decisión del Gobierno de Tokio. Los obispos confirmaron “tener, como pastores, una vocación especial a favor de la paz. Tal vocación no se basa en ninguna ideología política. Nosotros continuamos invocando la paz no como argumento político, sino como hecho humano”.