(ZENIT – 13 marzo 2019).- Ayer se cumplían 42 años del asesinato del padre Rutilio Grande, acaecido el 12 de marzo de 1977. El sacerdote jesuita salvadoreño se dirigía aquel día a celebrar la Eucaristía junto a Don Manuel Solórzano, de 62 años, y de Nelson Rutilio Lemus, de 15. Nunca llegaron. «En el camino fueron emboscados y el vehículo donde se desplazaban fue ametrallado brutalmente», relata Vatican News en español.
Décadas después de su asesinato, el legado de Rutilio Grande traspasa fronteras iniciando ya su proceso de beatificación por martirio, cuya causa fue presentada al Vaticano en agosto de 2016.
El Padre Rodolfo Cardenal, Catedrático del Centro “Monseñor Romero” de la Universidad salvadoreña, Simeón Cañas, historiador de Rutilio «el Grande», en una entrevista realizada por Vatican News, explica quién fue este sacerdote y porque está en proceso de beatificación.
“Fue un sacerdote que entra al clero secular que proviene de una familia rural muy pobre. Tiene vocación al sacerdocio, a los trece años entró al seminario. De ahí pasó a la compañía de Jesús y, después su formación, la mayor parte del tiempo estuvo en el Seminario Central de San José de la Montaña, donde formó muchas generaciones de sacerdotes de acuerdo a las inspiraciones y a los lineamientos del Vaticano II».a
«En ese sentido –continúa el catedrático– la nueva generación de sacerdotes viene con esa impronta del Vaticano II y, después también, de la conferencia de Medellín. Siente la situación que se vive y de su compromiso cristiano. Por lo tanto, es predicación del Evangelio la creación de comunidades eclesiales y también comunidades de solidaridad, y precisamente por eso en una sociedad muy tensa, porque eran los años previos a una guerra civil muy cruel, donde había mucha injusticia y mucha violencia social, la predicación de Rutilio Grande despertó agresividades, hostilidades, odios y al final le matan para callar su voz y su trabajo”.
Un legado que traspasa fronteras
Padre Rodolfo Cardenal recuerda: “Su legado es haber puesto en práctica los lineamientos del Concilio Vaticano II, la formación del clero como para la pastoral. También la Evangelii Nuntiandi, es un caso concreto de cómo encarnar Exhortación Apostólica en una realidad y las enseñanzas de Medellín; eso pone en práctica en el Seminario de San José de la Montaña, y también en un parroquia rural, donde se desempeña como párroco los últimos cuatro años de su vida”.
“Se crearon comunidades eclesiales de base, las cuales se volvieron misioneras predicando el Evangelio y, en gran medida Rutilio y la generación del clero de su generación, son los que crean el camino por el cual transita el pueblo de Dios. Mons. Romero, los tres años que va a ser Arzobispo, de tal manera que Rutilio “el Grande” no se entiende sin Mons. Romero y, viceversa, a Mons. Romero hay que entenderlo desde Rutilio “el Grande”. Lo que hace Mons. Romero es lo que hace Rutilio “el Grande” y su generación”, afirma el Padre jesuita.
Rutilio “el Grande”, estuvo muy cerca de los pobres, de los campesinos, luchaban por la libertad. Rutilio era de Aguilares. Un pueblo cercano a la parroquia de Aguilares, se encuentra con la religiosidad popular latinoamericana tradicional, basada en muchas devociones, sacramentos pero poca profundidad evangélica, y poca profundidad espiritual.
Entonces, como dice Rutilio: “Les fui quitando el Rosario y les fui metiendo el Evangelio, de tal manera que el Evangelio se vuelve crucial en la vida parroquial y de la vida de las comunidades. El evangelio permite que la gente descubra que tiene una palabra que decir sobre su realidad que tiene algo que hacer, de tal manera que se va viendo que se tiene que hacer un compromiso social cristiano, de tal manera vaya de mano del Evangelio, es quien les conduce a descubrir esa dignidad y esa apertura hacia la sociedad y a los demás”.
Los poderes en el Salvador “deciden acabar con su vida porque les incomodaba mucho. El poder económico, esperaban que el sacerdote administrara sólo sacramentos, predicara la resignación y que la recompensa iba a estar en la otra vida. De tal manera que sirviera un poco para calmar las ansias y los deseos de justicia y eso quedara postergado para la otra vida. De esa forma, el sistema podía funcionar sin ningún tipo de estorbo”.
Cuando Rutilio “empieza a predicar que Dios no quiere la injusticia, que Dios esta en contra de la opresión, que Dios había liberado a su pueblo que Jesucristo quería fraternidad, entonces, los campesinos empiezan a ver que eso es real que lo pueden vivir, que lo pueden construir y eso alerta al poder, tanto oligárquico como en plantaciones de cañas de azúcar y a los militares porque era una dictadura militar. Comienzan las amenazas, los hostigamientos”.
El Padre Cardenal termina: “Hasta que un escuadrón de la muerte, el 12 de marzo 1977, lo mata a él y a dos campesinos. Un anciano que lo acompañaba siempre en sus giras pastorales y un niño que habían recogido por el camino para llevar a su casa.
Para el clero salvadoreño es muy importante porque representa que formó a muchos sacerdotes, él lo que quería no eran sacerdotes sumisos, sino responsables”.
Captura de pantalla Vatican Media
El Salvador: A punto de subir a los altares Rutilio "el Grande"
Sacerdote apegado al Concilio Vaticano II