Vigilia pascual en el Vaticano. Foto: Vatican Media

Salud del Papa impide que presida misa de vigilia pascual, prisioneros de guerra en la basílica vaticana y una crónica desde Roma

El director editorial ofrece una crónica de los que muchas veces no se ve en la tv ni se dice en la prensa.

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a(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 16.04.2022).- Si algo nos ha revelado esta Semana Santa es que la salud del Papa no va para bien. Al hecho de no haberse podido postrar en la celebración de la Pasión del Señor, el Viernes Santo, se sumó algo que no es menor: la Vigilia Pascual del Sábado Santo no sólo no la presidió tampoco él, sino que de hecho ni siquiera concelebró: tuvo un discreto asiento instalado al lado de los fieles. Sí dio la homilía, una bellísima homilía sobre el mirar, el escuchar y el anunciar de las mujeres, a partir del Evangelio.

Es verdad que no es la primera vez que esto sucede (ya había pasado en el acto litúrgico del 31 de diciembre de 2021 y en la misa en la iglesia de los jesuitas en Roma en ocasión del 400 aniversario de la canonización de san Ignacio), pero las tres veces han sido en fechas más o menos recientes y relacionadas también con su salud. Pero detrás de una crónica están más cosas que sólo acentos como estos.

Este año la vigilia se tuvo nuevamente en un horario más temprano. Las casi 6 mil personas que acudieron a la Basílica Vaticana estuvieron antes de las 19:30 en que inicio la ceremonia. Una misa que al final presidió el decano del Colegio de los Cardenales, el Cardenal Giovanni Batista Re. Se trataba, además, de la primera vigilia pascual con presencia de fieles después de la pandemia. La numerosa participación de quienes se encontraban dentro de la basílica se correspondía con la afluencia no menos numerosa que en Semana Santa ha llenado las calles de Roma.

Momentos antes del inicio de la misa un nuevo gesto en el contexto del conflicto en Ucrania: el Papa encontró brevemente a una pequeña delegación proveniente del país invadido por Rusia compuesta por representantes del gobierno y del parlamento del país. En los asientos de la basílica fue claramente evidenciada una presencia no menos significativa: nos referimos al alcalde ucraniano de Meritopol, Ivan Fedorov.

El alcalde Fedorov fue uno de los alcaldes que fue hecho prisionero de guerra por los rusos. Hoy goza de libertad porque fue intercambiado por prisioneros rusos que habían sido capturados por el ejército ucraniano.

Sobre la presencia ucraniana hay un poco más que contar: el mismo 16 de abril la delegación de parlamentarios ucranianos y del alcalde Fedorov se reunieron con el cardenal Secretario de Estado del Papa. “Además de presentar muchos detalles de la guerra, expresamos nuestro agradecimiento por los cambios en el Viacrucis de ayer, después de las solicitudes de Ucrania”, posteo en Twitter el embajador ucraniano ante la Santa Sede, quien también estuvo presente en el encuentro.

En efecto, como lo reportamos en ZENIT, el viacrucis del Viernes Santo, concretamente la meditación de la estación número XIII, sufrió un cambio luego de las protestas diplomáticas y eclesiásticas que calificaron a la iniciativa de inoportuna e imprudente.

Volviendo a la vigilia, el mismo Papa quiso visibilizar la discreta presencia del alcalde Fedorov cuando en la homilía dijo:

“(…) con Jesús, el Resucitado, ninguna noche es infinita; y, aun en la oscuridad más densa, oscuridad brilla la estrella de la mañana. En esta oscuridad que están viviendo, señor alcalde, señoras y señores diputados, la oscuridad densa de la guerra, de la crueldad, todos rezamos, rezamos con ustedes y por ustedes esta noche. Rezamos por los muchos sufrimientos. Sólo podemos darles nuestra compañía, nuestra oración y decirles: “¡Ánimo! ¡Los acompañamos!”. Y también decirles lo más grande que celebramos hoy: ¡Christòs voskrés! [¡Cristo ha resucitado!]”.

Mientras en el interior de la basílica vaticana transcurría la ceremonia, en la que fueron bautizados siete personas adultas (5 hombres y 2 mujeres de los cuales 4 italianos, 1 albanés, 1 cubano y 1 americano), en la plaza de san Pedro eran colocadas las flores que un grupo de floristas holandeses e italianos obsequiaron al Papa para la Pascua de este año. Un regalo que no puede minusvalorarse si se recuerda que este año los proveedores y bienhechores anteriores comunicaron que no regalarían más flores.

La misa terminó. El movimiento comenzó en la plaza con la salida de las casi 6 mil personas y con ellas las felicitaciones pascuales se escucharon por todas partes. Ya era pascua. La gente lo sabía, lo acababa de celebrar. Y se notaba en los rostros. Sí, porque en la mayoría de los rostros tampoco había ya mascarillas.

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Jorge Enrique Mújica

Licenciado en filosofía por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, de Roma, y “veterano” colaborador de medios impresos y digitales sobre argumentos religiosos y de comunicación. En la cuenta de Twitter: https://twitter.com/web_pastor, habla de Dios e internet y Church and media: evangelidigitalización."

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