Apreciados lectores:
Quiero comenzar esta carta con una pregunta: ¿cuántas páginas leen ustedes por minuto? ¿Han probado leer un libro de más de mil páginas? ¿Cuánto tiempo se han llevado?
Hay un estudio de la Universidad de Texas que afirma que un estudiante lee 300 palabras por minuto mientras que una persona adulta promedio lee 250 en la misma cantidad de tiempo. Eso deriva en que en una hora seamos capaces -teóricamente hablando- de leer entre 15 mil y 18 mil palabras por hora. O lo que es lo mismo: un libro de 100 páginas. El problema es cuando el libro tiene 1,600 páginas, está en un idioma diferente al de la mayoría de los lectores y debes hacer un artículo (publicación o reportaje) sobre el contenido del libro -¡de 1,600 páginas!- minutos después de haberse publicado por primera vez….
El caso es real y ha sucedido en Alemania: un bufete de abogados publica un informe de 1,893 páginas (incluyendo los apéndices) sobre abusos sexuales en la diócesis de Munich-Frisinga (pedido y pagado por la misma iglesia católica local, aunque preparado de forma independiente), lo dan a conocer en una conferencia de prensa de 2 horas el jueves 20 de enero y minutos después -literal- el tsunami de titulares apunta de forma unánime y exclusiva contra una persona en particular: Benedicto XVI.
Como si sólo hablase de él, la prensa primero y luego multitud de personas en las redes sociales, vinculan al Papa emérito al genérico tema de los abusos mientras fue arzobispo de la diócesis alemana de Munich (1977-1982) ya no sólo acusándolo, sino declarándolo culpable de haber encubierto cuatro casos de sacerdotes pederastas. Ahora que ha pasado un poco más de tiempo vale la pena considerar las partes importantes de ese reporte.
Efectivamente, el informe aborda la gestión de cinco casos de sacerdotes pederastas por parte del entonces arzobispo Joseph Ratzinger. El informe se refiere a esos casos con números (concretamente se refiere al “caso 22”, al “caso 37”, al “caso 40”, al “caso 41” y al “caso 42”).
En uno de esos casos, el 22, refieren como conclusión que “no se ha confirmado” la sospecha, así que queda descartado. Pero quedan activos cuatro casos: en tres de ellos, el 37, 40 y 42, se considera, con palabras del informe, que el entonces cardenal Ratzinger actuó “con falta de sensibilidad y disposición a esclarecer los hechos respecto a los indicios de posibles conductas indebidas, en particular de sacerdotes”.
Un caso más, el “caso 41”, es el que más atención amerita: de hecho, este caso merece la considerable atención de 400 páginas, lo que si se compara con las 72 páginas que merecen los tres casos anteriores juntos (páginas 682 a 754), evidencia la atención prestada a este caso concreto (que explicamos con más detalle en un artículo precedente de ZENIT).
Hay que agregar, que el mismo informe contradice lo que los abogados afirman: mientras que estos mencionan que Benedicto XVI actuó “con falta de sensibilidad y disposición para esclarecer los hechos”, al final del informe, que es público, hay más de 80 páginas que Benedicto XVI dio como respuesta a todos los planteamientos y cuestiones que el bufete planteó en el proceso de elaboración del informe (de la página 1,818 en adelante). ¿Pues no que no estuvo disponible, como se sugiere? Y por cierto: ¿cómo se mide científicamente la sensibilidad en una carta-respuesta o en hechos en los que no se estuvo presentes? ¿Los abogados también son especialistas en “sensibilidad”? Por cuanto se recuerda, la ciencia jurídica trabaja con hechos, no con sentimientos.
Sigamos adelante: las 472 páginas dedicadas a Benedicto XVI presentan este esquema: plantean las acusaciones contra el arzobispo Ratzinger, a continuación ofrecen un resumen de las respuestas que Benedicto XVI contestó de modo más amplio, y en tercer lugar los abogados, sin posibilidad de réplica, valoran las respuestas del papa emérito para, en tono inquisidor y sin que haya más de por medio, por ejemplo una oportunidad de réplica, concluyan que “no perciben una voluntad por parte de Benedicto XVI de reflexionar de forma autocrítica sobre sus propias acciones y su propio papel y de aceptar al menos una corresponsabilidad por la inadecuación de sus reacciones tanto hacia los acusados como hacia los agraviados”. Vaya: si el Papa emérito también se está enterando de esto el mismo día en que se publica el informe. Y, ¿va en serio eso de que debe aceptar corresponsabilidad de algo que él asegura no tenerla sólo porque estos abogados así lo deciden? Pues si ya lo tenían decidido, ¿para qué le hicieron escribir 82 hojas de respuesta?
La extralimitación del bufete, que pasa de mero investigador a juzgado, llega a decir también que “consideran que su relato [de Benedicto XVI] no se acerca a la realidad”. De este modo, pero también con las afirmaciones posteriores vertidas en la rueda de prensa, los abogados deciden cuál es la realidad, actúan como jueces en esa realidad previamente construida y que dictamina la “verdad de los hechos”, sin aportar otra prueba que sus propias elucubraciones y opiniones. Y la opinión y la elucubración -como lo sabe o debería saber todo abogado- no son evidencia jurídica.
De este modo los abogados a los que se les encargó y pagó por investigar y preparar un informe terminaron convertidos en juzgado que en un santiamén minaron conscientemente la presunción de inocencia, esa que como abogados saben que es un derecho humano a respetar, hasta que no se prueba -con hechos, con pruebas, no con opiniones- lo contrario.
Por otra parte, esas impresiones tendenciosas, que reflejan que más que un reporte donde hay un interés por las víctimas, hay una caza de brujas contra uno de los pocos referentes ortodoxos del catolicismo alemán, son las que la prensa y multitud de usuarios de redes sociales han digerido y trasladado a los foros públicos, sin la molestia de haber invertido las cinco horas y media que en promedio y según el estudio de la Universidad de Texas se habrían llevado en leer las 472 páginas (más las 82 de respuestas de Benedicto XVI) relacionadas con un papa pisoteado por una banda de abogados que se adjudicaron el papel de jueces en sus efímero momento de fama.
Hasta aquí la carta, estimados lectores. Pero recordemos siempre esto: cuando le tiras tierra a alguien, a quien le quedan las manos sucias es a ti. Y en todo esto, hay muchas manos sucias.
P. Jorge Enrique Mújica, LC
Director editorial de ZENIT News Agency